La inmigración ha dejado ser un fenómeno coyuntural en España para formar parte de la estructura de la sociedad española. Entre otras razones, porque el 36% de la población menor de 20 años tiene al menos un progenitor nacido en el extranjero, porcentaje que sube al 39% si el foco se pone en la población infantil, en los menores de 5 años. Y el grueso de esos niños y jóvenes ya son nacidos en España. No obstante, nacer en los mismos hospitales no les asimila al resto de sus coetáneos; sus oportunidades educativas y laborales son inferiores a las de los jóvenes con padres autóctonos, en especial cuando los suyos son originarios de África o Sudamérica.
Así se desprende del informe titulado “De hijos de inmigrantes a protagonistas sociales: la segunda generación en España” que acaba de publicar Funcas (centro dedicado a la investigación económica y social) y que revela las brechas existentes en el ámbito educativo y laboral.
Héctor Cebolla, investigador en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía (IEGD) del CSIC, subraya que, en realidad, los hijos de los inmigrantes que nacen en España ya llegan al mundo con cierta desventaja “perinatal”, como mayor riesgo de muy bajo peso al nacer, de macrosomía y de prematuridad respecto a los hijos de los autóctonos, “diferencias que ganan relevancia a lo largo del ciclo vital tanto en términos de salud como en otros aspectos relacionados con el logro”.
Y esas desventajas iniciales no se compensan a lo largo de su escolarización. Las puntuaciones en test cognitivos muestran peores resultados -en especial en ciencias, matemáticas y comprensión lectora- entre los estudiantes de la segunda generación de inmigrantes, que, por otra parte, acceden a la universidad en menor proporción que los estudiantes con padres nacidos en España (28% frente a 43%), remarca Cebolla en el artículo publicado por Funcas.
Y como la educación universitaria aumenta y mejora la probabilidad de estar empleado, eso repercute también en sus oportunidades laborales, donde los hijos de nativos de nuevo tienen una clara ventaja. Según el estudio, sólo el 18% de los hijos de inmigrantes ha alcanzado puestos de trabajo cualificados (en empleos no manuales como gerentes o profesionales) en su adultez temprana, porcentaje que asciende al 27% entre los hijos de padres nacidos en España.
Los hijos de inmigrantes tienen mayores dificultades para acceder a trabajos cualificados, según el informe de Funcas
No obstante, hay claras diferencias en función del nivel educativo de los padres y, sobre todo, de su procedencia. Así, el 47% de jóvenes de padres argentinos y el 48% de los de venezolanos han logrado cursar estudios universitarios, pero solo el 19% de hijos de ecuatorianos y el 22% de filipinos tienen ese nivel formativo. Y en ámbito laboral las diferencias por origen de los padres también son significativas: más del 30% de hijos de europeos occidentales tiene trabajos cualificados, frente al 9% de los hijos de ecuatorianos y el 10% delos de filipinos.
El sociólogo y profesor de la UNED Jacobo Muñoz, que ha coordinado el informe de Funcas, destaca que esta desventaja laboral de los hijos de inmigrantes es menor en el caso de las chicas. “Las mujeres de segunda generación logran una asimilación más favorable que los hombres, acercándose en mayor medida a los resultados de la población autóctona”, apunta. También llama la atención sobre el hecho de que, en el caso de las familias de origen latinoamericano, tanto los hombres como las mujeres de la segunda generación logran mejores empleos que los inmigrantes de primera generación.
Las mujeres de segunda generación logran una asimilación más favorable, acercándose más a la población autóctona
El monográfico publicado por Funcas también evidencia diferencias demográficas y sociológicas significativas entre los inmigrantes de primera y de segunda generación en España. La socióloga y economista María Miyar llama la atención, por ejemplo, sobre el elevado peso que adquieren, en la segunda generación, quienes tienen dos progenitores de Marruecos, que son un tercio del total, frente al 16% en el caso de la primera generación. Y lo mismo ocurre con los descendientes del resto de países africanos, cuyo peso aumenta desde el 3% en la primera generación hasta el 7% en la segunda.
Los sociólogos Alejandro Portes y Rosa Aparicio, por su parte, ponen de manifiesto el diferente sentimiento de integración: los hijos de inmigrantes se dividen a partes iguales entre los que se autoidentifican como españoles y los que no, pero hay una clara diferencia entre aquellos que han nacido en España y los que llegaron del extranjero a edades tempranas. Entre los primeros, que constituyen la segunda generación propiamente dicha, el 82% se identifica como español, porcentaje que cabe al 40% entre los segundos.
El informe se completa con un análisis de con quién se emparejan las personas de origen inmigrante que viven en España, entendiéndolo como indicador de mayor integración. Según datos de 2021, las uniones mixtas con autóctonos son más frecuentes entre los descendientes de inmigrantes que entre los de primera generación, sobre todo cuando tienen mayor nivel educativo. Pero existen diferencias notables según el origen: la población de origen europeo y americano son las que más se emparejan con personas cuyos padres nacieron en España, mientras que la de origen africano y asiático son las que menos.


