La historia de un beso, 28 años después
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Ana Jiménez y Teresa Begué explican tres décadas después cómo se capturó la instantánea que eclipsó con un beso la manifestación de funcionarios de Barcelona en 1996
Teresa Begué montada a caballo, como agente de la Guàrdia Urbana, besando a su novio, bombero de la Generalitat que se manifestaba en contra de la congelación salarial de los funcionarios en diciembre de 1996.
A lo largo de los años, la fotografía ha tenido la habilidad de recoger grandes acontecimientos. Dan fe de ello extraordinarias imágenes que se produjeron en el instante decisivo, fruto de una conjunción entre la oportunidad y el talento del fotógrafo, tal como relataba Cartier Bresson, considerado el padre del fotorreportaje. Son dignos ejemplos muchos trabajos que permanecen en nuestro imaginario colectivo, como la instantánea del hombre frente a los tanques en la plaza de Tiananmen, la del almuerzo en la cúspide de un rascacielos en Manhattan, las múltiples imágenes que nos dejaron los atentados de las torres de gemelas en Nueva York, la del soldado caído de Robert Capa o algunas, incluso, bellas: fotografías que rinden homenaje a la felicidad y donde los besos protagonizan la escena como si de un sello de amor se tratara.
La fotografía quedó finalista en los premios Ortega y Gasset
Alfred Eisenstaedt, en 1945, retrató el fin de la Segunda Guerra Mundial con un apasionado beso entre un marine y su novia en Times Square. O sin duda también recordamos la foto entre los líderes comunistas Erich Honecker y Leonid Brézhnev. Eso sí, entre ellas, difícil encontrar una donde fuera una mujer quien besara a un hombre. Y es que el arte de la fotografía es una de las disciplinas más subjetivas que existen, porque en la virtud de la percepción del profesional se encuentra el secreto de una atractiva composición.
La fotografía que hoy nos ocupa tiene grandes dosis de estos elementos. La instantánea cumple con los requisitos más exquisitos a la hora de popularizar una imagen: tensión en el entorno y amor entre sus protagonistas. De hecho, cuando Ana Jiménez, como fotógrafa de ‘La Vanguardia’, cubrió la manifestación del sector público en diciembre de 1996, nunca se imaginó que de aquellas escenas aparecería tal expresión amorosa entre un manifestante y una agente de la Guàrdia Urbana montada a caballo. Y menos pensarían sus implicados que, tanto tiempo después, seguiríamos hablando de aquella manifestación gracias a ese beso. Una carantoña retratada con la que Jiménez quedó finalista para el premio gráfico Ortega y Gasset de aquel año.
Ana Jiménez y Teresa Begué conversan en el marco de la exposición “Un viaje de tres décadas” de la fotógrafa de 'La Vanguardia'
Han pasado 28 años de aquel instante y aún hoy este trabajo fotoperiodístico permanece en el recuerdo. Casi treinta años después de capturar aquel momento, sus dos protagonistas se encuentran y, por primera vez, se reconocen. Una, quien fue la agente que supervisó los movimientos de los bomberos, Teresa Begué; la otra, quien inmortalizó con su cámara la fracción de segundo, Ana Jiménez. Dos mujeres con dos profesiones que entonces –mayoritariamente– ejercían hombres y en las que las mujeres son aún hoy en día una minoría. Y una instantánea a todo color que mostró un cambio de rol y el inicio de un empoderamiento femenino que dio paso a una nueva era. “Una mujer que besa a un hombre en una situación poco usual, una mujer en la Guàrdia Urbana montada”, recuerda Ana, a quien también atribuye al éxito de la imagen “la mirada de una mujer sobre otra mujer, un guiño a la intuición femenina” y un canto a la reflexión sobre la subjetividad de la fotografía.
Teresa Begué tiene muy claro que el beso que propinó a su entonces pareja fue “el mayor acto de reivindicación de esa manifestación”, porque el amor que se sentían prevaleció por encima de sus humildes posiciones de manifestante y agente del orden. “Emocionalmente estaba conectada con el sentimiento reivindicativo y con la gente que allí estaba”, explica la ya jubilada agente de policía.
El beso fue el mayor acto de reivindicación de esa manifestación
No obstante, Begué, supo tras el apasionado beso que esa decisión “le traería problemas”, una vez observó que enfrente tenía a un grupo de fotógrafos y periodistas tomando nota de lo sucedido. Y ahí, enfrente, Ana estaba capturando la escena, incrédula de lo que había sucedido. La fotógrafa tuvo que esperar a revelar la imagen para comprobar que la secuencia que presenció acababa realmente en beso, algo que al parecer solo llamó su atención.
Cómo Teresa vivió aquel beso, cómo Ana descubrió la magnífica instantánea que una manifestación multitudinaria le regaló aquella mañana del 11 de diciembre de 1996, son algunos de los argumentos que sus protagonistas explican con todo lujo de detalles en el vídeo que acompaña este texto.