Isaac Fonseca corta una oreja a un gran toro de Pedraza de Yeltes, premiado con vuelta a ruedo

Toros | Feria de San Isidro

Román se deja un triunfo con la espala y Colombo derrocha voluntad

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El diestro mexicano Isaac Fonseca remata una tanda de muleta 

JUANJO MARTIN / EFE

Esta mañana, el escritor Eduardo Mendoza, “un señor de Barcelona”, ha sido distinguido con el Premio Princesa de Asturias en -merecido- reconocimiento a su larga, prolífica y brillante trayectoria literaria. Cinco décadas la contemplan.

Entre sus declaraciones posteriores a los medios, ésta: “Quiero que en Catalunya haya buena voluntad, concordia, corridas de toros, vino, juerga y fútbol”.

De la media docena de deseos que enumera Mendoza resulta que uno de ellos, las corridas de toros, llevan 13 años primero prohibidas por el Parlament y después, previa sentencia derogatoria del Tribunal Constitucional, inexistentes, pues quien las puede dar o al menos anunciar y que sea lo que Dios quiera, el empresario de La Monumental, no ha abierto la boca, refugiado en el burladero de los miedos. Tampoco los estamentos taurinos han estado por la labor.

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Fonseca brinda su trofeo al público de Las Ventas 

JUANJO MARTIN / EFE

Mendoza, que ya alzó la voz contra la declaración de Barcelona como ciudad contraria a las corridas de toros y firmó, junto a muchos, el Manifest de la Mercè per la Llibertat, ha vuelto a tener un gesto torero. Pero me temo que su deseo taurino va a quedar incumplido. Y sería una pena.

En Barcelona no hay toros, pero en Madrid, aunque San Isidro es mañana, ya están en el sexto festejo de su feria, que llegará hasta entrado junio. Este miércoles era el turno de los toros salmantinos de Pedraza de Yeltes, todo ellos con una fachada impresionante. Y para su lidia, una terna internacional, el valenciano Román, el venezolano Jesús Enrique Colombo e Isaac Fonseca, de México.

Tres toreros sin la condición de figuras, pero de indiscutible arrojo y todas las ilusiones en el esportón.

Prueba de ello dejó Román en el que abría plaza, que en los primeros tercios desarrolló dificultades, pero llegados a la muleta el diestro valenciano le plantó cara con tanto valor como cabeza. Toro de esos que llaman “interesante” y faena con series por los dos pitones conduciendo las embestidas desde la firmeza de zapatillas, con ajuste y largura. Era de oreja de ley, pinchó a la primera y la afición conspicua le obligó a dar la vuelta al ruedo para recibir el reconocimiento de todos.

“Quiero que en Catalunya haya buena voluntad, concordia, corridas de toros, vino, juerga y fútbol”, dijo Eduardo Mendoza tras recibir el Princesa de Asturias

Se templó Colombo en el recibo capotero al segundo y ajustado fue el quite por chicuelinas en un tercio de varas en el que el toro se arrancó con alegría y fijeza al caballo, al tiempo que el cielo azuloscurocasinegro se iluminaba con un relámpago. Y tras él las primeras gotas, aguacero al canto y despliegue de paraguas y chubasqueros multicolores en los tendidos.

Espectacular el tercio de banderillas a cargo del propio matador, trasiego de espectadores en busca de refugio y brindis al público, que resistía la tempestad. En los medios, muleta a la izquierda y embestidas sin entrega, algo mejor por el pitón derecho, sin grandes logros, pero sí plena determinación. La estocada de efecto fulminante hizo que incluso afloraran pañuelos y Colombo tuvo la recompensa de la vuelta al ruedo, protestada por el propio sector de la plaza que en el toro anterior la propició.

No dio opciones al lucimiento de Isaac Fonseca con el capote el tercero, como tampoco a su paso por el caballo ni en banderillas. Se dejó venir de largo al toro en el inicio de faena, la muleta en la diestra, y a base de ir perdiendo pasos entre pase y pase intentó ligar los muletazos, sin éxito ante la falta de entrega de su oponente. Aún peor la condición del toro por el otro pitón, porfía del torero mexicano y a por la espada, que resultó caída.

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Colombo, durante su aclamada vuelta al ruedo 

JUANJO MARTIN / EFE

Seguía lloviendo y el viento sumaba dificultades a la lidia cuando salió el cuarto y nada reseñable ocurrió durante la misma, dejando las expectativas a lo que pudiera llegar en el último tercio. Y lo que llegó fue que Román, sin probaturas, se puso a torear con la diestra con templanza, a lo que el toro respondió con tanta nobleza como sosería, mientras que por el pitón izquierdo era una prenda. Y Román, mal que bien, no tuvo otra que irse a por la espada, que pasó un quinario.

Con la tarde cuesta abajo -o cuesta arriba, vaya usted a saber- salió el quinto... Que a falta de otras cosas reseñables se pasó un buen rato en el caballo, sin emplearse, eso sí. Tomó las banderillas Colombo, las colocó a toro pasado y mientras unos aplaudían la espectacularidad otros le recriminaban tal ventaja.

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Doblones de inicio y faena que nunca tomó vuelo.

Lo mejor de la tarde llegó en el sexto... Que nunca es tarde.

El tercio de varas fue un crescendo puyazo a puyazo, tres tomó el toro, y en cada uno quedó patente su brava condición. El tercero resultó apoteósico, el toro arrancándose de muy lejos, el puyazo medido y en lo alto y la entrega total. Las Ventas, en pie.

Y así siguió la cosa en un tercio de banderillas en las que el animal tomó el capote del lidiador con largura y nobleza y los banderilleros cuadraron en la cara, que se dice pronto.

De rodillas y en los medios Fonseca abrió la faena con una serie en redondo encajados los riñones y templado el pulso. Ya de pie en redondo y al natural entregado el torero, entregado el toro y entregado el público Las Ventas entró en ebullición y la faena se vivió con intensidad tremenda. Fonseca se fue tras la espada con tanta verdad como toreó pero pinchó y sufrió un revolcón.

El toro en tablas el bravo mexicano hundió el estoque en el morrillo del de Pedraza de Yeltes ( 667 kg de peso) y la oreja fue premio más que justo, para su matador, como lo fue la vuelta al ruedo póstuma para Brigadier.

Acabó así una corrida pasada por agua, desigual en el juego de los toros y en la que Isaac Fonseca se ganó el corazón de la afición venteña, que no es poco.

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