El 29 de enero de este año, el nuevo director de la Oficina de Gestión de Personal del gobierno de Estados Unidos —nombrado por Trump el día de su investidura— envió un memorándum a todas las agencias federales. Tenían 48 horas para acatar la Orden Ejecutiva 14168, titulada “Defendiendo a las mujeres del extremismo de la ideología de género y restableciendo la verdad biológica en el gobierno federal”. El objetivo era simple: acabar con la financiación de la denominada “ideología de género”.
El memorándum facilitaba once directrices. Una de ellas ordenaba retirar cualquier contenido que promoviera esta “ideología”. En 48 horas, el Departamento de Salud y Servicios Humanos purgó gran cantidad de información científica de las webs de sus agencias. Las páginas de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades y de los Institutos Nacionales de Salud (CDC y NIH, respectivamente, por sus siglas en inglés) dejaron de mostrar temas como el VIH, la salud reproductiva o la identidad de género. Más de 8.000 páginas desaparecieron, 3.000 solo del sitio de los CDC.

Científicos, estudiantes y otros colectivos durante una manifestación para protestar contra los recortes en investigación y la postura de Trump sobre el cambio climático
En la era digital, el conocimiento es volátil. Si se borra una página o se cierra un dominio, puede parecer que nunca existió. Esto impacta no solo el acceso a información verificada y comprensible para el público, sino también la memoria colectiva. Este fue el primer paso de un esfuerzo de censura doméstica que continuó con la revisión de todos los programas, becas y contratos financiados con fondos federales. Aquellos acusados de promover “la ideología de género” fueron cancelados. Esto se siguió de recortes a los principales organismos financiadores de investigación, como la Fundación Nacional de Ciencias y los NIH, cuyos presupuestos se reducirán un 56% y un 40%, respectivamente.
En su propuesta de presupuestos para 2026, recientemente aprobada, el presidente no se esconde: quiere limitar la financiación para “clima, energía limpia, ciencias sociales “woke”, ciencias del comportamiento, economía y otros programas en áreas científicas de baja prioridad”. El recorte ascenderá a casi 5.000 millones de dólares. En mayo, la Fundación Nacional de Ciencias había cancelado cerca de 1.500 becas, según Nature.
Estamos ante la autodefenestración de un país que solía estar a la vanguardia de la ciencia y la salud global
Esta zancadilla a la ciencia no queda limitada a sus fronteras. La guillotina ha caído sobre la agencia de ayuda al desarrollo, USAID. Esto, que ya se vaticina como una de las decisiones más letales para la humanidad de la historia reciente, también hará peligrar avances científicos de importancia crítica como los ensayos clínicos de una vacuna frente al VIH en Sudáfrica. Al menos otros dos grandes estudios con el mismo propósito han perdido su financiación federal. Si no se restablece, el desarrollo de una vacuna podría verse retrasado hasta una década. Mientras tanto, el VIH sigue infectando a más de un millón de personas al año.
En la carrera por la desactivación del debate público basado en hechos, el siguiente paso lógico es difuminar la línea entre la verdad y la mentira, para lo que Trump ha encontrado aliados inestimables en Silicon Valley. El rol protagonista de Elon Musk en la descapitalización de los esfuerzos científicos y de cooperación del país es indiscutible. Al adquirir X (antes Twitter), también ha limitado la visibilidad de medios tradicionales y promovido contenido polémico mediante la monetización por interacción. Por su parte, Mark Zuckerberg ha anunciado el fin del programa de verificación de información de Meta, matriz de Facebook e Instagram. Si algo demostró la pandemia, es que las redes sociales son el vehículo perfecto para manipular la opinión pública en temas de salud. El fin de la verificación es gasolina para el fuego ya descontrolado de esta quema de libros virtual.
El debilitamiento deliberado de la ciencia compromete la capacidad de respuesta ante emergencias sanitarias
Una vez que la verdad ya no es del todo diferenciable, el terreno está allanado para institucionalizar la mentira. Hombres de confianza designados en puestos de alto nivel son cómplices y verdugos. Robert F. Kennedy Jr., actual secretario de Salud y conocido antivacunas, despidió a los 17 miembros del Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización. Dos días después, nombró a ocho nuevos miembros, algunos reconocidos escépticos de la inmunización. Así, la confianza en la salud pública se resquebraja ante los envites de esta nueva contra ilustración radical. El debilitamiento deliberado de la ciencia compromete la capacidad de respuesta ante emergencias sanitarias.
Llegado este punto, la ofensiva está tan avanzada que cuesta imaginar una contra. Quizás solo podamos quedamos mirando, como un accidente a cámara lenta, la auto-defenestración de un país que solía estar a la vanguardia de la ciencia y la salud global, y esperar que no nos lleve por delante. Las acciones de Trump y sus matones resuenan como ecos de un aullido familiar con el que esperábamos no tener que volver a encontrarnos: ¡Viva la muerte, muera la inteligencia!