Cerrar cicatrices. Ese es el objetivo buscado en el apoyo psicológico a las víctimas de la dana. Pero la cicatriz dejada por la mortal riada no acaba de suturarse por culpa de dos heridas que siguen muy abiertas. Son las de la rabia y el perdón. Imposibles de coser en esta tragedia.
Los damnificados aún esperan, un año después, que se asuman responsabilidades por lo ocurrido. Hay una circunstancia que convierte en particular este drama, comparado con otras catástrofes: aquí la culpa se enfoca en una sola persona. Esas víctimas repiten una y otra vez el mismo nombre: Carlos Mazón.
Lo revela Salud Grau, psicóloga especialista en emergencias y catástrofes, tras ayudar con terapia en el último año a 150 habitantes de once municipios afectados por esa riada que perdieron a seres queridos, casas, recuerdos de toda una vida, negocios, coches… Grau forma parte de un programa de la Fundació La Caixa a través de la Asociación Carena desplegado, con un presupuesto inicial de 5 millones de euros, para ayudar a los damnificados por la dana.
El duelo tiene muchas caras
Ha visto durante este último año muchas caras diferentes del duelo de esta tragedia, pero una cosa se repite en todas esas víctimas que hace especialmente complicado su trabajo, afirma la psicóloga: “no pueden ni quieren perdonar”.
El perdón es un paso obligado para avanzar en el duelo e intentar pasar página. Pero aquí “ni los psicólogos nos atrevemos a plantear a estas víctimas que perdonen”, confiesa Salud Grau. Entienden que les cueste hacerlo. La frustración de estas personas se dispara al ver como Carlos Mazón, a quien ven como el principal culpable de haber arruinado sus vidas, sigue haciendo vida normal, como si nada hubiera pasado. Todo esto está causando “en esas personas –especialmente a las que han perdido a un ser querido– un dolor añadido difícil de curar”. Y provoca que “la rabia se mantenga viva como el primer día”, añade esta psicóloga.
Dos cosas que le roban el sueño
En esta catástrofe, ha constatado Salud Grau en su trabajo sin descanso a pie de riada, hay dos cosas que siguen robando el sueño y generando mucha ansiedad a los damnificados. ¿Por qué nadie avisó de la amenaza de la riada? ¿Y por qué un año después nadie ha asumido responsabilidades? Dos preguntas que esta psicóloga ha escuchado decenas de veces en los miles de charlas mantenidas con los vecinos. Y la terapeuta se ha quedado sin respuesta. “No la encuentro”, reconoce Grau.
Carmina, una de las víctimas de la dana atendidas en este último año por Salud Grau , ni perdona ni olvida. “Solo yo sé lo que me ha ayudado esta terapia”, afirma agradecida esta vecina de Benetússer. Perdió su casa y tuvo que instalarse en la de su madre, fallecida unos meses antes de la riada. Irse a vivir a esa vivienda despertó en esta mujer muchos recuerdos. Un año después aún no ha podido volver a su casa.
Carmina, de 69 años, afirma que Carlos Mazón “está dando bofetadas a las víctimas cada vez que se mueve o dice algo”. La última y más sonora al acudir al funeral de Estado. Ella, asegura, no le va a perdonar en la vida y añade que hay que estar en la piel de los damnificados “para entender el dolor añadido infligido por este político al negarse a asumir responsabilidades y dimitir”. Eso, como relata Salud Grau y confirma también Carmina, “está causando, aún hoy, muchos ataques de ansiedad”.
Pasa página. ¿Es posible?
Empar, otra de las afectadas, ha encontrado en esta psicóloga de emergencias el apoyo necesario “para volver a cuidarme, a ser yo”. Esta vecina de Picanya, de 53 años, comparte que el perdón, con esta tragedia, “es hoy imposible”. Querría pensar que Carlos Mazón “no duerme tranquilo”, pero duda de que eso pase, “viendo cómo se comporta este político”. Empar es fotógrafa y apenas ha tocado una cámara en el último año. Perdió su casa y recuperarse “está siendo realmente complicado” por la nula respuesta política al drama.
Conseguir que las víctimas pasen página está costando más, con esta dana, de lo esperado. Y no es porque profesionales como Salud Grau no se hayan volcado en ayudarles. Lo que necesitan hoy esas personas es escuchar cómo se entona un “mea culpa”.
