"Vivir es una oportunidad de luchar por el alma del mundo"

¡Ole!

Sean Scully

Vengo de la pobreza profunda. No teníamos hogar, ni comida. Fue una infancia muy dura.

En Irlanda.
Sí. Mi abuelo paterno se suicidó. En la Gran Guerra, Inglaterra prometió a los irlandeses la independencia si luchaban junto a ellos. Cuando rompió su promesa, los soldados desertaron. Mi abuelo se suicidó la noche antes de que lo ajusticiaran.

Entonces es un héroe irlandés.
Mi padre también desertó. Tras la guerra,Dublín estaba arrasado y tuvimos que irnos a Inglaterra para poder comer.

¿A su padre le esperaba la cárcel?
Un año de cárcel. Mi hermano, mi madre y yo acabamos en una habitación diminuta y fría. Pasamos el invierno en la cama para no gastar energía y no sentir tanto el hambre. Todavía sufro las consecuencias de la desnutrición.

...
En los años 50 mi padre se convirtió en un barbero reconocido y mi madre era cantante. Mi abuela alquiló una casa en el gueto irlandés y pudimos aspirar a ser clase trabajadora.

¿Antes no llegaban ni a eso?
La prensa dice que Sean Scully proviene de la clase trabajadora y no es cierto, vengo de la miseria, éramos gitanos sin burro. Pero mi abuela era increíble, me influyó mucho, trabajaba 18 horas diarias y cantaba en pubs a cambio de un trago. Tuvo 8 hijos, y a casa llegaban irlandeses, primos, primas, que huían del hambre. Era cuando la gente se ayudaba mutuamente.

Entonces creció rodeado de familia.
Fue fantástico. Mi vida transcurría en el barrio y me encantaba, me sentía seguro, pero duró sólo dos años. El resto fue horrible, siempre estresados, ganar dinero era muy duro.

Hoy una obra suya cuesta más de un millón de euros...
Sí, tengo muchísimo dinero y un mercado poderoso, pero aquella vida dura deja huellas. Mi padre trabajaba a destajo, lo recuerdo apilando las monedas, las propinas que le daban y que son mis esculturas de hoy, ja, ja, ja.

Vivían con el agua al cuello.
Sí, y éramos muy católicos. Un día en el colegio los curas me dijeron en broma que si mi padre trabajaba en domingo, el diablo dormiría debajo de mi cama y me lo tomé en serio.

Eso a un niño no se le hace.
No volví a pegar ojo y mi madre se enfadó. Así pasé de la escuela católica y sus valores a la pública y laica. Me impresionó aquel mar de caras violentas y ojos vacíos. El color era el gris.

¿Y cuál era el de la escuela católica?
Rojo, negro y blanco, colores dinámicos. En el mundo gris me convertí en un peleón. Antes mi vida era poética, con personajes llenos de personalidad. El intento de recuperar el color de la vida me convirtió en pintor, era una necesidad.

Entiendo.
El arte viene del dolor, de la gente hecha a una vida de riesgo. Yo tenía el inmenso deseo de recuperar algo, de construir otra realidad. Para mí el arte es una fuerza positiva y cuando estaba en la escuela...

¿… En la gris?
No, en la positiva. Allí , con 6 y 7 años hacía poemas, cantaba. Y cada sábado íbamos a ver actuar a mi madre en un vodevil; ¡al teatro!... Era una vida glamurosa que se acabó con el traslado a un barrio aburrido del sur de Londres. Subimos de categoría, pero perdimos la alegría.

Y usted se convirtió en un pendenciero.
Pertenecía a una banda, aquello era tipo West Side Story, relucían las navajas, luchábamos un barrio contra otro. Dejé la escuela a los 15 años, pero a los 18 volví a la escuela nocturna, retomé la cordura. De día trabajaba en una gasolinera.

Acabó estudiando en Estados Unidos.
Me dieron una beca y pasé de la miseria a Harvard, donde cuidaba la casa señorial de la viuda del gobernador de Massachusetts. Vivía como un rey con mi preciosa esposa inglesa. Volver a Londres fue como aparcarme, y en cuanto pude, en los setenta, me instalé en Nueva York.

Y una década después exponía en museos de medio mundo.
Y así llegué a España, tras mis padres, que ganaron un concursos de tango en Málaga e hice lo que cualquier rockstar: les compré una casa. Mi padre bailaba cada noche en el balcón.

Fue entonces cuando murió su hijo.
Sí, lo peor que te puede pasar. El daño es profundo y constante. La historia de una pareja a la que le sucedió lo mismo lo ilustra: tras intentar sobrellevar el sufrimiento, acabaron adentrándose en el mar cogidos de la mano. Mi hijo tenía 18 años, la edad del peligro, el tránsito a la edad adulta. Lo típico: un accidente de coche.

Muchos años después llegó Oisín.
Esta segunda oportunidad de ser un buen padre es lo más importante para mí. Le dedico el 50 por ciento del tiempo, porque quiero a mi esposa y quiero que tenga tiempo para pintar, así que trabajo la mitad que antes y curiosamente con el mismo resultado: la vida es un misterio.

¿Qué significó de repente el éxito?
La oportunidad de compartir, y lo digo en serio, porque ayudo mucho a otros artistas sin dinero y apoyo a 200 niños en el tercer mundo.

¿Qué merece la pena en la vida?
Todo. Vivir es una oportunidad de luchar por el alma del mundo. El arte es una guerra contra los diabólicos que se forran a expensas del sufrimiento ajeno. Quiero contaminar a otros y que los otros me contaminen a mí hasta que sus ideas y las mías sean nuestras ideas, ese es el sentido de mi vida.

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