El mundo sin brújula

Newsletter ‘Mapas & Datos’

Este texto pertenece a la newsletter ‘Mapas & Datos’, que se envía cada último domingo de mes. Si quieres recibirla, apúntate aquí

stados Unidos ha abandonado su tradicional estrategia de influencia blanda y ha optado por una política exterior mucho más agresiva

Estados Unidos ha abandonado su tradicional estrategia de influencia blanda y ha optado por una política exterior mucho más agresiva

Getty Images

El desmantelamiento de Usaid es una declaración de intenciones. En cuestión de semanas la principal agencia de cooperación estadounidense fue vaciada desde dentro: miles de empleados apartados de sus funciones, la mayoría de sus operaciones congeladas y los fondos de ayuda exterior paralizados.

La estructura que durante más de seis décadas simbolizó el soft power o poder blando estadounidense —construir escuelas, repartir vacunas, garantizar agua potable o levantar hospitales en zonas en conflicto— fue desactivada en un solo gesto administrativo. Las excepciones huelen a pólvora. Las únicas partidas que se han mantenido se han reservado para la financiación militar de aliados clave como Israel y Egipto.

Desde América a Asia, pasando por Europa, miles de proyectos de ayuda humanitaria y cooperación internacional han quedado en el aire. El mayor perjudicado es Kyiv. Ucrania es, después de Afganistán y justo por delante de Israel, el país que más fondos ha recibido de la agencia de cooperación estadounidense en la última década con más de 51.795 millones de dólares.

En el caso ucraniano llueve sobre mojado. A principios de marzo de 2024 Trump le retiró también la ayuda militar. El giro norteamericano supone un duro golpe para Kyiv: casi el 50% de toda la ayuda militar que ha recibido para hacer frente a la invasión rusa venía de Washington, según los datos del centro de estudios económico Kiel Institute. Desde el inicio de la guerra en febrero de 2022, la administración estadounidense ha destinado más de 64.000 millones de euros en asistencia militar y económica.

Este corte súbito deja a Kyiv en una situación crítica. Ucrania entra en el cuarto año de guerra con más de 153.000 víctimas mortales entre soldados y civiles, según estimaciones cruzadas de inteligencia occidental y fuentes rusas. Cerca de dos millones de casas arrasadas, más de 10 millones de desplazados y una reducción del PIB de un 40%.

Ucrania es solo la primera muestra de cómo el retorno de Trump marca el fin de una etapa y el inicio de una nueva estrategia geopolítica. “Hoy Estados Unidos no quiere tener amigos. Washington dispara con aranceles a sus antiguos aliados; su presidente humilla en público a otros mandatarios, amenaza a Canadá con la anexión, quiere ocupar Groenlandia y llevar el ejército a Panamá; cierra fronteras, deporta a miles de personas y clausura la mayor agencia de cooperación internacional”, así lo resumía Ramon Aymerich hace unos días en La Vanguardia.

Estados Unidos ha sido desde la década de los 90 el país con más potencial de influencia. Una capacidad que el think tank español Real Instituto Elcano mide en su informe de Presencia Global. Durante décadas, Washington se consolidó como modelo de referencia para buena parte de los países occidentales, que emularon su estilo de vida y adoptaron sus ideas y valores. Hasta ahora lo que marcaba el paso era el poder blando; hoy, el lenguaje de Trump es el del poder de la fuerza.

Es evidente que Trump no ha venido a hacer amigos. En las últimas semanas, la Casa Blanca ha anunciado una nueva oleada de aranceles de hasta el 30% sobre importaciones procedentes de China, la Unión Europea, México y Brasil. La medida golpea a sectores clave como el acero, la automoción eléctrica, la electrónica de consumo y varios productos agrícolas.

Lo que durante años fue un lema electoral —“América primero”— se ha consolidado ahora como doctrina económica, con un enfoque claramente proteccionista y consecuencias directas para el comercio global. La última ha sido anunciar aranceles del 25% para todos los coches no fabricados en EE.UU.

No es un repliegue: es expansión sin complejos. También hacia sus vecinos. Trump ha sugerido la anexión de territorios en el norte de Canadá por su valor estratégico, ha planteado el envío de tropas a Panamá para reforzar el control del canal y ha reactivado la propuesta de comprar Groenlandia “por razones estratégicas”.

El mundo, claro, se ha echado a temblar. El Global Economic Policy Uncertainty Index, el índice de referencia para medir la incertidumbre global, ha alcanzado en marzo su nivel más alto desde los atentados del 11-S y la pandemia de 2020. A la retirada estadounidense se suman otras tensiones: la ralentización económica de China, los golpes de Estado en el Sahel, la tensión en Taiwán y la reescalada en Gaza

La Unión Europea ha empezado a reaccionar. En marzo, Bruselas propuso duplicar el presupuesto común de defensa y activar un “kit estratégico de supervivencia” para los hogares europeos. Europa, ante la retirada de Washington, se prepara para valerse por sí misma.

Un mundo sin brújula… y una lista en la nevera: agua, latas, baterías, medicamentos y una radio con pilas, por si la próxima crisis nos deja sin cobertura.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...