¿Qué harías si tuvieras que abandonar tu hogar de un día para otro porque tu pareja te maltrata y temes por tu vida? ¿Cómo dejarías atrás la violencia si no tienes un lugar al que acudir con tus hijos? Muchas mujeres se plantean estas preguntas antes de dar el paso. Aunque no todas las víctimas de violencia de género necesitan dejar su vivienda ni acudir a un recurso de acogida, hay muchas que carecen de los medios económicos o del apoyo necesario para poder empezar una nueva vida lejos del agresor.
A pesar de que Catalunya cuenta con una red pública de acogida para mujeres que han sufrido violencias machistas y se encuentran en situación de riesgo, los equipamientos son insuficientes, y desde el Departament de Feminisme de la Generalitat informan de que hay “algunos casos” a la espera de asignación.
Si escribo a un portal inmobiliario y menciono que soy de una entidad, ni me responden. En cambio, si envío el mensaje como particular, entonces sí
Asociaciones como In via intentan cubrir ese vacío. La entidad acoge a víctimas y a menores que han sufrido violencia machista, derivadas de servicios sociales, y les ofrece un hogar seguro junto a un acompañamiento integral (psicológico, laboral, formativo, social y jurídico si lo requieren). No obstante, cuando In via intenta ampliar su red de pisos, se enfrenta a una nueva forma de exclusión: la inmobiliaria. Un hecho que la asociación lleva años denunciando.
Propietarios e inmobiliarias se niegan a alquilar pisos cuando saben que vivirán mujeres que han sufrido violencia. “Cuando explicas por qué necesitas el piso, a menudo se acaba la conversación”, explica Irene Andrés, directora de proyectos de proyectos y educadora social. “Si escribo a un portal inmobiliario y menciono que soy de una entidad, ni me responden. En cambio, si envío el mensaje como particular, entonces sí me llaman”.
El rechazo, a menudo, se justifica por el miedo a que el agresor pueda aparecer o por posibles problemas con el vecindario. La entidad asegura que son pisos protegidos y confidenciales, con la única finalidad de que las mujeres y sus hijos vivan “en paz, tranquilidad y afecto”. “No es un colectivo peligroso ni conflictivo. No acceden ni amistades ni familiares de las víctimas tan solo el equipo de profesionales”, recuerda Andrés. Además, la asociación asume los pagos, la limpieza y el seguimiento de la vivienda, garantizando una buena convivencia.
Desde In via explican que muchas mujeres llegan a la entidad sin una red de apoyo, ya que sus allegados también pueden estar en riesgo. “Muchas se ven obligadas a trasladarse a otra provincia o distrito para garantizar su seguridad. Esa marcha implica dejar atrás el trabajo, la escuela de los hijos, los amigos y toda su rutina diaria”, detalla Andrés. El proceso, añade, es “duro”, “difícil” y “lleno de dudas”, especialmente cuando hay menores, porque los agresores “no están agrediendo las 24 horas”.
La falta de recursos residenciales se suma a la prolongación de las estancias
Según Irene Andrés, “hace años que el tiempo de espera residencial está cronificado en dos meses”. Fuentes consultadas de Feminisme aseguran que no disponen de cifras exactas, ya que depende mucho de cada caso, pero reconocen que “en los últimos tiempos las estancias de las mujeres en los servicios residenciales de la red de violencia machista se han alargado”.
Tanto el Departament como In via aseguran que “ninguna mujer se queda en la calle” y que las administraciones locales proporcionan servicios de acogida de emergencia para garantizar su seguridad. “Aunque no es lo habitual, hay familias que son reubicadas en pensiones mientras esperan un recurso asistencial. Pero, después de todo el proceso de salida de la violencia, no es lo ideal”, señala Andrés. La entidad acompaña a estas mujeres desde su recuperación emocional hasta la denuncia, si así lo necesitan.
Cuando se dicta una orden de alejamiento, el agresor debe dejar la vivienda, pero se dan muy pocas en Catalunya
Sònia Ricondo, abogada penalista especializada en violencias machistas, asesora cada día a víctimas. “Hay mujeres que soportan situaciones de maltrato porque no tienen un lugar adonde ir ni la independencia económica suficiente”, explica. A esta realidad, se suma que antes era más sencillo lograr que los agresores abandonaran el domicilio, pero con el alto coste de la vivienda, la situación se ha complicado. “Cuando se dicta una orden de alejamiento, el agresor debe dejar la vivienda, pero el problema es que se dan muy pocas en Catalunya y, en muchos casos, nos encontramos con su resistencia a abandonar el hogar”.
Solo una de cada seis denuncias por violencia machista consigue una orden de alejamiento, según datos del Consejo General del Poder Judicial. En comunidades como Catalunya o Madrid, menos de la mitad de las solicitudes son aceptadas. En el caso de Catalunya, se denegaron 2.966 de las 5.750 solicitudes presentadas (el 51%), en 2024, mientras que la media estatal se sitúa en un 33%.
Muchas mujeres prefieren no denunciar la violencia o deciden tramitar el divorcio por la vía civil. “Si no has denunciado y no has pasado por el sistema judicial, no eres considerada víctima de violencia a ojos de la justicia y, por lo tanto, no puedes acceder a ciertos recursos, como viviendas de protección oficial”, dice Ricondo.
Las víctimas suelen sentirse “muy culpables” por “haber permitido” la violencia o por no haber denunciado antes. Desde In via se las acompaña y se les ofrece un tiempo y un espacio seguro para que puedan reconstruir los hechos y ubicar los detalles, a menudo alterados por el estrés postraumático, y así decidir con apoyo profesional si desean emprender acciones legales. Además, los menores han presenciado estas violencias y, en muchos casos, las han normalizado, llegando incluso a reproducirlas con sus madres.
Aunque la sociedad está cada vez más sensibilizada frente a las violencias machistas, también debe comprender –señala Andrés– que no basta con entenderlas, sino que también es necesario dar oportunidades para que las mujeres puedan empezar de cero. Algo que resulta prácticamente imposible sin contar con pisos donde puedan reconstruirse a sí mismas y rehacer su vida.


