El aumento de temperaturas que se deriva del cambio climático afecta al rendimiento de los cultivos pero también a su contenido nutricional. Y no para bien. Los resultados de las primeras investigaciones sobre el impacto del cambio climático en la producción alimentaria revelan alteraciones en el contenido de nutrientes de frutas y verduras con consecuencias para la dieta y la salud de las personas.
Pruebas realizadas con verduras de hoja verde tan populares como la col rizada, la rúcula o la espinaca muestran que la combinación de altos niveles de CO2 y de temperaturas más altas reduce la presencia de minerales clave como el calcio y de ciertos compuestos antioxidantes en su composición. También se detecta un aumento de la concentración de azúcares, lo que en conjunto se traduce en unas verduras con un contenido nutricional menos saludable.
Las investigaciones revelan menos presencia de vitaminas, de minerales, de antioxidantes y de fibra, y más azúcares
Y algo similar ocurre con la frutas. Cultivados a las temperaturas que se prevén para final de siglo, melocotones, fresas y cítricos pierden vitamina C y minerales como calcio, potasio, magnesio y zinc al tiempo que aumenta la proporción de azúcares simples como la fructosa y la glucosa. Y también presentan menos antioxidantes y menos cantidad fibra en su composición.
Celia M. Cantín, investigadora del grupo nutrición y poscosecha de cultivos frutales en la Estación Experimental Aula Dei-CSIC, tiene en marcha -en colaboración con colegas del IRTA–, el proyecto WarmPeach para estudiar cómo afecta al cultivo del melocotón el cambio climático. Para ello han montado cámaras de calentamiento en los campos de frutales de modo que algunos árboles estén a cuatro grados más que el resto, porque ese es el aumento de temperatura que se pronostica para finales de siglo en Aragón y Lleida, las principales zonas productoras.
Cultivos dentro de una cámara de calentamiento de las utilizadas en el proyecto WarmPeach del IRTA Fruitcentre y la Estación Experimental de Aula Dei-CSIC
“Vamos comparando las variables agronómicas y nutricionales de unos y otros a lo largo del desarrollo del fruto, y lo que hemos visto, por ahora, son cuatro efectos relacionados con nutrientes esenciales derivados de la alteración de la fotosíntesis y también cambios en la calidad organoléptica respecto al sabor y a la textura”, explica.
Según Cantín, uno de los efectos inesperados ha sido la pérdida de antioxidantes. “Nos sorprendió porque normalmente las plantas sometidas a estrés aumentan la producción de antioxidantes, pero hemos visto que, cultivados a más temperatura, se reduce la presencia de polifenoles, flavonoides y antocianinas (los considerados más saludables) en los melocotones”, resume la investigadora.
También han constatado una reducción de vitaminas termosensibles, como la C. “El melocotón no es que tenga mucha, pero se ha visto que también merma la vitamina C en los cítricos y en las fresas, de las que sí es un nutriente esencial”, apunta.
La planta cierra estomas y eso afecta a la raíz, que absorbe menos nutrientes, y no llegan al fruto tantos minerales
Otra de las pérdidas nutricionales derivada del cambio climático hace referencia a los minerales. Los melocotones de los árboles sobrecalentados tienen menos calcio, potasio, magnesio y zinc. “Con más temperatura, la planta cierra estomas (las estructuras con las que intercambia gases con la atmósfera) para evitar la deshidratación y eso afecta a la raiz, que absorbe menos nutrientes provocando que no lleguen al fruto tantos minerales”, justifica la investigadora del CSIC.
Añade que ese cierre de estomas también provoca que la planta haga menos fotosíntesis, genere menos azúcares complejos y disponga de menos moléculas de carbono para acabar produciendo antioxidantes y fibra, que son otros dos nutrientes importantes para la salud humana.
En cambio, los análisis muestran una mayor presencia de azúcares simples, de modo que se modifica el equilibrio sensorial entre el dulzor y acidez de la fruta. Y además del sabor, añade Cantín, la pérdida de fibra y el aumento de azúcares también cambia la textura y acelera la maduración. “Con temperaturas más altas, la firmeza y la crocancia de la manzanas disminuye muchísimo”, ejemplifica.
Plantas de espinaca, rúcula y col rizada cultivadas en condiciones de cambio climático
Por lo que respecta a las verduras, los efectos son bastante similares. Jiata Ugwah Ekele, doctoranda de la Universidad John Moores de Liverpool que ha evaluado marcadores fotosintéticos, el rendimiento y la calidad nutricional de coles, plantas de rúcula y de espinaca cultivadas en condiciones de cambio climático, explicó al presentar los primeros resultados de su trabajo que, “tras un tiempo, los cultivos mostraron una reducción de minerales clave como el calcio y de ciertos compuestos antioxidantes”, así como una mayor concentración de azúcares y una mayor dilución de proteínas. “Este desequilibrio podría contribuir a dietas más calóricas, pero con un valor nutricional más bajo”, advirtió.
Un mayor contenido de azúcar, especialmente en frutas y verduras, podría aumentar el riesgo de obesidad y de diabetes tipo 2
Jiata Ugwah Ekele, que presentó su trabajo en la conferencia anual de la Sociedad de Biología Experimental celebrada en Amberes el pasado mes de julio, enfatizó que el desequilibrio nutricional que el cambio climático va a provocar en los cultivos tiene graves consecuencias para la salud de las personas.
“Un mayor contenido de azúcar en los cultivos, especialmente en frutas y verduras, podría aumentar el riesgo de obesidad y de diabetes tipo 2, sobre todo en quienes ya padecen enfermedades no transmisibles”, explica Ekele.
Y añade que, además de contribuir a dietas más calóricas, esas frutas y verduras tendrán un valor nutricional más bajo que puede provocar déficits de proteínas y de vitaminas que comprometan el sistema inmunitario o agraven enfermedades en personas vulnerables.
