Los amigos cincuentones de Pedro Sánchez

Esta semana, el PSOE se ha enredado en la madeja de la cuestión del género y en la disputa entre feminismos. Estaba leyendo las crónicas políticas, cuando me acordé de la entrevista que Carlos Alsina le hizo a Pedro Sánchez en la campaña de las generales.

Por esas fechas, acababa de salir un sondeo del CIS según el cual el 44% de los varones españoles consideraba que se “ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres”. También por entonces seguía vivo el debate sobre la ley trans, una norma que promovió de forma más que entusiasta Irene Montero y contra la que se levantaron las feministas, digamos, clásicas.

El presidente fue a la radio a contarle a Alsina que en España hay “hombres de 40 y 50 años”, “amigos míos”, que se han sentido incómodos no tanto por las políticas como por ciertos discursos feministas. Debió doler el dardo a Irene Montero, pues en su despedida del ministerio de Igualdad le deseó a su sucesora, Ana Redondo, que “tuviera valentía para incomodar a los amigos del presidente”. 

Se entiende que Montero pedía al feminismo ortodoxo que, desde la oficialidad de las instituciones, asumiera que se identifique a las personas transgénero y queer como mujeres, con lo que eso supone de equiparación de derechos conquistados históricamente por el movimiento feminista.

El PSOE se aparta de lo ‘queer’ en un gesto sin valor práctico pero sí electoralista

Poner a Ana Redondo en Igualdad ya fue un primer movimiento de Sánchez para resituar políticas de igualdad de donde Podemos las había sacado. Vaya, de bajar el suflé. Pero ha habido un segundo cambio de paso, esta vez en el congreso del PSOE. En Sevilla se votó y aprobó, por un lado, no incluir el “Q+” (queer y el resto de identidades de género) en el programa LGTBI del partido. El acrónimo LGTBI sin el Q+ de cola. Por el otro, que “ninguna persona de sexo masculino pueda participar en las categorías deportivas destinadas a mujeres”. Esto último contraviene claramente la ley trans.

Una persona con un abanico de la bandera LGTBI durante la manifestación estatal del Orgullo LGTBI+ 2024, a 6 de julio de 2024, en Madrid (España). La manifestación, que recorre el paseo del Prado desde Atocha hasta la plaza de Colón, se ha celebrado bajo el lema ‘Educación, derechos y paz: Orgullo que transforma’. La marcha, en la que participan 51 carrozas, se ha organizado para

Una persona con un abanico de la bandera LGTBI durante la manifestación estatal del Orgullo LGTBI+ 2024, a 6 de julio de 2024, en Madrid (España). 

Alejandro Martínez Vélez-Europa Press

Ni qué decir tiene que una y otra cosa han enervado al colectivo de personas trans y de género no binario o fluido. La primera en agitar el avispero ha sido Irene Montero: “¡Hay mujeres con pene, hay mujeres con pene!”, ha ido repitiendo estos días de tele en tele la hoy eurodiputada mientras acusaba a los socialistas de “transfobia”.

Está claro que el PSOE, aquí y ahora, ha querido que se note que el péndulo está basculando hacia la ortodoxia feminista. Lo que no significa que lo aprobado en Sevilla vaya más allá de un gesto simbólico. No cambiará nada en la práctica. La propia ministra Redondo se ha apresurado a asegurar que la ley trans no se toca.

A eso le llamo yo nadar y guardar la ropa. 

Si algo puede sacarse en claro de todo este enredo es que Sánchez ha hecho un guiño a las detractoras de la agenda queer aprovechando que Podemos está fuera del gobierno y que hay voces críticas que emergen de entre los progresistas clásicos que cuestionan los “excesos” woke de los últimos tiempos. Seguro que el presidente también pensaba en sus amigos cincuentones, tradicionales votantes del PSOE. Entre arriesgar esa mayoría o contentar a la ínfima minoría Q+, Sánchez ha tomado partido. Al menos por ahora.

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