La España de la dictadura franquista soñaba con fabricar la bomba atómica y contaba con todos los ingredientes para hacerlo realidad: minas de uranio, físicos talentosos y, por encima de todo, voluntad política, alentada por dos gerifaltes, Muñoz Grandes y Carrero Blanco.
En diciembre de 1953, el presidente Eisenhower presenta un pacto internacional (al que sabía de antemano que la URSS no se sumaría) para que todos los países utilizaran la energía nuclear con fines pacíficos, que al tiempo servía para que sus científicos y políticos conocieran y controlaran la utilización de esa energía nuclear. Bajo el manto de Ike , el 11 octubre de 1960 España entra en la era atómica al recibir los primeros 60 kilos de uranio enriquecido de la Comisión de Energía Atómica norteamericana. Pero, por fortuna, no hubo bomba.


