El luto no es una enfermedad

El consultorio del médico

El luto no es una enfermedad
Jaume Padrós
Doctor

Cada vez veo a más gente con dificultades para acompañar y consolar a personas después de una vivencia emocionalmente rompedora. A menudo, una insinuación, un comentario de queja, la expresión indirecta de sufrimiento se resuelve con un “¡ánimo!” liberador de cualquier compromiso más allá de las palabras.

Una mala noticia, un desengaño, una separación de pareja, una crisis familiar, una pérdida de trabajo o la muerte de alguien querido: tantas y tantas situaciones a las que todos estamos expuestos a lo largo de la vida. Y, sin embargo, emerge la dificultad de saber acompañar más allá de expresar lo convencional. La dinámica de la sociedad reclama soluciones inmediatas ante aquel malestar que nos ha golpeado en algún momento y que no sabemos cómo afrontar.

Maria Giberga es la autora del libro

Maria Giberga es la autora del libro “On ets, Pol?”, la historia de Quim, un niños de tres años que siente la muerte de su hermano.

Nico Escorcia

Las crisis y los reveses son inevitables y, diría más, inherentes en el proceso de maduración personal. Saberlos gestionar requiere una sólida formación pero sobre todo, un buen entorno familiar y de amistades y, ocasionalmente, de profesionales expertos. Hace años existía para algunas personas la figura del mosén de confianza que consolaba y orientaba. No todo el mundo cuenta con resortes de protección. Sin embargo, incluso teniéndolos, el entorno acapara para encontrar una solución rápida, a menudo que no comprometa demasiado o no nos cuestione nuestras creencias o convicciones. Desde hace años, nos llega a las consultas más demanda de consuelo. Y los médicos, sin pretenderlo, hemos acabado en demasiados casos medicalizando en exceso y, a veces, psiquiatrizando el luto.

Saber afrontar las pérdidas es fundamental para el equilibrio psico-emocional. Empieza en casa, en la escuela y a lo largo de la vida. Quiere tiempo, capacidad de adaptación, de constante reinvención personal; también del cultivo espiritual. Aparcar el malestar deviene una trampa: personas menos resilientes y más frágiles.

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Lou Manhoff, en su libro Más Platón y menos Prozac , lo situaba en un extremo provocador, pero nos interpela a los médicos y a la propia sociedad. Tenemos que hacer siempre un esfuerzo para evitar y combatir los sufrimientos fútiles o patológicos. Y a la vez aceptar que, si bien la vida nos regala cosas extraordinarias, también nos ofrece momentos de sufrimiento, de luto, de tristeza y añoranza por la pérdida de lo que amamos o de aquello que nos da seguridad. Y eso no es ninguna enfermedad.

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