Desde hace 25 años, en un coqueto rincón del Pirineo aragonés próximo a Sallent de Gállego, los educadores ambientales Elisa Andrés y Fernando de Frutos se dedican a la custodia de un pequeño tesoro: la orquídea en peligro de extinción Cipryperdium calceolus , también llamada ‘zapatito de dama’ o ‘zueco de Venus’. Son una pareja de guardianes única en España, que comparte generosamente su saber con los cientos de visitantes que acuden al reclamo de los preciados tépalos amarillos al tiempo que la protegen de agresiones o daños. “Cohabitamos con ella”, dicen.
En el pasado, la belleza singular de esta flor fue su condena, y miles fueron arrancadas por capricho de aficionados y coleccionistas. La transformación del hábitat y el cambio climático, con efectos ya palpables en su periodo de floración, hicieron el resto. A día de hoy, se calcula que hay once poblaciones en la zona pirenaica de Catalunya y Aragón, donde crecen principalmente en los valles de Ordesa y Pineta y en Sallent. Desde que se aprobó su plan de recuperación en 2004, la sanción por arrancar o cortar una de estas plantas asciende a 16.000 euros. La gente, que antes campaba a sus anchas, lo entiende y acepta. “Solo una vez amenacé a un fotógrafo francés con llamar a la Guardia Civil”, recuerda De Frutos, que antes trabajaba como médico.
Unas 2.000 personas acuden cada año al Pirineo a observar estas flores en peligro de extinción
Elisa y Fernando, trabajan a turnos cuando llega el verano. Junto a la carretera general, esperan en un pequeño lugar apartado donde no lucen carteles ni reclamos turísticos y que piden no hacer público. Cuando un curioso les localiza, le proporcionan información de camino hasta un breve sendero de piedras desde el que se avistan flores a ambos lados. Se pueden ver y fotografiar, pero sin salirse de la senda ni pisar los pies vegetativos todavía sin flores, como uno que sobresale rodeado de pequeños banderines rojos. Es un “bebé de unos 5 años”, explica Elisa sobre la planta, que tarda entre 8 y 10 años en florecer y puede vivir medio siglo.
Oriunda de Zaragoza, esta mujer llegó a Sallent hace tres décadas en busca de una nueva vida en el medio rural. Aquí cofundó el colectivo de educación ambiental Foratata, y no dudó en postularse al saber que se buscaban vigilantes para el ‘zapatito’. “Me sentí como la protagonista de Gorilas en la niebla , solo que cuidando flores”, bromea. En todo este tiempo, ha vivido momentos muy emotivos, sea con jubilados que cumplen con su viaje de ensueño o jóvenes a quienes la belleza de la flor conmueve hasta el llanto. “Es un pequeño reducto natural que te devuelve la fe en el ser humano”, añade.
Un dicho popular asegura que el ‘zapatito de dama’ sólo se encuentra cuando no se busca. Eso pasó precisamente en este lugar, donde fue descubierta en los años ochenta por un botánico francés que la avistó desde el autobús y avisó de su presencia al Instituto Pirenaico de Ecología. Las autoridades podían haber vallado la zona, pero optaron por compatibilizar su conservación con las visitas. “Fue una idea brillante para una flor especial”, añade De Frutos, que lo compara con un laboratorio natural donde asistir a su recuperación en directo.
Las orquídeas figuran entre las flores con más admiradores en el mundo, sobre todo si son ejemplares difíciles de hallar, y hasta este rincón peregrinan cada año unas 2.000 personas para observarlas. La mitad son franceses (antes eran el 80%) y el resto viene de diferentes puntos de España y Europa, muchos de edad avanzada. Es el caso de cuatro octogenarios franceses, que los guardas conocen bien porque vienen cada año ( c’est dommage , dijeron al ver que esta temporada ya estaban en las últimas por el calor y el granizo) o tres vecinas de la cercana Biescas que, tras años oyendo hablar de esta flor, este año se han animado a venirla a ver.
La pareja de guardianes no está sola en su tarea. Los fines de semana, cuando hay más visitas, cuentan con el refuerzo de Sergio y Raquel, dos geólogos de la vecina Jaca. Y también están los vecinos y conocidos, que aminoran la marcha para ver si todo va bien a su paso o interactúan con las visitas. “La flor ya es patrimonio del pueblo, en parte se han convertido también en sus guardianes”, cuenta Elisa, que da por garantizada la continuidad del programa en el futuro y su presencia “en este pequeño ritual anual”.
