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Cristina Cifuentes

España siempre nos da una segunda oportunidad, no solo a Junqueras y (ya casi) a Puigdemont, también a Cristina Cifuentes, que triunfa como viajera televisiva en Hasta el fin del mundo (La 1, miércoles noche), concurso en el que hace pareja con Alba Carrillo. Cifuentes abandonó la política tras divulgarse un vídeo de seguridad de unos grandes almacenes en el que la vimos llevarse unas cremas, vídeo que los de su partido (PP) habían custodiado –a sus espaldas– para airear­lo cuando conviniese por algo, como así fue. Luego Risto Mejide la rescató en sus programas (Cuatro), y ahora vivirá su estrellato en este reality de TVE (avalado por el éxito de este formato en la BBC, Racing across the world ). Hasta el fin del mundo , con la trotamundos Paula Vázquez, recorre el continente americano, los 15.000 kilómetros que separan Costa Rica de Ushuaia, con solo 1.300 euros en el bolsillo por concursante y sin poder usar aviones ni móviles ni GPS: solo mapas de papel y el propio ingenio y trabajo. Cifuentes y Carrillo apuntan maneras de ganadoras, si no del concurso, seguro que de la simpatía del telespectador, dadas sus telegénicas personalidades. Pinta muy divertida asimismo la pareja Yolanda Ramos-Ainoa Olivares (su sobrina, actriz novel), y ya menos Rociíto. Seguiré sus andanzas, entre penosas y por eso divertidas, extremas y hasta grotescas y –por eso– graciosas: lo peor de estos realities no son los participantes, somos los que miramos, siempre ávidos de calamidades.

Los concursantes de ‘Hasta el fin del mundo’ cruzan América por tierra, sin móvil ni GPS, solo con mapas de papel

EL GORDO. Una parejita compra, en un mercadillo, un cuadrito: es un décimo del sorteo de Navidad enmarcado hace 30 años. ¿Qué historia esconde? Descubren que el décimo correspondió a un quinto premio de la lotería del Gordo, cuyo poseedor lo enmarcó en vez de cobrárselo. ¿Por qué? La parejita investiga, y la trama detectivesca tiene un desenlace que apela a lo más intimo y hondo del amor humano. No lo desvelaré para no arruinar la emoción del telespectador que vaya a ver este anuncio de la lotería de Navidad. Cuenta con su presentación, nudo y un desenlace que, en verdad, aunque lo contase aquí ahora, no sería tan grave porque lo he visto ya dos veces y la segunda me ha emocionado tanto como la primera. Es el efecto Qué bello es vivir , única película en cuyo final... lloro siempre, ¡siempre! – @amelanovela