Dicen que todos los caminos conducen a Roma, y en el caso de Joan Paradell tienen toda la razón. Aunque lleva más de medio siglo en la capital italiana, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera musical, nunca ha perdido el vínculo con su ciudad natal, donde aún mantiene la casa familiar. “Igualada la llevo en el corazón; siempre que puedo, vuelvo”, afirma con emoción.
Su historia con la música empezó en la escolanía de la Escola Pia de Igualada, bajo la batuta del padre Albert Foix, especialista en canto gregoriano. A los diez años ya acompañaba al coro con el armonio. Fue entonces cuando, en la basílica de Santa Maria, escuchó por primera vez el órgano en directo: “Fue un flechazo, me impresionó tanto que decidí que aquello sería mi vida”. Poco después entró en el Conservatorio del Liceu, donde estudió con maestros como Montserrat Torrent, figura mundial del órgano, con quien mantiene una estrecha relación.
“Participaba en las elecciones de repertorio y mostraba interés por cada detalle musical. Era un músico de verdad” dice sobre Benedicto XVI
El gran salto llegó a los 17 años, gracias a la ayuda del cura Valentí Miserachs, que le abrió las puertas de Roma. Sus padres, con gran sacrificio, aceptaron que se marchara siendo aún menor de edad. Allí completó sus estudios y comenzó a tocar en la basílica de Santa María la Mayor, una de las cuatro basílicas papales. Sería organista titular durante tres décadas, acompañando en numerosas celebraciones al papa Juan Pablo II. “No había trato personal, pero sí el honor de tocar en ceremonias presididas por él”, recuerda.
El destino quiso que, tras la enfermedad del organista estadounidense del Vaticano, Paradell fuera llamado a sustituirle en la Capilla Sixtina. Un año de prueba bastó para confirmarlo en un cargo inédito hasta entonces: fue nombrado primer organista titular de la Capilla Musical Pontificia Sixtina, cargo que ejerció doce años. “Es un orgullo ser parte de la historia, porque nunca antes había existido la figura de un organista titular fijo en la Sixtina”, dice.

Paradell conversando con el papa Francisco
Su trayectoria le permitió vivir momentos únicos: acompañó al papa Benedicto XVI en sus últimos años, estuvo presente en el anuncio inesperado de su renuncia en 2013 y tocó durante el cónclave que eligió al papa Francisco. “Yo estaba en el órgano cuando los cardenales prestaban juramento. Fui de los últimos en salir antes del famoso ‘Extra omnes’. Es un recuerdo imborrable”, afirma.
Su relación con Benedicto XVI fue especialmente cercana por la sensibilidad musical del papa bávaro, gran aficionado al piano. “Participaba en las elecciones de repertorio y mostraba interés por cada detalle musical. Era un músico de verdad”, cuenta Paradell.
En 2013 tocó durante el conclave que eligió al papa Francisco
Tras cerrar etapa en la Sixtina, Paradell mantiene su labor docente en el Conservatorio de Frosinone, cerca de Roma. El próximo año alcanzará la jubilación académica, aunque piensa seguir ofreciendo conciertos. “He dedicado 55 años a la música de iglesia. Ahora es momento de dejar paso a los jóvenes, pero continuaré tocando mientras tenga salud”.
Ha actuado en numerosos países, con especial éxito en Rusia, donde el órgano goza de gran popularidad pese a no ser un país de tradición católica. “Las salas se llenan siempre, es sorprendente”, comenta. Aunque no lo vincula directamente con la fe, admite que el órgano tiene “algo fascinante que atrapa al público”.
Preguntado por su repertorio predilecto, no duda: Bach es el referente indiscutible, aunque siente afinidad por el romanticismo y la música francesa de finales del XIX y principios del XX. También toca con frecuencia compositores españoles. “Cada órgano pide una literatura distinta, pero Bach siempre está en el número uno”.