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Francesc Torralba: “La muerte de mi hijo cambió mi relación con Dios”

Murió a su lado en la montaña

Teólogo y filósofo, explica en su último libro dónde y de qué manera halló consuelo tras la pérdida de su ser querido

Torralba, fotografiado por 'La Vanguardia' la semana pasada en Barcelona 

LV / Mané Espinosa

En No hi ha paraules (Ara Llibres, 2024), el teólogo y filósofo Francesc Torralba (Barcelona, 1967) explicaba el duro trance por el que una persona transita cuando pierde a un ser querido. En su caso, a su hijo Oriol, que pereció en el 2023 a los 26 años en un accidente de montaña cuando ambos realizaban una travesía. Ahora, en La Paraula que em sosté (Ara Llibres), Torralba narra dónde y cómo ha encontrado consuelo.

Dice en el libro que no sabemos si hay vida después de la muerte. Algunos, como usted, creen que sí. Y añade que la pregunta clave es si la hay después de un proceso de duelo y de qué tipo.

Respecto a la primera cuestión, se trata de una cuestión de fe, por tanto no es algo concluyente ni evidente. La palabra “creer” es muy distinta a “saber”. El que cree, confía que hay una vida plena, una transición hacia un estado de plenitud, aunque desconoce si es así.

¿Y sobre la segunda cuestión?

La respuesta es sí. Hay dos elementos clave. Primero, el tiempo. Y segundo, qué se hace con él. Yo defiendo que el tiempo no lo cura todo, pero el tiempo trabajado, con trabajo espiritual, sí que te permite no superarlo, pero sí asumirlo. Lo que intento expresar en este libro es de qué manera la lectura, la meditación de la Palabra en mayúsculas, es decir, de textos bíblicos, me ha ayudado a hallar consuelo.

La lectura y la meditación de la Palabra en mayúsculas, es decir, de textos bíblicos, me ha ayudado a hallar consuelo”

Afirma que la Palabra de Dios le ha ayudado a superar los episodios de mayor tristeza. ¿Algún mensaje en especial?

El de esperanza. Yo soy teólogo y filósofo, y la principal misión que tiene un teólogo es interpretar la Palabra e intentar comprenderla a medida que la lee y la relee. También ver cómo la han interpretado grandes teólogos a lo largo de la historia. La Palabra contiene muchos matices y mensajes, pero cuando uno se encuentra al lado de un ser querido que ya no está, es decir, del que solo queda su cadáver, esta Palabra promete una vida plena, un encuentro final, y esto naturalmente es una fuente de esperanza. La cuestión es creérsela. Si uno no se la cree, no deja de ser una palabra más.

Meses después de la muerte de su hijo, explicó a este diario que seguía creyendo en Dios, aunque no le entendía. ¿Ha conseguido entenderlo?

Dios es misterio infinito, fuente inagotable de preguntas. No cabe dentro de ningún concepto, no se puede definir ni comprender con la razón humana. Con el tiempo, aprendes a convivir con el misterio, a confiar en su Palabra, y deshaces muchas imágenes de Dios que tienes en la mente, ídolos que construyes con tu imaginación y te quedas con el vacío. A través de ese vacío escuchas su Palabra que da paz y luz, esperanza y sentido.

Profesor de filosofía, confiesa que a él esta disciplina no le ha ayudado para hallar sosiego tras la muerte de su hijo 

LV / Mané Espinosa

¿Ha cambiado su relación con Dios?

La relación con Dios experimenta todo tipo de transformaciones, porque es una relación viva y dinámica. La fe es ese vínculo, y en ese vínculo hay instantes de gran compenetración e instantes de desolación, silencio y noche oscura. Mi relación personal con Dios se ha modificado. He tenido que desprenderme de muchas imágenes de Dios para abrirme a su misterio infinito y amarle sin comprender su lógica.

¿Solo la fe nos puede consolar?

En mi caso ha sido así. En este aspecto sigo mucho a Kierkegaard, que dice que el antídoto a la desesperación es la fe. Y yo lo vivo así. No sé de qué manera una persona que no tiene fe puede hallar consuelo. No lo sé. Explico lo que a mí me va bien. Quizás alguien pueda hallar consuelo en la música, el arte, a lo mejor en la filosofía, o quizás asuma la situación con estoicismo. Lo que ocurre es que la fe hace frontera con la duda, no quiero dar la impresión de que es una especie de evidencia, de ahí que haya que alimentarla.

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¿Su libro puede ayudar a una persona no creyente?

Lo he escrito con esta finalidad. Las palabras que incluye aportan paz. Tengo amigos que van a una liturgia cristiana sin ser creyentes. Siempre hablamos de que hay católicos no practicantes, pues hay practicantes no católicos, y no lo entiendo. Y van al ritual, dicen, porque la música, el silencio y los textos que se leen, les dan paz y les hacen pensar. Para ellos es como un refugio espiritual en un mundo tan ruidoso y acelerado. Yo he escrito este libro con la voluntad de llegar a todo el mundo. Explico con humildad que la lectura y la meditación de la Palabra han sido para mi una fuente de serenidad. ¿Puede no serlo para otra persona? Puede ser, sí. Quizás esta encontrará la calma leyendo el Dhammapada del budismo, o el Tao Te Ching, de Lao Tse, Las meditaciones de Marco Aurelio o el Arte de ser feliz de Schopenhauer.

Explica que no ha encontrado alivio en los filósofos y poetas.

Platón decía que el filósofo es el médico del alma. Frente a un vacío o una pérdida se entiende que la filosofía también tiene esa tarea de ser medicina. No obstante, y yo que me dedico profesionalmente a la filosofía, no he encontrado ese consuelo en ella. Sí sirve para ordenar la mente y el corazón. Pero los filósofos son seres humanos, por lo que estamos en el terreno de las opiniones.

Yo que me dedico profesionalmente a la filosofía, no he encontrado consuelo en ella”

Tampoco halló paz en la poesía.

Los poetas tienen la grandeza de expresar con un verso lo que sentimos en lo más profundo del alma. Yo leo un verso de Màrius Torres y pienso: “Esto es lo que me está pasando”. O uno de Joan Maragall y pienso: “Esto es lo que sientes cuando muere un ser querido”. Pero tampoco te salvan. Y respecto al más allá, también hay una gran diversidad de opciones, por lo que no deja de ser una palabra más. 

A usted le ha ayudado llorar.

Es absolutamente liberador. Hay un texto del Antiguo Testamento que lo dice y que me resultó muy sugerente. Siempre se puede interpretar como una secreción líquida, como un proceso bioquímico, que de hecho lo es, pero de facto, es un proceso que te permite liberar una pena que está enclaustrada dentro de ti. Lo que ocurre es que nos contenemos, nos censuramos, especialmente los hombres. Lloramos solos, a escondidas, encerrados en el lavabo, cuando corremos o estamos caminando solos. ¿Por qué? Porque el llanto, como reír, es contagioso, y no queremos contagiar al otro, no queremos generar lástima y por lo tanto nos secamos las lágrimas. Creo que el que llora es muy audaz frente al otro, porque es una expresión de fragilidad, y de liberación. De hecho, después de llorar uno se siente liberado, e incluso la lágrima causa un cierto placer, porque lo has sacado fuera.