Iglesias feas, salones multiusos

En la película La chaqueta metálica, el sargento Hardman le dice a un soldado: “Eres tan feo que podrías estar en un museo de Arte Moderno”. Es una sensación generalizada que en buena parte de lo que llaman arte “moderno” o “contemporáneo” impera el feísmo, aparte de que no son pocos los convencidos de que tras supuestas originalidades y audacias hay mucho fraude.

El feísmo llegó también al campo religioso. Empezando con que muchas iglesias ya no parecen iglesias. Merece la pena preguntarse cómo es posible que una gran parte de los templos cristianos construidos en las últimas décadas sean feos. Objetivamente antiestéticos. Más importante aún: la arquitectura del edificio y lo allí instalado no ayuda a la liturgia, ni invita a la oración, ni a la reflexión sobre los misterios de la fe, ni a la unión con Dios.

Gran parte de los templos cristianos construidos en las últimas décadas son feos; la arquitectura del edificio y lo allí instalado no ayuda a la liturgia, ni invita a la oración o a la unión con Dios

En las jornadas del Observatorio de lo Invisible que se han realizado en el mes de julio en El Escorial, “El Niño de Elche”, artista interdisciplinar que es a la vez provocador y capaz de aunar diversas propuestas, un hombre que se declaraba fuera de la religión y de la Iglesia, afirmaba que, en belleza, la Iglesia atravesaba su peor momento y se preguntaba públicamente porque los templos (modernos) son estéticamente tan horribles.

No es una cuestión puramente retórica. En la construcción y mantenimiento de los edificios influyen indudablemente los límites económicos, pero no es la única razón. El arzobispo Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal, reconocía en el mismo debate que es una gran cuestión, y argumentó que diversos factores han contribuido a ello. “Uno de los más importantes, dijo, es cómo se acoge la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Se buscaba que el pueblo pudiera vivir la liturgia de cerca. A la vez se produjo la explosión de la cultura pop: es una época en España donde se produce una movilización de la población, cuando crecen los barrios de nuestras ciudades y hay que buscar un lugar en que poderse encontrar. Por eso la Iglesia pone el acento en la encarnación en los barrios populares antes que en cuidado estético”. Añadió que tal giro “ya se está revirtiendo”.

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Sin duda se ha producido un gran cambio. Históricamente, y por principio, el templo fue para los creyentes el lugar donde habita Dios. El fiel sabía hacia dónde mirar: el sagrario, los altares con imágenes bellas, el pórtico, el retablo, la bóveda, las vidrieras. Todo ello estaba concebido como teología en piedra, en madera policromada o incluso en cristal, como un catecismo en imágenes. Ahí están las maravillosas catedrales y una multitud de otros edificios religiosos. En los últimos tiempos, sin embargo, muchos templos son simplemente un recinto funcional en los que uno no sabe hacia dónde mirar. Y, por supuesto, mucho menos qué venerar o adorar.

Es muy cierto que, hoylos medios para la transmisión de los contenidos de la fe pueden ser muy diversos de los de otros períodos, que puede hacerse también con audiovisuales que llegan a los hogares, o que hay redes sociales, y que pueden hacerlo los influencers como se ha visto hace pocos días en el Jubileo de estos en Roma, pero ello no significa que deba quitarse dignidad a los templos. Más aún, lo más lógico sería reforzarla porque allí está el centro, el lugar especial de encuentro con Dios. San Juan Pablo II dijo: “La Iglesia necesita el arte para hacer perceptible y comprensible el mundo del espíritu”.

Antes el fiel sabía hacia dónde mirar: el sagrario, los altares con imágenes bellas, el pórtico, el retablo, la bóveda, las vidrieras

El asunto va mucho más allá de lo estético: deriva de la concepción que se tiene de la fe, del sentido espiritual. Muestra de ello es que en aquellas comunidades religiosas o de laicos que procuran vivir seriamente cara a Dios, el templo, aunque no sea más que una pequeña capilla u oratorio, ocupa el mejor lugar de la casa y es cuidado con primor. Quizás es todo muy sencillo, pero en el centro está el sagrario, y la cruz, acompañados de alguna imagen de la Virgen o de algún santo. Hecho con primor, procurando la máxima dignidad. Lo hacen así quienes tienen el convencimiento de que allí está Dios, que es el lugar del sacrifico eucarístico y de adoración, y por ello vuelcan lo mejor que pueden. Parten del principio de que no es solo ni prioritariamente un espacio de encuentro con otras personas, lo cual que puede hacerse perfectamente en muchos otros sitios.

Tanta iglesia aséptica muestra en el fondo falta de fe, de convencimiento de que aquel lugar es la casa de Dios. Como mínimo, es manifestación de una fe superficial y de que el lugar se ha pensado más como espacio de reunión y salón multiusos, sin percatarse que para ello ya está la sala de actos, el centro cívico o el club social. 

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