Las lluvias de las últimas semanas han mitigado la grave sequía que sufría la Península Ibérica. A 18 de marzo, la reserva hídrica se había elevado hasta el 65,8% de su capacidad, casi un 5% por encima de la última década y un 11,2% superior a las mismas fechas del año pasado, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco). Durante la primera quincena de marzo, las cuencas del País Vasco (95,2%) y las de la costa de Galicia han sido las más beneficiadas por las lluvias, mientras que sigue faltando agua en la del Segura (24,5%) y en las cuencas internas de Catalunya (45,2%).
El agua caída, sin embargo, no ha evitado que algunas zonas se mantengan en situación de sequía. Es el caso de Andalucía. La comunidad ha pasado en un año de plantearse la llegada de barcos con agua a tener que desembalsar sus pantanos. Y a pesar de la acumulación de lluvias desde el pasado octubre, en la zona Oriental de Andalucía sigue faltando agua. Almería, por ejemplo, se mantiene en una grave situación, ya que sus dos pantanos están al 9,38% de media, lo que supone solo una ligera subida para una provincia que es clave en el sector agrícola. Tanto es así que el Gobierno andaluz sigue insistiendo en la “responsabilidad” de los ciudadanos sobre el gasto de agua y pide “no caer en la relajación”.
Porque no hay que bajar la guardia. Este marzo, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) hizo público su resumen climático del invierno 2024- 2025. “Se trató de un invierno muy cálido, con una temperatura media de 7,8 ºC, más de 1,2 Cº superior al período 1991-2020”, afirman los expertos, que añaden: “Es destacable que se trató del séptimo invierno consecutivo más cálido de lo normal en el conjunto de España”. Además, la misma AEMET reconoce que “el invierno fue en conjunto seco” en toda la Península, y “extremadamente seco en pequeñas zonas del sur de Catalunya, sur de Aragón y del suroeste de Castilla-La Mancha”.
Menos recursos
Que el cambio climático es real y que en el futuro dispondremos de menos recursos hídricos y las temperaturas serán más altas, lo confirman la mayoría de los científicos. El último informe de CLIVAR-Spain, una publicación científica coordinada por un comité que lideran la catedrática Isabel Cacho, de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la UB, y Gabriel Jordà, del Instituto Español de Oceanografía en Mallorca (COB-IEO), advierte de una disminución sostenida de la humedad relativa en la Península Ibérica, que acentúa los episodios de sequía y la desertificación. En este sentido, el estudio apunta a una mayor aridez del terreno en varias zonas del país, una reducción progresiva de los recursos hídricos y una “creciente exposición a eventos climáticos extremos”.
La severidad de la sequía continuará agravándose en el sur de la Península, pronostica el estudio, lo que afectará al acceso del agua para la actividad agrícola y aumentará la vulnerabilidad de los ecosistemas naturales. El calentamiento global también tendrá consecuencias en las ciudades españolas, donde vive el 81% de la población, ya que están experimentando un aumento de temperaturas “sin precedentes”, agravado por el efecto isla de calor urbana. Una tendencia que intensifica las olas de calor que tienen un fuerte impacto en la salud de los ciudadanos.
El informe de CLIVAR-Spain revela además que todas las aguas oceánicas que rodean la Península Ibérica se están calentando a una velocidad un 67% superior a la media global, con una tasa de 0,25 Cº por década, frente al 0,15 Cº por década del resto de los océanos del planeta.
Aumenta el nivel del mar
Este es un fenómeno que en el Mediterráneo es más acusado, ya que se considera una de las regiones más afectadas por el cambio climático: su ritmo de calentamiento es entre dos y tres veces superior al global desde la década de 1980, lo que aumenta e intensifica las olas de calor marinas y una mayor salinización de las aguas superficiales, que también afecta a la flora y a la fauna. Además, se constata que el nivel medio del mar en España ha aumentado más de tres milímetros al año desde principios de la década de 1990.

Desde los años 80 se ha perdido más del 80% del hielo de los glaciares del Pirineo
Un futuro sin glaciares en el Pirineo
Según un estudio publicado en la revista Regional Environmental Change y liderado por investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología, actualmente hay 15 glaciares en el Pirineo que cubren 143,2 hectáreas, de los 23 que había en 2020. Según los autores del informe, desde los años 80 se ha perdido más del 80% del hielo.
Unos datos que confirma el informe CLIVAR-Spain 2024, que destaca el rápido retroceso de la criosfera en la Península Ibérica y constata que los glaciares españoles han sufrido un rápido retroceso en la última década, con una pérdida de extensión y espesor. Además, el permafrost, que es el suelo helado de forma permanente, está desapareciendo en Sierra Nevada y tiene claros síntomas de calentamiento en los Pirineos. Los registros también señalan una disminución en el grosor y la duración de las capas de nieve, lo que pone en riesgo los recursos hídricos de amplias zonas que dependen del deshielo de las montañas. Los científicos advierten también de la desaparición de mucha información de tipo paleoambiental almacenada en las cuevas de hielo de los Pirineos y de los Picos de Europa. Lugares que contienen información climática muy valiosa de los últimos milenios.