Latín en San Pedro, pero el Papa pide luchar por la casa y la tierra

El Vaticano

Los tradicionalistas celebran una misa con el rito antiguo en la basílica, pero León XIV marca las prioridades de su pontificado: doctrina social e inmigración

El Pontífice recibe a los representantes de los movimientos populares y afirma: “Estoy con vosotros”

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El Papa, tras la audiencia con los representantes de los movimientos populares en el Vaticano 

MAURIZIO BRAMBATTI / EFE

La procesión de los tradicionalistas recorrió el centro de Roma. Más allá de los adornos pomposos y los coros solemnes, transmitía un sentimiento de reivindicación, pero también de cierta resignación. León XIV no ha impuesto prohibiciones a la celebración de una misa en latín en San Pedro con motivo del jubileo, pero precisamente en estos días ha enviado señales inequívocas: en materia de doctrina social e inmigración, la línea trazada por el papa Francisco sigue adelante, incluso con mayor decisión, también en el plano teológico. Por tanto, diálogo —también con los grupos más conservadores, especialmente los procedentes de Estados Unidos—, pero ninguna concesión en los valores cuestionados, en particular por la Casa Blanca.

El grupo de fieles que invocaba a “Cristo Rey” pasó frente a un quiosco donde se veía la edición del viernes de L’Osservatore Romano, cuyo titular recogía las palabras del Papa: “La tierra, la casa y el trabajo son derechos sagrados. Vale la pena luchar por ellos”. Lenguajes distintos.

Este movimiento, que estos días celebra el Jubileo del Summorum Pontificum, es cada vez más numeroso, sobre todo en Estados Unidos. Ha vivido años difíciles durante el pontificado de Jorge Mario Bergoglio, que algunos llegan a calificar de “persecución”. Desde las balaustradas de travertino del puente Sant’Angelo, la marcha avanzó hacia la plaza de San Pedro y después entró en la basílica, donde el cardenal Raymond Burke, líder del ala ultraconservadora, celebró una misa en latín según el antiguo rito romano, vestido con ricos ornamentos litúrgicos: sobre la sotana bordada llevaba una casulla con bordados dorados, una estola igualmente de oro y en las manos unos grandes guantes blancos de piel. En la homilía, el purpurado estadounidense invocó la protección de la Virgen de Fátima contra el “comunismo ateo”. El acto, autorizado por León XIV, se percibe como un gesto distinto al de su predecesor, que había limitado la liberalización impulsada por Benedicto XVI y recordada ayer con énfasis por Burke en su homilía.

Desde el Vaticano se tiende a restar importancia al gesto de Prévost, recordando que todo se desarrolló conforme a las normas establecidas por Francisco y, por tanto, con un misal aprobado por el Concilio Vaticano II. Sin embargo, el mundo conservador hace tiempo que adoptó esta bandera, hasta el punto de que uno de sus referentes, el cardenal guineano Robert Sarah, viajó a Roma para la ocasión. Aseguró haber explicado al Papa la urgencia de “tener en cuenta” a los fieles que eligen el rito tridentino, víctimas, según el prelado, de “acoso”. Prévost tomó nota, escuchó, pero no se pronunció.

El mundo tradicionalista ya había quedado muy decepcionado cuando, en el libro-entrevista publicado en Perú el pasado septiembre, el Santo Padre habló de “un tema que creo que se ha convertido en una cuestión tan polarizada que muchas veces las personas no están dispuestas a escucharse mutuamente”. No hubo, por tanto, ningún reconocimiento de las “persecuciones” que decían haber sufrido.

La cuestión es delicada, también porque muchos de los nuevos sacerdotes procedentes de Estados Unidos salen de seminarios de orientación tradicionalista, un dato que no puede pasarse por alto en tiempos de crisis de vocaciones, especialmente en Europa.

La agenda de León se va perfilando con prioridades muy distintas, sobre todo a partir de la exhortación apostólica Dilexi Te, su primer documento oficial, de marcado carácter social. Desde entonces, en varias ocasiones, Prévost ha vuelto a marcar los límites de su magisterio en cuestiones como la migración, la guerra y la pobreza. El pasado jueves, al recibir a los representantes de los movimientos sociales que llegaron en marcha desde un edificio ocupado en el barrio romano del Esquilino, Prévost afirmó: “Habéis venido caminando juntos, desde un centro social hasta el Vaticano: la Iglesia debe estar con vosotros, debe correr riesgos, debe ser profética y alegre”. Y añadió: “La tierra, la vivienda y el trabajo son derechos sagrados; vale la pena luchar por ellos, y quiero que me oigáis decir: ‘¡Aquí estoy! ¡Estoy con vosotros!’”.

Una cercanía que no pudo escuchar el cardenal Sarah.

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