“España va por delante en materia de igualdad, sobre todo en el consentimiento”
Premio Internacional Vanguardia
Entrevista a Caroline Darian, hija de Gisèle Pelicot
Caroline Darian es autora de dos libros sobre cómo su padre violó y ofreció a su mujer, su madre, a otros para que la violaran
Caroline Darian: media melena rubia, gafas sobre la cabeza, jersey rojo de hombros pronunciados, 46 años, voz grave y un nom de plume . Porque lo primero que rompió de su pasado fue el apellido del padre. Enterró el Pelicot para siempre. Y a pesar de utilizar el de su marido –Peryonnet–, quiso forjar uno nuevo a partir de la contracción de los nombres de sus dos hermanos, David y Florian a modo de renovación. La impulsora de la asociación M’endors pas (No me duermas) estuvo el pasado lunes en Barcelona para recibir el premio Internacional en la gala anual de Premios La Vanguardia presidida por el Rey Felipe VI.
Dominique –se refiere a él por su nombre de pila– no utilizaba la deep web para publicar imágenes de su mujer sedada, yaciendo sobre la cama con lencería vulgar como ofrenda gratuita, sino que lo hacía a través de una plataforma de citas entre la infinidad que siguen hoy en órbita. El portal Coco.gg fue clausurado en junio, después del juicio que comenzó en Francia hace justo un año. El caso Pelicot conmocionó al mundo. Hubo 51 acusados –aunque la cifra de los agresores se estima en un centenar– de incontables violaciones, abusos y vejaciones filmadas por la cámara del marido, que poseía más de 20.000 archivos etiquetados por él mismo con el nombre de “abuso”. Un total de 400 años de condena suman los procesados, 20 para Dominique, que tras su encarcelamiento continuaba refiriéndose a Gisèle como “el amor de mi vida”.
Dominique Pelicot
“Para mí es un mezcla de manipulador, narcisista y perverso. Un criminal”
En plena investigación, la policía encontró dos fotografías de su hija con ropa interior que no le pertenecía. Profundamente dormida, algo extraño en una mujer de sueño ligero. Entre los discos de Dominique apareció una carpeta titulada “Mi hija desnuda” donde se hallaron fotomontajes del cuerpo de Gisèle y del suyo. La conmoción de Caroline fue tal que dejó de tragar y dormir, perdió la voz, y acabó ingresada en un psiquiátrico durante 72 horas, para ella infernales. Fue el comienzo de un calvario mediático. Acompañó a su madre a todas las citaciones judiciales, a puerta abierta, al descubierto. De entre sus lecturas feministas escogió la frase “ya es hora de que la vergüenza cambie de lado” que tantas veces pronunciaría su madre durante el proceso. “También es una frase para las víctimas colaterales, que me representa como hija”, dice.
Cinco años después del naufragio familiar, esta directiva de comunicación de una multinacional afirma a La Vanguardia que se ha salvado gracias a su marido y a su hijo, lo más importante para ella, pero también gracias a la lucha de M’endors pas, la oenegé contra la sumisión química que fundó en 2024. Convertir el dolor en causa, hacer visible esa turbia dinámica silenciosa y fatídica, en eso ha consistido su vida de después.
Incredulidad
”¿Cómo pudimos pasar así 10 años? Porque seguro que había señales de las que sospechar”
¿Cómo ha logrado transformar su trauma personal en un combate colectivo?
No lo he hecho sola, he sabido rodearme de bien. Pero, esta historia es muy loca… Cuando descubrí que mi padre utilizó la sumisión química durante años para que una serie de hombres violaran a mi madre bajo nuestro mismo techo, averigüé que se trata de un protocolo utilizado por muchos depredadores sexuales, y que mi padre no es más que uno de tantos. Mi madre y yo fuimos sus víctimas, sí, pero en realidad hay infinidad de víctimas invisibles.
“¿Quién es mi padre?”, se ha preguntado una y otra vez. ¿Tiene la respuesta?
Para mí es un mezcla de manipulador, narcisista, perverso y con una gran falta de empatía como la mayoría de sociópatas. Un adicto al sexo. Con un aplomo brutal para actuar, mentir, para esconder la verdad. Un criminal.
Usted y sus hermanos pensaban que los recurrentes lapsus de su madre podían tener relación con un principio de alzheimer que los médicos negaron. ¿Tampoco tenía problemas ginecológicos?
Tuvo algunas enfermedades de transmisión sexual de las que nunca se supo la procedencia. No me lo explico: ¿Cómo pudimos pasar así diez años? Porque seguro que había señales fisiológicas de las que sospechar… Pero era impensable que fuese su marido quien estaba detrás. En fin, todo esto viene de muy lejos. Es parte de una historia familiar que a mi me explotó en la cara en noviembre de 2020. En estos años he reconstruido los hechos desde diferentes perspectivas una y otra vez, y al intentar entenderlo, me digo: en realidad, provengo de una familia fallida desde su inicio.
Darian cuenta que su abuelo paterno, autoritario y brusco, la avergonzaba de niña. Con su cazadora de cuero y su pendiente, era un déspota con las mujeres, a quienes humillaba constantemente. Al morir su mujer –la abuela paterna de Caroline– tomó como pareja a la niña discapacitada que habían acogido y criado, otra relación incestuosa. Caroline y David eran enviados de vacaciones con el abuelo a Chatillon sûr Indre donde presenciaban cómo Lucile, después de fregar, se sentaba en un columpio y se arrancaba el pelo a puñados.
Lucha
“Elegí transformar lo que pasó en algo que pueda ayudar a otras víctimas”
Dominique nunca fue solvente. La familia se sostenía gracias al salario de Gisèle, y a sucesivos créditos hipotecarios. Incluso llegó a tirar de los ahorros de su hija en una de sus ruinas. “Estoy aquí por tener una familia disfuncional”, afirma Caroline antes de volver a la oscuridad de la sumisión química. “Son casos muy difíciles de identificar y denunciar”. En buena medida porque la inmensa mayoría se produce en el ámbito familiar. En España, el 95%. “Hablamos poco o mal de ello en el espacio público. Pensábamos que la llamada droga del violador, el GHB, solo se relaciona con los jóvenes y la fiesta, cuando no siempre es así. Al investigar junto a profesionales de la salud y víctimas de sumisión química, he descubierto que se trata de una práctica instalada en una sociedad que además echa buena mano de ansiolíticos y somníferos”, señala. “Las violencias sexuales intrafamiliares ocurren en su mayoría en casa. Existe una imagen que hay que combatir: no suele tratarse de desconocidos sino de familiares. En nuestro caso, se dio el peor escenario: mi padre nos hizo eso a mi madre y probablemente a mí”.
Caroline Darian, en el foyer, la noche del lunes en el Palau de Congressos de Catalunya
De eso trata su primer libro, Y dejé de llamarte papá , que en España publicó Seix Barral, un testimonio descarnado en el que se pregunta quién es su padre y si es posible vivir con alguien sin llegar a conocerlo nunca. “Descubrir con 41 años que no conozco en absoluto a mi padre, que resulta ser uno de los grandes depredadores sexuales de la historia capaz de someter al amor de su vida, traicionándola a ella y a sus hijos, no tiene sentido. ¿Cómo pudo fotografiarme desnuda en mi casa, en mi cama sin mi consentimiento? ¿Cómo pudo hacer eso?”
Juicio
“Cuando te enfrentas a tu padre en una corte penal, se te quita el miedo”
Su segundo libro, Para que no se olvide ( Pour que l’on se souvienne (JC Lattès) que saldrá en febrero de 2026 en España, investiga el camino criminal que siguió Dominique Pelicot.
Sí, es una búsqueda de justicia, de verdad, el deseo de hacer algo útil y con sentido, cuando vives algo que no lo tiene. Es un intento de reparación para mí, para las víctimas. Y además, es una tentativa de investigación criminal. Yo no soy periodista, ni investigadora, ni policía, sin embargo, tuve que convertirme en un poco de todo eso. Y es muy difícil, porque cuando estás en este proceso, una parte de ti espera que en algún momento aparezca alguien y te diga: “Escucha, hiciste tu parte. Ahora nosotros nos ocupamos”. Pero nadie dijo: “Nos hacemos cargo”, como en las películas. Y eso es lo más duro, porque te sientes abandonada por completo. Por la justicia, por las instituciones, por el Estado. O te hundes del todo, o haces algo. Yo elegí lo segundo
Usted eligió vivir.
Sí, y elegí transformar lo que pasó en algo que pueda ayudar a otras personas. Porque si solo me quedo con el dolor, con la rabia, con la culpa, con la vergüenza… eso me destruye. Era importante mostrar que es posible levantarse, incluso cuando te han partido por dentro. Y claro que hay días malos, y claro que hay momentos de duda, de angustia. Pero también hay fuerza, hay dignidad y hay futuro.
Hay justicia en el hecho de decir la verdad. De hecho tras el caso Pelicot en Francia aumentaron las denuncias.
Totalmente. La justicia también es tomar la palabra, es contar lo que pasó, ponerle palabras a lo innombrable, porque lo que no se nombra no existe. Y durante mucho tiempo, todo esto estuvo enterrado, silenciado, negado. También hay mucho amor en esto.
Amor por mi madre, por mi hijo, por mí misma y por la vida.
¿Tuvo miedo durante el proceso judicial?
Al principio estaba en guardia: algunos de los acusados eran muy raros. Podían tener palabras y comportamientos que me asustaran. Pero cuando te enfrentas a tu padre en una corte penal, ¿qué quieres? Se me quitó el miedo, aunque el coraje no es la falta de miedo sino el seguir adelante.
Tras el juicio, ha roto la relación con su madre porque ella no acaba de creer que usted también fuera víctima de su padre…
Es importante dejar claro que no hay enfrentamiento entre mi madre y yo, sino distancia. No existe una guerra entre nosotras. Ella ha dado pruebas de un coraje y una dignidad ejemplares, y ante eso no hay oposición posible. Evidentemente, estoy infinitamente triste de haber perdido la relación con ella a lo largo de la batalla que hemos vivido.
Tal vez puedan recuperarla con el tiempo.
Es muy complicado, pero no imposible. Estoy segura de que el tiempo pacificará esta situación. No se trata de polarizar ni oponer. Yo he interpuesto una denuncia a mi padre por sumisión química, y ahora está en trámite. Carezco de vídeos, pero hay muchos indicios y pruebas. Incluso tuve un episodio de salud íntima bastante grave, sin explicación alguna. Mi madre me creyó a medias, y eso me dolió. Me decía que dejara de hacer el ridículo. Y mi padre decidió negarme la verdad.
“No dejaré que transmitas tu perversidad como herencia”, le escribe a su padre, pensando en su hijo. ¿Cómo está ?
Está bien. Ahora tiene algo más de diez años y los hechos ocurrieron cuando tenía cinco. Mientras escribía el libro me preguntaba “¿Llevo el ADN de este criminal sexual?” “¿Cuánto es de hereditario?” “¿Puede heredarlo mi hijo?” Es el poso que la violencia sexual deja en las familias durante varias generaciones. Y por ello he empezado ya a hablar con mi hijo de los límites, del respeto y el consentimiento.
A través de M’endors pas, su organización, ha llevado este debate al Parlamento francés, inspirando propuestas de ley y protocolos de formación a profesionales, tanto policiales como sanitarios. ¿La visibilización de esta epidemia silenciosa como usted la define, es el primer paso?
Absolutamente, pero cualquier movilización de las instituciones políticas en Francia es un proceso lento, sobre todo con la actual inestabilidad de los gobiernos. Cada vez que cambian los ministerios, partimos de cero.
¿Siempre son hombres los agresores?
Sí, parten de una idea muy enferma del sexo, no entiendo la herencia de esta cultura de la violación. El pasado mes de junio, en un viaje a Canadá, la revista Urbana hizo la prueba de publicar un anuncio similar al de Dominique en una web abierta. A los cinco minutos, recibieron más de cien solicitudes de hombres deseosos de violar a una mujer drogada.
¿Y en España, ha seguido algún caso?
España está por delante de Francia en materia de igualdad, especialmente en el tema del consentimiento. Y eso inspira. En Francia todavía no se imparte educación sexual en los colegios. Tampoco aprecio una voluntad política para resolver los asuntos relacionados con las agresiones sexuales.
¿Su marido la ha apoyado en todo este proceso?
Mi marido aceptó que me lanzara a esta causa, que siempre ha considerado una oportunidad sanadora. Él no solo es un gran compañero, sino un padre extraordinario. En una época yo estaba muy ausente, y él jugó también mi papel en casa. Tengo mi propia familia, sí, y es maravilloso, aunque ello no repare la pérdida.
¿Todo esto ha afectado a su vida sexual?
Por supuesto, decir lo contrario sería mentir. Me paralizó. Pero al menos he estado acompañada. Los testimonios que he ido recogiendo de víctimas no reconocidas son brutales, de una soledad desarmante, no hay comprensión. Sus historias no han sido reconocidas ni por su entorno, ni por la justicia, ni por la sociedad. Son mujeres solas.
¿Cuándo consiguió poder volver a tragar alimentos?
No recuerdo exactamente, pero diría que fue cuando me di cuenta que lo que tenía entre manos era, más que una historia dramática, una causa. Agarrarme a mi causa y llevarla al espacio social y político, movilizarme, es lo que me hasalvado. Me ha permitido mantenerme en una realidad soportable. Aunque he perdido el gusto.
¿Qué ha hecho con los recuerdos de su infancia y juventud?
No me importan. Prefiero encerrarlos en un cajón con llave.