“No vale la pena. Trabajo mucho y muy duro, cobro poquísimo, no me da tiempo a darles ni los buenos días cuando ya les estoy metiendo en la ducha... Así, sin más. Luego les visto rápido, sin ni siquiera preguntarles qué pantalón o vestido se quieren poner, les pongo el pañal a la gran mayoría y, a la siguiente habitación...Vamos tan deprisa que haces movimientos bruscos y, claro, me duele la espalda día sí y día también. También las muñecas y los hombros. Gajes de un trabajo que, sin embargo, me gusta mucho... Si me dejaran hacerlo con amor, si pudiera hablar con ellos, agarrarles la mano, escucharles”.
María (pide que no se la identifique), tiene 33 años. Es gerontóloga en una residencia privada de mayores de Madrid. Tiene un contrato temporal y trabaja a turnos. Prefiere la noche, porque gana más, pero reconoce que la “mata, no por el horario, sino por la sobrecarga: estamos tres para 150 residentes por la noche”. Gana unos 16.500 euros brutos al año.
En cinco años se necesitarán otras 260.000 profesionales para atender a los nuevos dependientes
María forma parte de las 600.000 personas empleadas en sectores relacionados con los cuidados de larga duración (residencias y servicios domiciliarios, así como centros de día). Menos por la edad, ella cumple el perfil de las trabajadoras del sector. Es mujer (el 83%), tiene contrato temporal (una de cada cuatro de las que trabajan en residencias; el 40% en ayuda a domicilio) y tiene salarios alineados con el Salario Mínimo Interprofesional, sobre los 16.500 euros. Las que trabajan en el servicio a domicilio, que tienen contratos parciales y con salarios aún más bajos, intentan sacarse un sobresueldo realizando cuidados informales por horas. “Yo trabajo los fines de semana en casa de una señora de 82 años. Voy dos horas por la mañana y por la noche. Es lo que me ayuda a llegar a final de mes”, explica María Jesús (también sin apellido, porque no quiere tener “problemas” con Hacienda), residente en Ciudad Real.
En cuanto la edad, la mitad tiene más de 45 años y el 25% son extranjeras (fundamentalmente de América Latina).
Estos son algunos de los datos del estudio que la Secretaría deEstado de Derechos Sociales ha elaborado con las consultoras Afi y 40dB. Este trabajo revela las malas condiciones laborales de un sector “invisible y ninguneado para la sociedad pese a su importancia”, señalaron los responsables del Ministerio de Derechos Sociales. Estas malas condiciones provocan que las personas que trabajan en el sector permanezcan, de media, apenas un año, lo que dificulta la retención de talento.
La malas condicioneslaborales provocan que los profesionales permanezcan, de media, apenas un año
Esta realidad afecta no solo a las gerocultoras, es decir, a las profesionales que prestan atención directa, apoyo personal y acompañamiento a personas en situación de dependencia, sino también a otros perfiles clave del sistema, como fisioterapeutas, personal de enfermería o profesionales de la psicología. La fuga estructural de personal compromete la sostenibilidad del sistema justo en un momento de reto demográfico que es cuando más se necesita.
Como indicó el ministro Pablo Bustinduy en el acto de presentación de este informe, la evolución demográfica prevé un aumento de más de 400.000 personas dependientes en los próximos cinco años, y en 2030 habrá 1,2 millones más de personas mayores de 65 años que en 2023. La situación exigirá incorporar, como mínimo, 260.000 nuevas trabajadoras al sector.
Las condiciones laborales del sector tienen consecuencias directas en la salud de las trabajadoras, explicaron Marina Asensio, de AFI, y Lucía de la Puerta, de 40DB. Las tareas que afrontan afectan a su salud física y emocional con dolencias musculares crónicas y accidentes laborales más frecuentes que la media.
En 2023 los accidentes en residencias con baja laboral fueron un 75% mayores que los del promedio nacional
Concretamente, en 2023 los accidentes en residencias con baja laboral fueron un 75% mayores que los del promedio nacional mientras que en los servicios sociales sin alojamiento, el exceso llegó hasta el 25%. En este último caso, destaca la alta siniestralidad in itine r e : para estas trabajadoras los accidentes con baja ocurridos en desplazamientos al trabajo duplican la media de España, con una tasa de 904 por cada 100.000 trabajadoras, frente a 446 en el conjunto del mercado laboral.
Las trabajadoras explican que la exposición continuada a esfuerzos físicos, posturas forzadas y estrés no solo deteriora la salud, sino que incrementa la rotación y las bajas laborales, afectando también a la calidad del cuidado que se presta.
El sector más precario de Europa
El sector de los cuidados español emerge como uno de los más precarios de Europa. España se sitúa por debajo de la media de la OCDE tanto en número de trabajadoras de cuidados por persona de 65 años o más, como en sus condiciones laborales. A pesar de que entre 2011 y 2021 el número creció hasta situarse en casi 5 trabajadoras por cada 100 personas de 65 años o más, España todavía se situaba por debajo de la media de la OCDE (5,7) y a mucha distancia de los países de referencia a nivel internacional, como Noruega o Suecia, donde esta ratio alcanzaba las 12 cuidadoras por persona de referencia. Además, el salario de las trabajadoras tanto de establecimientos residenciales como de cuidados del hogar continuaba siendo precario, representando alrededor del 60% de la media salarial del país.