“Cuando no vives de delinquir y entras en la cárcel, los otros presos lo notan y te lo hacen pagar”
Siete años en prisión
Rafael Recio dirigía una empresa antes de estar entre rejas y ahora se está reinsertando de nuevo en la sociedad gracias a un programa de la Fundació La Caixa
Rafael Recio, fotografiado en Barcelona este pasado miércoles por 'La Vanguardia'
Reza el dicho que todos merecemos una segunda oportunidad. En eso está Rafael Recio (52 años, Ripollet). Antes del 2017, gozaba de una buena posición. Dirigía la sede en Barcelona de una multinacional alemana. Pero un buen día, explica, cometió un error y acabó entre rejas. Ahí, en la cárcel, pasó siete duros años (dos en Brians y cinco en Lledoners). La experiencia fue tan traumática que intentó quitarse la vida en dos ocasiones. En marzo del 2024 obtuvo el tercer grado. Sin duda, una buena noticia, aunque se le hacia una montaña reinsertarse de nuevo en la sociedad, en especial viniendo de donde venía. Gracias al programa Reincopora de la Fundació La Caixa, hace ocho meses que encontró trabajo.
“Lo pasé muy mal en la cárcel”, afirma. En particular -sostiene-, porque nunca se ha dedicado a la delincuencia. “Cometí un gran error que supuso una gran fractura en mi vida. Cuando no eres un delincuente y te encuentras ahí, creo que todavía lo pasas peor. El resto de internos lo notan, lo saben y se quieren aprovechar de ti”.
Lo que te encuentras ahí es lo peor de la sociedad”
Relata que cada día que abrían la puerta de su celda y tenía que convivir con el resto de reclusos, era una auténtica lucha. “Lo que te encuentras ahí es lo peor de la sociedad. Yo tenía que pagar por lo que hice, sin duda, pero no sé si en ese contexto”. La situación era tan irrespirable que tuvo dos intentos de suicidio –“imagínate si lo pasé mal”–, lo que lo llevó a acudir al psiquiatra (todavía lo hace) y tener que medicarse.
Antes de convertirse en recluso, dirigía la sede en Barcelona de una multinacional alemana. Era un trabajo gratificante –explica-, aunque con un nivel de estrés muy alto. Eso le llevó a sufrir ansiedad, e incluso a caer en una depresión. “No supe gestionar el estrés, y tengo esa espina clavada”. Una cosa –dice- le llevó a otra, y esa, a una tercera, y así sucesivamente. “Un día, uno de mis empleados me ofreció cocaína; la rechacé. Posteriormente, hubo más ofrecimientos, hasta que cometí el error de aceptarla. Al probarla, pensé: 'Yo puedo con esta empresa y tres más'. Fue mi perdición”.
Rafael tuvo dos intentos de suicidio mientras estuvo en prisión
Para sobrevivir en prisión, llenaba la agenda del día con actividades: iba al gimnasio, acudía a la escuela… hasta el punto que se graduó en Administración y Dirección de Empresas, grado que había iniciado antes de ingresar. Incluso dio clases de inglés. “Yo trabajaba en ese idioma. Se me ocurrió, se lo dije a la educadora de la cárcel y le pareció una buena idea”.
Más allá de ejercer de profesor, realizó otros trabajos dentro. “Lo último que hice fue de cocinero. Estaba muy bien en la cocina, y ellos estaban muy contentos conmigo. Eso hacía que me subiera la autoestima”. También fue responsable del economato, lo que le granjeó alguna enemistad. “Había internos que me pedían que les fiara bajo el pretexto de que en pocos días cobrarían. Yo me negaba muchas veces. Pero claro, luego tienes que salir al patio”. Asegura que una vez, de la paliza que le dieron, lo ingresaron en el hospital inconsciente, y todo porque se negó a darle un paquete de tabaco a un recluso. “La prisión es así. También aprendes a defenderte: o lo haces, o no sobrevives”.
Un día me dieron tal paliza en el patio que ingresé en el hospital inconsciente”
Él sobrevivió. Y en marzo del 2024 obtuvo el tercer grado. El panorama que se encontró en casa cuando salió no fue fácil. Sus suegros, ambos con alzheimer avanzado, vivían allí. Le dijo a su mujer que no contratara a nadie para cuidarlos, que lo haría él.
También se centró en recuperar la relación con su familia, algo que no fue fácil. “No sabía de qué hablar con mis hijos [tiene dos, gemelos: chico y chica de 18 años]. Eso hay que vivirlo. Cuando entré en prisión, tenían diez años. Al salir, 17. Ya no podía hablar con ellos de Pocoyó”. En la cárcel, lo visitaban una vez al mes, pero el tiempo no daba para mucho: “Hora y media de abrazos, de preguntar por sus estudios y de hablar con mi mujer sobre cosas de casa”.
Cuando salí de prisión, no sabía de qué hablar con mis hijos”
Tras cuidar durante un año de los padres de su pareja, acabó desgastado. “Es un trabajo muy duro, aunque los quieras mucho. Estaba depresivo, pero pensar en mí me parecía egoísta. Al final lo hablé con mi mujer. Necesitaba tener mi sueldo y mi trabajo, recuperar mi vida”. Ahí fue cuando entró en contacto con el programa Reincorpora de la Fundació La Caixa, del que había escuchado hablar.
Una de sus mayores inquietudes era qué hacer con su currículum. “¿Explico que he estado en prisión, o no? Porque trabajar, he trabajado allí dentro, he cotizado. Pero claro, ¿qué empresa pongo?”. En este punto, arguye, le ayudaron mucho en el programa. “Me dijeron que no tenía que ocultar nada, aunque tampoco explicarlo todo. Puedes poner que has trabajado para la Generalitat, que es verdad, me aconsejaron”.
Todas las personas que nos llegan son un reto”
Él no hizo formación, aunque otros muchos sí la necesitan. “Hay perfiles de todo tipo. El de Rafael es uno de los que tildamos de fáciles”, explica Esther Atanes, psicóloga y técnica del programa Reincorpora de l’Associació Social Andròmines. “Pero hay otras personas que tienen un nivel de español muy bajo, que están tramitando incluso documentación para poder tener permiso de trabajo, que no tienen formación… Todo son retos. Queremos que crean en ellos y ganen en autoestima”.
Otra ventaja del programa –afirma Rafael- es que las empresas que le iban a entrevistar, y que colaboran con Reincorpora, ya conocían su historia. “Eso te quita un peso de encima muy importante”.
Que las empresas que te entrevistarán ya conozcan tu historia, te quita un peso de encima”
Después de hacer tres entrevistas con distintas empresas, halló el empleo que más se adecuaba a lo que buscaba. Desde marzo, trabaja como responsable de una nave de la asociación Andròmines, donde se imparten aulas de formación y talleres de todo tipo. También hay un almacén en el que entidades sin ánimo de lucro guardan material. “En esta empresa lo he encontrado todo. Te prometo que el salario me da igual. Me levanto por la mañana contento. Antes, cuando era director general, me despertaba fatal. ¿Me pagaban muy bien? Sí, pero no tenía vida”.
Cuenta con un contrato de reinserción laboral de dos años, aunque su caso es un poco particular porque sustituye a otro trabajador que se jubiló. De ahí que tenga esperanzas de poder continuar pasados los dos años.
La experiencia es espectacular. No he tenido ningún problema”
En la asociación están contentos con él. También está satisfecha con las personas que le han llegado a través de este programa Anna Albuixech, directora general de ohla boutique hotels (del grupo Aqua Hotel), que colabora con Reincorpora. “La experiencia es espectacular. No he tenido ningún problema”, afirma.
A veces –prosigue- “puede haber, por cuestiones religiosas o de desconocimiento del idioma, alguna dificultad de adaptación, pero conseguimos solucionarlo en la mayoría de los casos. Con algunas personas ha ido muy bien, con otras, bien. Lo mismo que ocurre con otros trabajadores que no vienen de este programa. Los estigmas no sirven para nada”.
El trabajo me ha sacado del hoyo”
Al final, se trata de un win-win, asegura. “Cuando tengo una necesidad, unas vacaciones para cubrir por ejemplo, paso el perfil que necesito y me presentan candidatos. Hacemos la entrevista y, si me gustan, los selecciono. Me da igual si vienen de la prisión. Quiero una persona que me guste, que nos gustemos, que trabajemos bien juntos, que haya un compromiso y una ilusión por el trabajo”.
Durante el 2024, en toda España, 4.137 personas participaron en el programa, que logró 2.117 contrataciones laborales con la colaboración de 1.229 empresas y 111 centros penitenciarios. En Catalunya, se lograron 455 inserciones laborales en 436 empresas. “El trabajo me ha sacado del hoyo”, concluye Rafael.