Olivia, una niña diabética, ya va a clase con su perro de alerta

Un nuevo hito en el control de la diabetes 1 en la infancia

Lucy, una pequeña Jack Russell Terrier, la avisa hasta 20 minutos antes que la máquina que controla su glucosa y antes de sentir ningún síntoma

Reportaje de Olivia, una niña e primero de la eso que va a clase con su perro para controlar su diabetes. 09-10-2025. Foto: Tomas Gonzalez / Shooting.

Olivia con su perrita, Lucy, en los pasillos del colegio Pare Manyanet de Barcelona 

Tomas Gonzalez / Shooting

“¿Si tu traes tu perro a la escuela, puedo yo también traer el mío?” Lucy, una perrita Jack Russell Terrier de 2 años, es la nueva “alumna” del colegio Pare Manyanet de Barcelona. Lucy es un perro de alerta, entrenado para detectar cuando su dueña, Olivia, una niña de 12 años, sufre un desequilibrio de glucosa. “Me avisa 10 o 20 minutos antes de que lo detecte el sensor de glucosa”, señala la niña. Un tiempo precioso que le permite tomar algún alimento o agua para volver a estabilizarse.

Lucy es un caso pionero en Catalunya: solo en mayo un decreto del Ministerio de Derechos Sociales permitió que estos animales pudieran acceder sin restricciones a los centros educativos y a todos los espacios públicos.

“Cuando lo anunciamos al claustro, algunos profesores nos preguntaban ‘¿Pero en clase? ¿El perro estará en la clase?’”, explica Xavier Alsina, coordinador pedagógico de la escuela. Ante la petición de la familia, la dirección planteó una consulta a la conselleria d’Educació. “No nos pusieron problemas, porque ahora la ley es clara y los perros de alerta y los lazarillos pueden entran en cualquier espacio público”.

Olivia, una niña de primero de la ESO que va a clase con su perro para controlar su diabetes

Olivia en su clase de primero de la ESO en el colegio Pare Manyanet de Barcelona 

Tomas Gonzalez / Shooting

La perrita, además, ha superado sus mejores expectativas. Maribel, profesor de Lengua castellana y tutora de la clase, señala que “ya empezado el curso algunos profesores me preguntaban ‘¿cuándo viene el perro?’. Pero ya estaba en clase y ¡no se habían dado cuenta!”.

Olivia explica que Lucy se queda tranquila, a su lado, en su transportín, abierto. “Se pasa todas las clases haciendo la siesta” dice riendo con una cierta envidia. Los avisos, además, apenas se notan. “Se rasca la nariz, o lloriquea, o lanza como un gemido. Solo una vez ladró y fue un solo ladrido”, explica la niña.

Un decreto del Gobierno en mayo dio acceso a estos canes a todos los espacios públicos

Tras cada aviso Lucy recibe su premio: una golosina. “Hay días que me avisa solo una vez. Y otros en que tengo subidas y bajadas todo el día”. El estrés no ayuda, y Lucy tuvo que intervenir varias veces durante el primer examen de Matemáticas. “Lo he colgado en la nevera de recuerdo”, cuenta la niña.

Al llegar a casa, cuando se quita el peto de perro de alerta, Lucy cambia de cara y es juguetona y movida como cualquier perro. “Corretea con sus juguetes, salta, ladra si llaman al timbre o cuando ve un pajarillo en la ventana”, explica la niña.

Olivia con Lucy al acabar la clase

Olivia con Lucy al acabar la clase

Tomas Gonzalez / Shooting

Olivia tenía cinco años cuando le diagnosticaron la diabetes y “mientras estaba ingresada en el hospital leí en una revista que existían esos perros de alerta”, explica Natalia, su madre. “Nos encantan los animales, así que decidimos que cuando nos lo pudiéramos permitir intentaríamos conseguir uno”.

Lucy es uno de los 250 perros que ha entrenado Canem, una asociación pionera en la preparación de perros de alerta médica para la diabetes 1 y para la epilepsia. “La empezaron a entrenar con solo dos meses y medio, y durante más de ocho meses”, explica Natalia. Seleccionan a los animales por su sensibilidad para detectar los olores que se producen por los cambios químicos que sufre el organismo antes de una crisis. Sus expertos entrevistaron a la niña para saber cómo era y cómo era su vida. “Buscan un animal que se vincule bien con la persona a la que ha de proteger”, dice Natalia.

Lucy es uno de los 250 perros entrenados por Canem, una asociación pionera en alertas para emergencias médicas

La elegida fue Lucy. “Nos enviaron las primeras fotos”, dice la niña. “Y luego nos iban enviando más mientras hacía el entrenamiento. Y yo siempre quería más. Hasta que nos dijeron el día que podíamos ir a recogerla a Zaragoza. ¡Contaba los días! Puse post-its en la nevera y tiraba uno cada día”.

Al principio, Lucy estaba en casa mientras Olivia iba a la escuela y se volvían a reencontrar durante las extraescolares. “Desde casa la perra olía a Olivia en la escuela y me avisaba de los cambios de glucosa: la app del sensor que llevo en mi móvil luego los confirmaba. Así que le enviaba mensajes a la niña o la llamaba para advertirla”.

Aunque desde el primer momento quisieron que Lucy acompañara a la niña a la escuela, no estaban muy seguros de “cómo se comportaría y reaccionaría la perrita”, reconoce la madre. Además, para una niña tener a un perro a su lado todo el día, y preocuparse de su alimentación, sus paseos y sus defecaciones, es una responsabilidad y “queríamos que Olivia fuese más madura para asumirla”.

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Tras casi un mes de escuela, Lucy, siempre tranquila, sigue causando revuelo en los pasillos del caserón de la Travessera de Les Corts. “Muchas veces se me acercan niños que no conozco y me preguntan si pueden tocarla”, explica resignada Olivia. “El otro día uno me dijo ‘¿Así que tener un perro es bueno para no ponerse enfermo? ¿Podrías tu hablar con mi madre y convencerla para que me compre uno?’”.

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