Esperanza contra el “monstruo” de Jarilla: el incendio podría darse hoy por “consolidado”

España en llamas

Las hectáreas quemadas ascienden a 16.800 en un radio de 165 kilómetros, pero la presidenta Guardiola confía en un cambio en la situación

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Hasta 500 efectivos trabajaban en tareas de extinción

Se abre una ventana de esperanza en la extinción del “monstruo” de Jarilla, como llaman los cacereños al mayor incendio del siglo que se originó hace nueve días por un rayo. En un momento en el que las hectáreas quemadas ascienden a 16.800 en un radio de 165 kilómetros, la presidenta de Extremadura, María Guardiola, ha informado de que confían en que el fuego se pueda dar por “consolidado” este mismo jueves, tras una madrugada en la que el viento parece que ha jugado en favor de las labores de contención. “Me encantaría poder darle esta tarde buenas noticias”, ha dicho la líder autonómica.

Durante esta jueves por la mañana, que es clave, se mantiene el nivel 2 e intervienen 481 efectivos, 26 unidades de bomberos forestales, 19 medios aéreos, 8 maquinaria pesada, 6 agentes, 6 técnicos de la Diputación de Cáceres, de la UME, de Miteco, de otras comunidades autónomas, la Guardia Civil, Cruz Roja, efectivos del 112 y bomberos procedentes de República Checa, Alemania y Eslovaquia.

Esta situación llega después de que los vecinos de La Garganta, el pueblo a mayor altitud del Valle del Ambroz (Cáceres), se acostaron la noche del martes con el pronóstico de que la extinción del incendio de Jarilla –apodado “el monstruo” por su devastadora huella– entraba en fase favorable. La ola de calor llegó a su fin, la humedad en la zona alcanzaba el 70% y la temperatura mínima al amanecer marcaría los 13 grados. “Me fui a la cama pensando ‘joder, hemos estado trabajando a lo tonto’, después de tres días ayudando sin parar”, cuenta el alcalde Juan González en referencia al enorme cortafuegos de seis kilómetros de largo y 70 metros de ancho que los habitantes de este pueblo habían realizado ante el temor de que las llamas llegasen a las viviendas.

“Hoy no pienso lo mismo. Menos mal que movilizamos todo lo que estuvo a nuestro alcance”, reconoce el regidor municipal en una conversación interrumpida por las llamadas pidiendo información: La Garganta acababa de ser puesta en prealerta de evacuación después de una madrugada en la que el viento reactivó varios focos que parecían controlados.

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Área quemada en el municipio de Jarilla

EFE

El mega incendio de Jarilla, originado el martes 12 de agosto por un rayo, seguía ayer dividido en dos frentes: el que cruzó a la provincia de Salamanca, que evolucionaba de manera positiva, y el que arrasa tierras cacereñas, amenazando el Valle del Jerte, con zonas completamente inaccesibles para los medios terrestres. Hasta 500 efectivos trabajaban en tareas de extinción: 24 unidades forestales, 26 medios aéreos, militares de la UME, efectivos de seis comunidades autónomas –incluida Catalunya– y bomberos de Eslovaquia y Alemania. “La noche ha sido de gravedad, con una virulencia que no se esperaba”, aseguró tras la primera reunión del día del centro de coordinación el consejero de Presidencia de la Junta de Extremadura, Abel Bautista, quien avisó a los vecinos de La Garganta de que tuviesen su maleta lista. También informó de que se estudiaba el confinamiento de Hervás, donde sus habitantes aprovecharon el día para hacer acopio con la mascarilla en la cara; una estampa de tiempos de pandemia.

A media mañana, en La Garganta el traqueteo de maletas por las empinadas calles de adoquines, de los que se iban sin esperar al botón verde de la evacuación, se mezclaba con los aplausos a los vehículos contra incendios que cruzaban las calles rumbo a la línea de defensa, cada vez más próxima al pueblo. Elena Moreno, pese al ambiente irrespirable que lo inunda todo, salió a dar un paseo al amanecer, pero pronto se percató de que las llamas avanzaban hacia el pueblo en el que nació; al que vuelve cada verano como la mayoría de vecinos que hacen triplicar los meses estivales los 353 habitantes censados. “Era una hilera con muchísimo humo, una lengua que se adelantaba muy rápido”, detalla. Se suma a la conversación otra Elena; se apellida Barroso. También de esa generación que se marchó a la ciudad, pero que ahora regresa al pueblo para que sus hijos se reencuentren con los abuelos. “Si entra en el Valle (del Ambroz), donde solo hay maleza, estamos perdidos”, avisa señalando hacia un cielo gris en el que cuesta contar cuántos helicópteros lanzan agua sobre la vegetación.

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 Ropa tendida cerca de un área quemada por el incendio de Jarilla

EFE

En la plaza del Ayuntamiento, donde un autobús llegó para el plan de evacuación, los Paporros, como se conocen a los nacidos en La Garganta, no paraban de mirar sus móviles. Y no solo a la espera de una posible alerta, sino porque un buen número de allegados estaba en segunda línea de fuego, en tareas de apoyo. Se pasan la mayor parte del día incomunicados, puesto que se impone la obligación de apagar los teléfonos para no interferir en las comunicaciones. Otra vecina, que dice preferir no dar su nombre mientras organiza que agua y bocadillos lleguen a los voluntarios, narra que su marido ha salido corriendo para trasladar a su ganado al Corral de los Lobos, una de las zonas más altas del municipio.

Nacho Toledo, que vive durante el resto del año Madrid, se conoce las lomas de las montañas que rodean La Garganta como la palma de su mano. Le vieron crecer. De ahí, el tono de preocupación con el que explica que la masa forestal que hace años estaba limpia, ahora está sin cuidar: uno, por la falta, cada vez más acusada, de personas dedicadas a la agricultura y ganadería en la zona; dos, por las excesivas restricciones medioambientales.

Las autoridades tienen miedo a que este mensaje cale. Ayer el Gobierno de Extremadura volvió a llamar a la prudencia después de que varios vecinos de Jerte, ante el temor de que sus cultivos fuesen abrasados, prendieron fuego a las ramas secas de sus cerezos provocando que varios bomberos quedasen bloqueados, en lo que pudo ser una auténtica tragedia.

Finalmente la alerta de evacuación no llegó ayer. Pero los vecinos no deshicieron sus maletas. No se fían de los pronósticos. Dicen que su esperanza solo la guía la fuerza del viento, que esperan que de calme al “monstruo” de Jarilla.

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