La reapertura de la catedral de Notre Dame de París es un acontecimiento muy significativo tanto para la Iglesia católica como para Francia y toda la cultura europea. Construida entre los siglos XII y XIV, esta catedral gótica se erigió como un símbolo de la fe cristiana y como expresión del culto católico y la misión de la Iglesia en aquel momento. Además de ser un lugar de alabanza a Dios, Notre Dame ha sido un espacio de grandes acontecimientos históricos (coronaciones, ceremonias nacionales y conmemoraciones) que han unido a la población francesa y mundial. Su arquitectura gótica, con los famosos vitrales, rosetones y arcos apuntados, las gárgolas y esculturas, con tantas reliquias veneradas, marcó un hito en el arte y la arquitectura medievales. Notre Dame es también un monumento del patrimonio cultural, donde la belleza, la fe y la devoción a Santa Maria se funden en una sola obra. Este templo se ha convertido en un símbolo nacional de Francia, y su influencia ha trascendido las fronteras religiosas para convertirse en patrimonio cultural y artístico universal.
El incendio del 2019, que dañó gravemente el edificio, despertó el luto y la solidaridad mundial que recordó su importancia no solo para los franceses, sino para toda la humanidad. La restauración que hoy culmina ha sido también una forma de recordar y preservar este símbolo del espíritu humano y de la capacidad de superación ante la adversidad, reafirmando su importancia como icono cultural y espiritual en la era moderna.
En Notre Dame, la fe, la belleza y la devoción a Santa María se funden en una sola obra
La bendición ocurre en la fiesta de María Immaculada, que atrae a la humanidad hacia la pureza y la santidad. La devoción a la Virgen en Europa, en particular su presencia en la vida espiritual y cultural, se remonta a los inicios del cristianismo, y antes del concilio de Éfeso (431) ya la vemos representada en las catacumbas de Priscila en Roma. María es Madre protectora, compasiva y acogedora y ha acompañado los pasos de los europeos, sabiendo que actúa como guía e inspiración en momentos de cambio, adversidad y transición. Es la Madre de la esperanza que nos conducirá a lo largo del Año Jubilar 2025.
Los europeos han visto en María un símbolo de unidad espiritual, especialmente en épocas difíciles como guerras, crisis sociales o cambios culturales. La bandera europea está inspirada en el azul de María y las 12 estrellas que la coronan según la visión del Apocalipsis (12,1). En una Europa moderna y diversa, que se debate entre secularización y fidelidad a sus raíces cristianas, enfrentada a retos como la inmigración, la crisis climática, la unión y la búsqueda de una identidad común, la figura de María puede ser un punto de unión que trasciende barreras culturales o religiosas, una inspiración para construir una sociedad más justa, inclusiva y solidaria, más humana y abierta a la trascendencia. Deseamos que María acompañe los pasos de los europeos con su amor materno, símbolo de paz y esperanza, ayudando a mantener vivo un sentido de comunidad, humanidad y valores compartidos en la diversidad del continente.