Amores y desamores al Papa

FE EN EL MUNDO

El mundo entero ha seguido con muchísimo interés la reciente enfermedad del papa Francisco, por las expectativas que generaba su posible fallecimiento. Tras los primeros días de su ingreso en el hospital Gemelli la atención mediática ha ido lógicamente descendiendo a la vista de la mejora en su salud.

El mundo católico practicante ha vivido aún con mayor intensidad la evolución del Pontífice y millones de personas han rezado por él, por su salud y por sus intenciones, como es habitual en la Iglesia. Con indudable amor al Papa, pero también sin grandes muestras de inquietud y sin movilizaciones generalizadas. Muestra visible de ello es que la asistencia a los rezos del Rosario en la plaza de San Pedro del Vaticano tampoco era masiva.

El apoyo y expresión de amor de algunos incondicionales de Francisco,  en general “los progres”, no es al Papa, sino a “este” Papa

No han faltado actitudes más militantes de algunos sectores. De un lado los incondicionales del papa Francisco, en general los “progres”, que no acostumbran a pedir y practicar mucho la oración, pero sí son activos en declaraciones. Su apoyo y expresión de amor no es al Papa, sino a “este” Papa. Lo evidencian algunas manifestaciones. Viéndole tan quebrantado, alguno de ellos declaraba que este Papa debía seguir al frente de la barca de Pedro aunque estuviera prácticamente imposibilitado. Se da la circunstancia de que estos mismos “progres” decían todo lo contrario en la última etapa de gran decrepitud del Papa Juan Pablo II, al que atacaban.

Quieren al papa Francisco porque consideran que ha renovado y adaptado la Iglesia a los tiempos, la ha hecho más social con una vocación por los pobres, especialmente los migrantes, su lucha contra los abusos, mayor integración de la mujer en cargos, etc.

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Personas congregadas frente al hospital Gemelli de Roma el pasado 23 de marzo, el día que Francisco abandonó el centro hospitalario. 

GIUSEPPE LAMI / EFE

En sentido inverso, algunos sectores críticos con el papa reinante no pueden negar que sentían ilusión en que llegara el final de este pontificado. Han mostrado desde hace unos años, especialmente desde la Fidutia supplicans, desapego hacia el papa Francisco, de quien consideran que ha dividido a la Iglesia, ha perseguido implacablemente a los tradicionalistas mientras dejó que camparan a sus anchas los que destruyen la doctrina, dejó abiertos o al menos ambiguos aspectos sobre la bendición o aceptación de “matrimonios” homosexuales… Alguno incluso ha llegado a calificarlo de “hereje”.

Frente a la polarización de “progres” y “conservadores”, otros muchos católicos a quienes las etiquetas progresista o integrista no les importan en absoluto han rezado por el Papa y se han mostrado fieles a él. Sea quien sea quien el sucesor de Pedro, les guste más o menos, lo vean de una forma u otra. Actúan de este modo con Francisco como lo hicieron con cualquiera de los que le precedieron y esperan proceder del mismo modo con los que sigan. Porque su amor al Papa no deriva de gustos, ni de simpatía, ni de cualidades, ni de que lo vean más progresista o más conservador, sino de ver en él el Cristo en la tierra, de entenderlo como a un padre.

Algunos sectores críticos no pueden negar que sentían ilusión de que llegara el final de este pontificado

Estos fieles no actúan así por el complejo de creer que no se pueda discrepar del Papa desde una visión católica. Excepto en aquellos temas y actos solemnes en que el pontífice habla como supremo pastor y doctor de todos los cristianos y define algo sobre doctrina y costumbres, lo que se denomina Ex Cathedra, lo cual ocurre en muy pocos casos, el Papa es falible. Aún así cuidan mucho de criticarlo.

A lo largo de la Historia de la Iglesia, muchos santos han expresado el amor al Papa como una de sus prioridades. Sea quien sea el obispo de Roma. Un par de ejemplos, uno lejano y otro casi contemporáneo. El primero, santa Catalina de Siena, en el siglo XIV, terciaria dominica, que incluso escribía directamente cartas al Papa, muy duras a veces, y tuvo mucha influencia en que se pusiera fin al cisma de Occidente, con papas en Aviñón y Roma,

Frente a la polarización de “progres” y “conservadores”, para otros muchos católicos el amor al Sumo Pontífice no deriva de gustos, ni de simpatías sino de ver en él el Cristo en la tierra

Y san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. En todos sus libros y en muchas de sus homilías, cartas, instrucciones. alocuciones… habla de amor al Papa, repitiendo “sea quien sea”. Nos limitamos al lenguaje coloquial de respuesta a una pregunta en una tertulia hacia el año 1972.

“El Papa es el Vicecristo, el Papa es Pedro. El Papa es el representante de Dios en la tierra.

“Nuestro amor de cristianos tiene que ser así: Jesucristo, María Santísima, San José, ¡el Papa! El Papa por encima de todo. ¿Y si el Papa es antipático? Pues aunque lo sea, si alguna vez se diera ese caso. ¿Y si el Papa...? ¿Qué...? ¿Quién eres tú para juzgar al Papa? No podemos juzgar al Papa, tenemos que amarlo y basta. ¿De acuerdo? Y después, rezar para que sea simpático, para que haga las cosas bien, etc.”.

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