Era un hombre discreto, poco hablador, de rutina diaria (supermercado, bar, paseo y vuelta a empezar) que hacía su vida sin molestar a nadie. Así recuerdan a Antonio Famoso los vecinos que le conocieron. Cumpliría ahora 86 años.
Un aniversario que ya nadie va a celebrar. Antonio, se ha sabido ahora, murió en la más extrema soledad –rompió contacto con su mujer y dos hijos al separarse hace tres décadas– cuando tenía poco más de 70 años y en estos últimos tres lustros nadie lo ha he echado en falta.
Este fin de semana una inundación provocada por las últimas lluvias caídas en Valencia ha sacado a flote su cadáver momificado.
La sorpresa de los vecinos de Antonio, en el barrio de la Fuensanta, ha sido mayúscula. Dicen que no echaron en falta a Antonio cuando dejó dar señales de vida al estar convencidos de que había ingresado en una residencia. Ahora no esconden su conmoción al saber que han convivido, pared con pared y puerta con puerta, con el cadáver de ese jubilado durante tanto tiempo.
Seguía cobrando la pensión y el banco pagaba recibos; así es como se mantuvo en el mundo de los vivos
La triste historia de Antonio no es más que otro episodio de la extrema soledad a las que se ven abocadas muchas personas en el tramo final de sus vidas. Un estudio de la Fundación La Caixa reveló que el 64% de las personas mayores entrevistadas para realizar ese trabajo manifestaban sentimientos de soledad no deseada. En el 14,8% de esos casos esta experiencia se calificaba como grave o muy grave.
Pero esta no es la única lección aprendida con el caso de Antonio: mientras esas almas solitarias paguen las facturas y deudas nadie se preocupa de si están vivas y muertas. Lo dicen ahora los vecinos de ese jubilado y es lo que aquí se ha cumplido. El hombre ha seguido ingresado, al parecer, estos tres lustros la pensión de jubilado y de esa cuenta bancaria se habrían pagado religiosamente gastos ordinarios. Lo único que no queda claro es si la luz estaba o no cortada.
Solo hubo un momento, según ha avanzado el diario Levante, en el que saltó una alarma que habría podido cerrar esta triste historia mucho antes. Fue al no pagar el hombre los gastos de su comunidad.
Antonio dejó de pagar los gastos de comunidad, pero el tema se solucionó con el embargo de su cuenta, sin verle a él, para pagar la deuda de 11.000 euros
El caso llegó a un juzgado y, según esta información, desde esa oficina judicial se ordenó –sin escuchar a Antonio, aunque habría sido imposible pues ya estaba muerto –el embargo de su cuenta. Retiraron los 11.000 euros adeudados y este jubilado volvió a constar, en los papeles, en el mundo de los vivos, con sus gastos y deudas al corriente.
Antonio vivía en el 12A, el último piso de este inmueble en el barrio de la Fuensanta de Valencia
Y así hasta este sábado, cuando la vecina que vive debajo del modesto piso de Antonio llamó a su aseguradora por una filtración de agua de la vivienda de arriba. Llovió con ganas ese día en Valencia y esa agua, que primero entró a la vivienda de este jubilado por la terraza, era de un color muy oscuro y olía muy mal.
A nadie se le ocurrió, a pesar de estar muy claro el origen de la filtración, llamar a la puerta de Antonio. Todos los vecinos, repetían ayer habitantes de ese inmueble, daban por hecho que hacía quince años –los que llevaba muerto– que ya no vivía ahí.
El piso, un estercolero
Las palomas velaron el cadáver
La casa de Antonio, se ha descubierto ahora, era un estercolero. Había excrementos de palomas por todo el piso –de unos cien metros cuadrados– y aves muertas. Los vecinos, descubierta la realidad, empezaron a preguntarse ayer quién asumirá la limpieza. En teoría ese piso pasaría ahora a los dos hijos de Antonio. Los indicios que apuntan a una muerte natural parecen claros. En la casa estaba la documentación de Antonio, el teléfono estaba descolgado y el pestillo de la puerta echado por dentro. Tras la misma había acumulada gran cantidad de basura. Así que este jubilado estaría solo cuando le sobrevino la muerte. Las cartas que llegaban a su buzón solían ser retiradas por vecinos o el administrador para evitar okupas. En los restos óseos no se apreció, en la inspección ocular, ninguna lesión. Falta confirmar con ADN que ese cadáver es, como se da por hecho, el de Antonio, al que han velado estos 15 años las palomas
Fueron los equipos de emergencia, que entraron por una ventana, los que descubrieron los restos del jubilado. Un cuerpo vestido y momificado, del que solo quedan los huesos, en una habitación rodeado de palomas muertas y muchos excrementos de esas aves.
El piso se había convertido en un palomar. Eso fue lo que despistó a los vecinos años atrás contaba ayer un vecino de ese edificio a diferentes medios de comunicación, cuando notaron un hedor extraño en el edificio. Lo achacaron a la presencia de esas palomas, que si veían entrar y salir del piso de Antonio por una ventana que todo este tiempo ha estado abierta. Nadie hizo nada, tampoco entonces, para confirmar si esas sospechas eran o no ciertas.
La autopsia revelará la data de la muerte y las causas, aunque todo apunta que Antonio falleció en la más estricta soledad por causas naturales.
