En el año 1984 y por primera vez en Catalunya, la Basílica de Santa Maria del Mar de Barcelona, a la Misa del Gallo añadió el Cant de la Sibil·la, con el contratenor X. Torra y el maestro E. Gispert, celebración que se ha extendiendo por todas partes. ¿Pero quién eran las Sibilas? En Grecia y Roma eran señoras sabias consultadas para conocer el futuro de la misma salvación y del juicio final. De estos augurios apocalípticos son testigos el emperador Constantino (s.IV), y san Agustí (s.V), que las incorporó a la fiesta de Navidad.
La Sibila (Mariona Llobera) emite su canto en la catedral de Barcelona
En la Edad Media, se volvieron muy populares tal como testimonian manuscritos de las Catedrales de Barcelona, Vic y Girona. Sin embargo, su consagración fue en la Capilla Sixtina del Vaticano (s.XVI), donde el gran Miguel Ángel por encargo del Papa, pintó cinco preciosas sibilas paganas que habían predicho la era cristiana. Era una forma de expresar que el arte pagano griego y romano propio del Renacimiento, no era extraño en un cierto anuncio de la salvación que habían hecho las sibilas no cristianas en su tiempo. Aún y así, el Concilio de Trento desaconsejó su difusión por su forma teatral de presentarse. Eso comportó su desaparición en Catalunya, aunque pervivió en Mallorca y en el Alguer. No sin razón, la UNESCO la declaró Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en el 2010.
Un momento del recorrido de la Sibila
Su recuperación en Catalunya en la Basílica de Santa Maria del Mar, lleva este año a celebrar su 40 aniversario con la Sibila, Amalia Cuena, y la refundada Capilla de Música, bajo la dirección de Joan Seguí, organista titular. El texto actual procedente del s. XVI se refiere a la Navidad y al juicio final así: Un rei vindrà perpetual, vestit de nostra carn mortal, per fer del segle jutjament, con la respuesta del coro: El jorn del judici es salvarà, qui haurat fet servei, poniendo así de relieve que al final de la vida seremos juzgados sobre el amor como servicio.
Mariona Llobera como Sibila, acompañada de dos acólitos, en la catedral de Barcelona
Por eso su celebración puede verse como cumplimiento de las preciosas palabras programáticas del Papa Francisco: “los creyentes nos sentimos cerca de quienes, no reconociéndose parte de ninguna tradición religiosa, busquen sinceramente la verdad, la bondad y la belleza, que para los creyentes tienen su máxima expresión y su fuente en Dios. Se trata de posibilitar que creyentes y no creyentes puedan dialogar sobre temas fundamentales de la ética, del arte y de la ciencia, y sobre la trascendencia" (El gozo del Evangelio, nº257). ¡He aquí la interpelación que puede ser actual del Cant de la Sibil·la!