Nada que no salga de mí mismo

Tribuna

Nada que no salga de mí mismo
Xavier Morlans
Hospital de campaña Santa Anna

Buena parte de la modernidad y toda la posmodernidad se pueden concentrar en un solo mantra: “Nada puede entrar en mí que no salga de mí mismo”. La negación de Dios, de la tradición, de la Biblia, de los clásicos, del forastero, del maestro, de la familia (ni por Navidad), de un mínimo canon estético para hacer canciones y la negación de la propia biología como condicionante externo... Todo está contenido en esta persistente letanía del yo: “Nada puede entrar en mí que no salga de mí mismo”.

¿Y si empezáramos a atrevernos a criticar este dogma de la inmanencia? Lo decía Santi Vila desde las páginas de este mismo diario: “Por qué incluso la ideología progresista dominante puede y tiene que ser sometida a la constante crítica de la razón” ( La Vanguardia , 10/X/2024). Y lo practica el filósofo Ferran Sáez Mateu en su último libro, El fin del progresismo ilustrado .

¿Puedo vivir sin recibir aire oxigenado de fuera de mí mismo durante más de tres minutos? ¿ Condiciona mi autonomía adulta y libre recibir abrazos de mis nietas? ¿Me ofende que alguien que me ama me diga desde fuera de mí mis defectos y cualidades? Pues ¿por qué me cierro a la idea de que pueda haber un cimiento, una verdad, un sentido que me advienen de fuera de mí mismo para abrazar el intenso deseo –este sí– que habita dentro de mí?

La idea de que aceptar la existencia de Dios sería venderse la propia libertad y que coartaría nuestra autonomía quizá ya es hora que la pongamos en cuestión. Ya lo hacían los versos de David Jou hace treinta años: “Cuando digo que creo en Dios no salto al vacío: toco las raíces de aquello que soy, me siento iluminado –tan oscuro como soy– de piedad, de gracia y de misterio”. Y todavía: “Cuando digo que creo no voy contra la razón: penetro en la razón, exulto en la razón, me hundo en la raíz de la razón”.

foto XAVIER CERVERA 10/07/2019 hospital de campana de la parroquia de santa anna (ciutat vella), donde acuden personas sin techo (homeless) a desayunar (varios voluntarios preparan y donan la comida), y a dormir, en los bancos de la iglesia (con retrato del Papa Francisco y el cardenal Omella, a lado y lado del Sancristo)

Reparto de alimentos en Santa Anna 

Xavier Cervera/ARCHIVO

No solo entre los millares de personas sin techo que atendemos en las iglesias hospital de campaña de Manresa, Madrid, Barcelona, sino también entre los adolescentes y los jóvenes se han disparado episodios y síntomas continuados de angustia y de ansiedad sin motivo preciso. Lo constatan nuestros amigos profesionales de la atención psicológica y psiquiátrica. Quizás además de los diálogos de apoyo y de la ayuda farmacológica, poder experimentar la presencia amorosa de aquella compañía interior que muchas religiones denominan “ Dios” sería también de gran ayuda. ¿Por qué nos encerramos de entrada? ¿Que en nombre de Dios se han cometido demasiadas barbaridades y abusos? De acuerdo. Pero más abusos se han cometido en nombre de valores laicos como la justicia social (comunismo) o la propia raza (nazismo y fascismo). Cuanto más alto es un valor, más daño hace si cae en manos de hombres fanáticos o sin escrúpulos. No son malos ni Dios ni los valores, sino los que abusan de ellos o los manipulan.

Merece la pena recordar que, según las estadísticas, hay más de un 80% de personas que son creyentes de alguna cosmovisión religiosa y que el ateísmo puro se da solo mayoritariamente en el Occidente altamente tecnificado: Europa, Canadá, los intelectuales de EE.UU., Australia y Japón. Es curioso que incluso en el Occidente poscristiano cada vez hay más ciudadanos que no se reconocen como ateos y reclaman el calificativo de personas espirituales. Ya es un paso hacia una cierta normalización. Pero vale la pena recordar que, según el estudio comparado de las religiones, estas suponen la “revinculación” con una realidad divina exterior a la persona, con quien se pueden establecer relaciones de amor y confianza. El simple interés por la espiritualidad todavía puede estar gravitando en el radio del mantra inicial: “Nada espiritual puede entrar en mí que no esté bajo mi control”. Por eso los versos del Cant espiritual del poeta de Sitges siguen siendo tan estimulantes: “Cuando me miras soy más, crezco, florezco, sé que soy, existo más rotundamente”.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...