La prohibición de los móviles en las aulas se ha convertido en una de las escasas políticas bipartidistas aplicadas en Estados Unidos. Con el inicio del curso escolar, millones de estudiantes de 17 estados, desde Nueva York hasta Kentucky, tendrán prohibido llevar teléfonos a las aulas; con ello, se eleva a 35 el número total de estados con leyes o normas de este tipo. Y Estados Unidos no es una excepción. Por todo el planeta, se están promulgando o proponiendo prohibiciones sobre los teléfonos en al menos el 40% de los sistemas educativos nacionales con el objetivo fomentar la concentración de los estudiantes. Sin embargo, aunque crece el impulso político para mantener las aulas como espacios libres de teléfonos, los investigadores han señalado que las pruebas científicas en respaldo de los beneficios de semejante medida son escasas: unos pocos estudios a pequeña escala y con diseños diferentes arrojaban resultados dispares.
Ahora, un nuevo trabajo realizado por Alp Sungu, profesor de la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania, junto con sus colaboradores, ofrece pruebas claras a partir del primer estudio controlado aleatorizado a gran escala. Se trata de una investigación innovadora, afirma Anne Maheux, experta en desarrollo adolescente de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, y ofrece “pruebas causales sólidas” de que la prohibición de los teléfonos mejora los resultados en el aula.
El estudio era ambicioso. En diez instituciones de educación superior de la India, 16.955 alumnos que cursaban 2.000 asignaturas fueron asignados aleatoriamente a aulas en las que tenían o no tenían que entregar sus teléfonos móviles. Los estudiantes sin teléfonos obtuvieron mejores resultados académicos. El aumento fue mayor entre los estudiantes de primer año con bajo rendimiento y que estudiaban materias no relacionadas con las ciencias y las matemáticas. La mejora media fue del orden de 0,086 en las desviaciones típicas de la nota media. Se trata de una cifra pequeña, pero la mayoría de las intervenciones educativas tienen efectos pequeños. A modo de comparación, es similar a “cambiar a un profesor normal por uno muy bueno” durante un trimestre, afirma Sungu.
En los estudiantes de bajo rendimiento las notas mejoran sin el móvil, mientras que para los más talentosos la diferencia es marginal
Eso podría marcar la diferencia entre aprobar y suspender, así como reducir las tasas de abandono escolar y aumentar con el tiempo las tasas de graduación, afirma Louis-Philippe Beland, economista de la Universidad de Carleton en Ontario, autor de un influyente estudio sobre la prohibición de los teléfonos en Gran Bretaña. “Para los estudiantes con bajo rendimiento, incluso las diferencias modestas pueden ser muy importantes”, afirma. En el caso de los estudiantes más talentosos, disponer de un teléfono no supuso ninguna diferencia o fue ligeramente positivo.
El nuevo estudio no pondrá fin a la polémica sobre los teléfonos en las escuelas. El debate tiene lugar en entornos socioeconómicos de lo más diversos, desde los países ricos del norte de Europa hasta las ciudades saturadas de móviles del mundo en desarrollo y que presentan enormes diferencias en relación don las oportunidades de aprendizaje, la presión de los compañeros y la tentación de las distracciones en línea. El nuevo estudio se limita a la India, un país con unas disparidades culturales que hacen que los resultados quizás sean excepcionales. Los hallazgos obtenidos en un grupo de edad no se aplican de modo necesario a otros. Además, los beneficios de la prohibición en el aula son especialmente visibles en las clases no relacionadas con las ciencias, por razones acerca de las cuales los autores sólo pueden especular.

Dos jóvenes consultan sus móviles
De todos modos, ese estudio controlado aleatorizado (un diseño de investigación que se considera un estándar en ciencias sociales) coincide con algunos trabajos anteriores que identificaron efectos similares en otros contextos y otros grupos de edad. Según algunos estudios a pequeña escala realizados en Noruega con alumnos en los primeros años de adolescencia y con alumnos de secundaria en Gran Bretaña, la prohibición de los teléfonos móviles supuso una mejora académica para los alumnos con dificultades económicas y bajo rendimiento.
El estudio de Sungu y sus colaboradores también ha puesto de manifiesto que la prohibición creaba un entorno más propicio para el aprendizaje. Las inspecciones aleatorias en las aulas revelaron que había menos charlas y comportamientos disruptivos entre los alumnos. En las aulas sin teléfonos, incluso los profesores utilizaban menos sus propios dispositivos (de entrada, ¿de dónde sacar el tiempo para hacerlo?) y también se involucraban más con los alumnos. Además, cabe tener en cuenta que la eliminación de los teléfonos reduce las posibilidades de copiar. En una encuesta realizada en 2017 a estudiantes de secundaria de Estados Unidos, Canadá, Australia y el Reino Unido, casi un tercio de los alumnos estadounidenses afirmaron utilizar teléfonos u otros dispositivos para copiar.
Las prohibiciones son fáciles de aplicar, no requieren formación y suponen una inversión mínima o nula. Quizás lo más importante es que muchos alumnos son capaces de ver sus ventajas. Una vez vivida la exclusión de los móviles durante un trimestre, los estudiantes del estudio indio se mostraron un 20% más propensos a apoyar las prohibiciones; y los mayores aumentos hacían referencia a la aprobación de la opción política más restrictiva, las aulas sin teléfonos.
Ahora bien, incluso si la prohibición de los móviles se convierte en una política casi universal y basada en pruebas, siguen existiendo las tabletas y los ordenadores portátiles; unos dispositivos destinados a servir de ayuda para la enseñanza en el aula, pero que ofrecen muchas de las mismas tentaciones de distracción. Algunos estudios sobre el uso de ordenadores en las aulas universitarias de Estados Unidos han mostrado una disminución de las calificaciones y los resultados de los exámenes. Esas puertas de entrada alternativas a la llamada “ciberpereza” (la pérdida de tiempo provocada por las distracciones digitales) pueden ayudar a explicar la ausencia de efecto de la prohibición en un estudio cuasi experimental en las escuelas secundarias suecas. Según los autores, la tecnología digital está muy integrada en la enseñanza en la educación sueca, por lo que aplicar una prohibición en ese contexto “podría ser ineficaz”. Las escuelas estadounidenses deberían tomar nota.
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Traducción: Juan Gabriel López Guix