NB.-Como enseñaba Jesús (Mt 6,7) las palabras en la oración no son necesarias para dirigirnos a Dios. Pero lo son para crear comunidad entre nosotros y para dirigírnoslas a nosotros mismos y comprometernos. Sigue aquí una propuesta para rezar así la oración que nos dejó Jesús y evitar convertirla en una fórmula mágica o en una recitación vacía.
Abbá, Padre: como los niños bien conscientes de la total superioridad de sus padres, pero que acuden a ellos con absoluta confianza llamándole papa o papi, nos atrevemos a pedir:
Que resplandezca y no sea profanado tu Nombre de Padre.
Y eso quiere decir: que desaparezcan todas las armas que nos configuran como enemigos y nos impiden ser hijos de un mismo Padre; y que tantas veces las hemos defendido apelando a Ti.
Que venga tu Reino: el reinado de la libertad de hijos y la igualdad de hermanos.
Y eso quiere decir: que no construyamos un progreso montado sobre víctimas (1); que desaparezcan las riquezas que destruyen la igualdad, y las dictaduras que niegan la libertad. Y que ricos y dictadores recuperen su humanidad perdida, para que en tu mundo desaparezcan el hambre, la miseria y la esclavitud.
Que se cumpla Tu voluntad en esta tierra como se cumple en tu cielo.
Y eso quiere decir: que no idolatremos el derecho secundario de propiedad y sepamos que cuando alguien tiene dignamente y sobriamente cubiertas sus necesidades, todo lo demás que posee pertenece a quienes lo necesitan y él lo está robando (2). Que desaparezcan las “patrias” que nos vuelven idólatras, las infidelidades de cualquier género, el tráfico de personas, el rechazo a los inmigrantes y las diferencias por razones de origen, raza, cultura o sexo (machismos y violencias).
Danos hoy a todos nuestro pan de cada día.
Y eso quiere decir: que construyamos una civilización de la sobriedad compartida y para ello, que los salarios legales sean además justos: porque “quien no paga el salario justo derrama sangre” (3); que se acabe el consumismo de unos que impide comer a otros, y que desaparezca ese 1% de personas con tanta fortuna como más del 50% de la humanidad.
Perdona nuestras culpas como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y eso quiere decir: que sepamos reconocer nuestro pecado antes que el de los demás. Y que se acabe la usura de las instituciones prestatarias y la necesidad de endeudarse para sobrevivir (4). Y que desaparezca esa deuda “eterna” del tercer mundo.
No nos dejes caer en la tentación.
Que no caigamos en esa seducción de las necesidades falsas y de la publicidad convertida en propaganda embustera que apela a nuestros más bajos instintos. Y que sepamos sobreponernos a los malos ejemplos de tantos “triunfadores”.
Y líbranos del mal
Líbranos de nuestro ego que tanto nos esclaviza y del pecado estructural que nos envuelve.
Amén.
(1) “La historia se ha construido s0bre víctimas. Ya lo dice Hegel en su Introducción a la filosofía de la historia” (Reyes Mate).
(2) “La tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos. La propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera la propia necesidad cuando a los demás les falta lo necesario (Pablo VI, Populorum progressio 22).
(3) Libro bíblico del Eclesiástico, 34,22.
(4) “Quien presta con usura y acumula intereses, no merece vivir por haber cometido esas abominaciones” (Ezequiel, 18.13). “Señor, ¿quién puede vivir contigo? El que no presta dinero a usura, ese nunca fallará” (salmo 15, 1.5.6).
