El grueso de los cuidados de las personas mayores continúa recayendo sobre las mujeres (65%) y mayoritariamente sobre las hijas. Sin embargo, en los últimos 18 años se ha producido un cambio sustancial: la población de mujeres que cuidan a familiares de edad avanzada ha disminuido en casi 22 puntos porcentuales y el porcentaje de hombres cuidadores ha crecido 19 puntos.
Y si uno se fija en el parentesco entre quienes cuidan y son cuidados, se observa que cada vez hay menos nueras (y yernos) y ganan protagonismo las nietas y nietos cuidadores.
Esos son algunos de los resultados de dos investigaciones complementarias hechas por la Fundación Pilares para la Autonomía Personal durante los años 2022-2023 con el objetivo de contar con información actualizada sobre los cuidados que las familias prestan a las personas mayores que viven en sus casas y ver su evolución respecto a estudios anteriores.
Una de las conclusiones es que el grado de parentesco entre las personas que cuidan y los mayores es muy estrecho. El 58% son hijas o hijos. A bastante distancia se sitúa la pareja (14% y a la baja), casi igualada por los nietos, que representan el 13,4% de los cuidadores cuando en el 2004 suponían el 5,5%. En cambio, la presencia de nueras y yernos entre los cuidadores sigue a la baja y suponen el 8,8% (10,1% en el 2004).
Una de las conclusiones es que el grado de parentesco entre las personas que cuidan y los mayores es muy estrecho. El 58% son hijas o hijos. A bastante distancia se sitúa la pareja (14% y a la baja), casi igualada por los nietos, que representan el 13,4% de los cuidadores cuando en el 2004 suponían el 5,5%. En cambio, la presencia de nueras y yernos entre los cuidadores sigue a la baja y suponen el 8,8% (10,1% en el 2004).
Los nietos cuidadores
Siete de cada diez se han ofrecido ellos
El protagonismo de los nietos cuidadores resulta significativo porque en su mayoría es un rol elegido. Prácticamente siete de cada diez dice haberse ofrecido a cuidar a su abuelo o abuela, mientras que menos de la mitad (48,4%) de los hijos o hijas admiten cuidar por iniciativa propia, lo que sugiere un cambio en las relaciones intergeneracionales y una mayor diversificación en las personas que asumen el cuidado.
Salvo en el caso de los nietos, la predisposición a ofrecerse a cuidar va, en general, a la baja: si en el 2004 el 62% de los cuidadores decían serlo por iniciativa propia, en el estudio del 2022 solo era así para el 49%. Mientras, los casos en que la ayuda se presta por una decisión familiar se ha duplicado, pasando del 23% al 49%.
Los autores del informe creen que tiene que ver con una mayor corresponsabilidad entre todos los miembros de la familia a la hora de decidir quiénes se encargarán del cuidado de la persona mayor y también con que cada vez es más frecuente que esas tareas de cuidado se repartan entre miembros de la familia y profesionales externos.
A pesar de esta mayor corresponsabilidad y mayor implicación de los hombres, el informe pone de manifiesto que el reparto de las tareas de cuidado dista de ser igualitario y sigue recayendo sobre las mujeres un peso mayor de las tareas principales, “en especial las que se relacionan con la higiene o la incontinencia, que son las que causan mayor desagrado entre los varones”.
Las mujeres siguen haciendo las tareas relacionadas con la higiene o la incontinencia, que son las que más desagradan a los varones
Como consecuencia de ello -y teniendo en cuenta que el perfil actual de las cuidadoras no es el de un ama de casa sino que son mujeres que están incorporadas al mercado laboral desde hace años y cuentan con un nivel de estudios medio-alto– la sensación de carga y malestar es mayor entre las cuidadoras que entre los cuidadores.
Según el estudio, en dos tercios de los casos analizados la persona mayor recibe cuidados de sus familiares a diario, e invierten en ellos una media de 34,3 horas a la semana, a las que se añaden otras 17 horas proporcionadas por la ayuda externa.