Los niños y niñas del hogar La Puça son muy madrugadores. Su día comienza a las seis y cuarto de la mañana en un piso situado en el céntrico barrio Gòtic de Barcelona. Con el apoyo de sus educadoras, se duchan, se visten y rápidamente recargan energías con un buen desayuno. No hay tiempo que perder: el autocar les espera para llevarlos, en algunos casos, a la escuela inclusiva y, en otros, a la escuela de necesidades especiales de la Fundación Aspasim.
Tienen entre 11 y 17 años. Buena parte de ellos se desplaza en silla de ruedas debido a la parálisis cerebral que padecen. “Somos una familia numerosa de nueve niños, que se cuidan como hermanos. Todos tienen diversidad funcional, ya sea de tipo intelectual o física. La mayoría tienen movilidad reducida y requieren de grandes necesidades de apoyo”, explica Cristina Castillo, una de las tres educadoras de Aspasim que los ha acompañado durante los últimos cinco años.
Son niños con discapacidad intelectual y no tienen una familia que pueda cuidarlos
Ninguno de ellos cuenta con una familia que pueda cuidarlos, pero en su corta vida han encontrado el apoyo y el cariño de los profesionales de la entidad, que tiene su guarda. Aquí descubren lo que nunca debería faltar en la vida de un niño: amor. Las plazas para acceder a uno de los diez hogares de la fundación, dos de ellos destinados a menores, son públicas. Al alcanzar la edad adulta, la gran mayoría de los jóvenes son derivados a otros hogares en los que conviven personas con discapacidad intelectual grave.
Pero como en todas las familias, los cambios y los imprevistos suceden a lo largo de la vida. Hasta ahora han vivido siempre en el mismo piso, pero los propietarios han decidido venderlo. “Ha sido muy difícil encontrar un espacio que equilibre la accesibilidad de los niños y niñas y que cumpla con la normativa. Después de más de dos años, hemos encontrado un local en l’Hospitalet de 300 metros cuadrados, pero que se tiene que construir desde cero”, expresa Cristina Castillo, quien destaca, a su vez, que es una “oportunidad” para diseñar un espacio adaptado a sus necesidades.

Nueve niños y niñas, entre los 11 y los 17 años, viven en La Puça.
Aunque las condiciones del alquiler son muy buenas, sus obras y adaptaciones suponen una gran inversión que la entidad no puede cubrir. Actualmente, pagan “a precio de mercado” el alquiler del piso de Barcelona y —admiten— que no han tenido la capacidad de ahorrar si surgían imprevistos. “No podemos esperar subvenciones públicas, ya que no disponemos de fondos para anticipar estos costes”.
La Fundación Guardiola Sala les hizo entrega el pasado viernes, durante un acto institucional para presentar la campaña solidaria, una aportación de cien mil euros. Sin embargo, aún necesitan más recursos para completar la reforma. Por eso, hacen un llamamiento a personas solidarias e instituciones comprometidas que puedan aportar su granito de arena. En su cuenta de Instagram, han compartido un número de cuenta específico para realizar donativos.
La Fundación Aspasim lleva más de 85 años velando por las personas con discapacidad intelectual grave a través de proyectos educativos, ocupacionales, habitacionales, de salud, y de ocio. Hogares como el de La Puça permiten que niños sin referentes familiares encuentren una familia y lleven una vida “totalmente normalizada”. “Un piso tutelado con nueve niños nos permite asegurar una atención más personalizada y atender sus necesidades desde una perspectiva más integral”, expresa la educadora social.
Ha sido muy difícil encontrar un espacio accesible y que cumpla con la normativa
Cada día trabajan en su autonomía y las rutinas diarias son las mismas que en cualquier hogar: recoger los platos y ponerlos en el lavavajillas, barrer el suelo o sacar la bolsa de basura. “Buscamos los mecanismos para que puedan realizar las tareas, adaptándolas a sus capacidades”.
Cristina Castillo cuenta que, durante todo este tiempo, han vivido la situación con mucha incertidumbre. A pesar de todo, los menores han recibido la noticia con “mucho entusiasmo” y están “emocionados” por poder tener un piso nuevo adaptado a sus necesidades. Aunque es consciente de que supone un reto para la fundación debido a la falta de recursos, anima a las personas a que conozcan la entidad, se empapen de lo que hacen y apoyen el proyecto, porque al final “todo lo que se haga es por y para ellos”.