El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado o SIBO (por sus siglas en inglés, small intestinal bacterial overgrowth) es un tipo de disbiosis intestinal o desequilibrio de la microbiota del intestino que se caracteriza por el crecimiento anormal de microorganismos comensales (propios) del colon en el intestino delgado, donde normalmente deben estar en una cantidad significativamente menor.
Cuando esto sucede, la fermentación de algunos alimentos, como la fibra vegetal, ocurre precozmente en el proceso digestivo, causando que poco tiempo después de la ingesta de alimentos se produzca un aumento del gas intestinal, que el paciente interpreta como distensión o hinchazón abdominal. Es el síntoma cardinal y más frecuente de los pacientes que cursan esta condición, que ha ido aumentando en las consultas de aparato digestivo en la actualidad y que puede estar asociada a otras condiciones, como el síndrome de intestino irritable.
En la práctica clínica se observa que los pacientes con SIBO pueden presentar fatiga, cansancio y variaciones de peso
Según el gas que predomine en la fermentación bacteriana, se diferencian dos subtipos de SIBO, el productor de hidrógeno y el de metano, que condicionarán a su vez que se asocien otros síntomas, como tendencia a la diarrea o al estreñimiento.
En la práctica clínica se observa que los pacientes con diagnóstico de SIBO pueden presentar otros síntomas, como fatiga, cansancio, variaciones en el peso corporal y alteraciones nutricionales, sin que la relación causal haya podido verificarse explícitamente en la evidencia científica.
La forma más sensible y específica para hacer el diagnóstico es el aspirado yeyunal. Sin embargo, al ser una prueba invasiva, no se practica de forma rutinaria.
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En la práctica clínica se realizan las pruebas de aire espirado con glucosa o lactulosa, que se basan en la ingesta de uno de estos sustratos que son fermentados por las bacterias intestinales, con la posterior medición del gas espirado en tres o cinco horas. Estas pruebas deben ser interpretadas por profesionales especializados que puedan correlacionar sus resultados con la sintomatología del paciente y su historia clínica.
En muchos casos son necesarios más estudios con pruebas de endoscopia o de imagen para hacer el diagnóstico diferencial con otras entidades clínicas de mayor severidad.
El tratamiento del SIBO debe ser interdisciplinar y amerita el uso de antibióticos endoluminales o sistémicos y el apoyo de una dieta personalizada, que debe ser prescrita por un especialista en nutrición con experiencia clínica.
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