El grito de auxilio de Eugenia: “Ella quería irse de este mundo, pero sin dejar a su hija con autismo”

Conmoción en La Palma de Gran Canaria

Eugenia claudicó e intentó suicidarse junto a su hija de 32 años y con autismo severo, a la que mató

La muerte de Rebeca destapa la soledad y la falta de apoyos de las madres de hijos con discapacidad

Fotos Eugenia Páiz

Eugenia Páiz, de 52 años,y su hija Rebeca, de 32, diagnosticada de un trastorno del espectro autista severo

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“Las calles se han hecho más estrechas y hay que abrirlas con las manos”. Estas palabras junto a una tierna foto con su “siamesa”, su hija Rebeca, fue el último mensaje que colgó Eugenia Páiz en redes sociales dos días antes de intentar suicidarse junto a su hija en la isla de La Palma. Fue una especie de grito de desesperación, de reclamo de auxilio y de ayuda que nadie supo ver ni entender.

Su hija, diagnosticada de un trastorno del espectro autista severo y de 32 años fue hallada muerta el pasado martes junto a su madre, a la que encontraron semiinconsciente y que, hasta ayer, seguía ingresada en el Hospital Universitario de La Palma. Ambas habían inhalado gas butano que la madre había dejado escapar de forma premeditada para acabar con su vida, de poner fin a un largo camino de dolor.

“Eugenia quería irse de este mundo pero no quería dejar atrás a su hija, totalmente dependiente de ella, sin futuro en una sociedad injusta y cruel y a quien no tenía a quien encomendársela”, asegura la escritora y Premio Canarias de Literatura, Elsa López, amiga personal de Eugenia. A su otro hijo, que hoy tiene 19 años, estudia en Tenerife y tiene una vida plena, no se lo llevó con ella pero a Rebeca sí, convencida de que sola no podría vivir en este mundo. “Eugenia quería descansar y poner fin a una vida de frustración”, señala.

Esta mujer lleva 32 años batallando por la integración y los derechos de personas como su hija

El fallecimiento de Rebeca de esta forma tan dramática ha enmudecido a los palmeros y encogido el corazón de todos los que conocían a Eugenia y a su otra mitad, su hija, y tratan de entender qué ocurrió. Detrás del silencio se esconde la culpa de muchos de ellos que no supieron ver a tiempo que aquella mujer “luchadora” y que se ponía el mundo por montera para batallar por los derechos de su hija y lograr que tuviera una vida plena en una sociedad “repleta de hipocresía” –como ella misma decía–, estaba rota por dentro. “Fue una luchadora y por eso probablemente actuó así. Se dio cuenta que era imposible avanzar en una sociedad a la que le importan un comino las enfermedades mentales y la discapacidad y que lo único que hace es cambiar el nombre para no asustarnos”, indica López. A su juicio, lo que ha ocurrido con Rebeca deja en evidencia la “impotencia” de las madres que tienen hijos que sufren este tipo de enfermedades por la falta de apoyo que reciben.

Eugenia Páiz, de 52 años, tuvo a Rebeca con solo 19. Su entonces pareja dejó la relación en el hospital el día que les dieron el diagnóstico de autismo de la niña. Años después el joven murió de forma dramática. Desde entonces y hasta ahora, Eugenia no había hecho otra cosa que tirar para adelante con su hija sin ningún tipo de apoyo familiar. “Solo Eugenia sabe lo que ha vivido y cómo ha tirado de ese carro, cómo ha querido y cuidado a esa niña que se autolesionaba y que muchos días requería que la ataran para que no se hiciera daño”, explica Elsa López.

Rebeca y su madre, Eugenia Páiz, en una fotografía reciente

Rebeca y su madre, Eugenia Páiz, en una fotografía reciente. 

LVG

Muy conocida en la isla, donde ha desarrollado su carrera profesional en los medios de comunicación, Eugenia ha destacado siempre por su trabajo a favor de los discapacitados y sus acciones para lograr una sociedad más justa y solidaria. En redes sociales, en actos públicos y desde el micrófono del medio en el que trabajaba ha dado voz siempre a la discapacidad y ha defendido sus derechos “ampliando las calles que ahora se le estrecharon”.

Eugenia, sin apoyos como cuidadora, quería irse de este mundo pero no dejar atrás a Rebeca, muy dependiente

En el año 2023 y a raíz de una denuncia que presentó contra el centro en el que se encontraba su hija, destapó un caso sangrante de malos tratos y vejaciones que acabó con sentencia firme y una condena al director del centro de tres años y nueve meses de prisión por maltratar a los internos. Ese mismo año Eugenia fue reconocida por una organización cultural de La Palma por su lucha a favor de los discapacitados. Entonces dedicó el premio a su hija, “a mi siamesa, Rebeca, la mujer con alma de niña y la niña con mirada de mujer. Gracias hija por regalarme tus manos y tu mirada para construirnos juntas”, declaró.

Sin embargo, aunque profesionalmente le iba muy bien, a nivel personal Eugenia no tuvo nunca las cosas fáciles, como apuntan amigos de su entorno. Su infancia no fue feliz y tampoco tuvo suerte en el amor. “Siempre tuvo el mundo en contra hasta el punto que llegaba a sentir que todo lo que tenía era un castigo que se merecía. Era una tragedia tras otra”, explica López, que recuerda que Eugenia publicó en 2018 un libro de poemas Expiación, que le sirvió como válvula de escape para sacar fuera todo el dolor que llevaba dentro. “Es una mujer a la que el destino ha estado flagelando constantemente y no ha podido más”, señala López, que destaca que ese destino es el que ahora le ha prorrogado la vida, pero sin su hija. “Es un horror. No va a poder vivir con eso”, manifiesta.

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