Manolo Lozano, el toreo en la cabeza, la bohemia en el alma; y viceversa

Obituario

El torero, apoderado y empresario taurino ha fallecido a los 94 años

Manolo Lozano

Manolo Lozano

Alberto Simón

Hoy, Corpus, uno de los tres jueves del año que “relucen más que el sol”, el toreo ha amanecido gris y triste por la muerte de Manolo Lozano, uno de esos (pocos) taurinos a los que tal adjetivo no hace justicia y se queda corto. Esta tarde en la plaza de toros de su Toledo del alma y de la que tanto tiempo fue empresario, harán el paseíllo nada menos que Morante de la Puebla (del que fue apoderado ya cumplidos 88 años) y Roca Rey, junto al toledano Tomás Rufo, y seguro que en la andanada del cielo del toreo, junto a su hermano Pablo (fallecido hace cinco años), Manolo, calada la gorra, observará atento, y soltará alguna sentencia sabia y socarrona.

Sabiduría en la vida y en el toreo y un espíritu bohemio que no le abandonó pese a los achaques del paso del tiempo, viajes y largas estancias en la América taurina incluidos.

El mayor de una saga taurina en la que están sus hermanos (el antes mencionado Pablo, Conchita, Eduardo y José Luis) y tío de otros nombres propios del planeta de los toros (Pablo, Luis Manuel y Fernando), Manolo, nacido en el mismo pueblo que Marcial “el más grande”, tuvo como referente y con él trabajó durante años, al patriarca de la Cass Balañá, Pedro Balañá Espinós, al que calificó como 'el mejor empresario del mundo' y con él gestionó varias plazas. 

Manolo Lozano, en solitario o con sus hermanos, fue propietario y/o empresario de más de tres decenas de cosos taurinos en España y América, con la plaza madrileña de Carabanchel como uno de sus referentes más populares en las llamadas “corridas de la oportunidad” de los años 60 y con el diestro Palomo Linares a la cabeza. La faceta de apoderado de Manolo Lozano también es prolija, de Palomo a Morante, pasando por José Fuentes, Curro Durán, Manili, Ortega Cano, El Soro, Roberto Domínguez o El Juli, con quien estuvo desde sus inicios y en los primeros años de matador, en los que firmó más de cien corridas por temporada.

De su forma de estar y ser en el toreo- y en la vida- serían muchas las citas que las ilustran, valga esta como ejemplo: Autodefinido como torero medroso, sin valor, debutó con picadores en 1958 en Aranjuez, plaza de su propiedad y cortó cuatro orejas y rabo. No volvió a vestirse de luces hasta doce años más tarde cuando decidió tomar la alternativa y a Tánger, cuyo coso taurino también era suyo, se llevó a Manuel Benítez El Cordobés como padrino de ceremonia

También cortó cuatro orejas y un rabo y allí mismo se cortó la coleta.

Genio y figura.

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