Tres referencias obligadas para pensar en las perspectivas del pontificado de León XIV son su predecesor, el p apa Francisco, el papa León XIII, de quien ha tomado el nombre, y San Agustín, por la orden religiosa a que pertenece y de la cual ha sido prior general durante doce años.
León XIV representa una continuidad de fondo, atemperada en algunas formas, con el papa Francisco; en síntesis: preocupación por una ecología humana que tenga en cuenta la responsabilidad hacia el planeta, como parte de la Creación, y hacia los otros, en una relación de justicia, hermandad y comunidad espiritual. De León XIII, toma la preocupación por una justicia social que empape el marco económico creado por nuevas revoluciones tecnológicas (hoy, las de la robótica, inteligencia artificial y redes sociales). Aquí, nos centramos en las aportaciones de San Agustín.
La energía intelectual es, también, una necesidad en tiempo de predominio de la emocionalidad y el individualismo
De entrada, Confesiones y La ciudad de Dios , sus obras más conocidas, ya sugieren dos temas actuales. La relevancia de una introspección profunda, crítica e inquieta, que enriquecería las tendencias intimistas e individualistas actuales, y la reacción ante un cambio de época que representa un retroceso de grandes corrientes de la historia: las invasiones bárbaras que rompen la cultura y fragmentan la visión de conjunto del Imperio romano, para Agustín, y el retroceso en el reconocimiento de derechos humanos, de derecho internacional y de aspiraciones democráticas para nosotros.
En concreto: vulnerabilidad planetaria, revolución tecnológica, involución política, tres aspectos acentuados, como en tiempo de Agustín, por la violencia, la soberbia y el la rotura. Hay, además, cuatro otros aspectos de Agustín de interés inmediato: la conversión, la energía intelectual, la fuerza expresiva, y el servicio a la comunidad. León XIV ha aludido en varias ocasiones, antes de ser Papa, a su servicio en la orden agustiniana.
El papa León XIV, en la audiencia general semanal celebrada en la plaza deSan Pedro del Vaticano el pasado 5 de noviembre
La conversión no viene, en Agustín, por ninguna imposición exterior ni ninguna reforma legal, sino por un proceso íntimo de ganancias inesperadas y de renuncias dolorosas, que desemboca en una nueva visión del mundo, en una nueva sensibilidad, en un nuevo orden de prioridades y de atenciones. La idea de conversión, o de nueva conversión, es de interés para nosotros. Los placeres, satisfacciones y libertades que se suponía que tendríamos al prescindir de Dios no han sido lo que esperábamos: malestar, desarraigo, falta de sentido, vacío existencial... No es la idea de Dios, lo que infantiliza y anestesia, sino las urgencias acríticas de nuestros deseos. ¿Qué nos aportaría una conversión, una redefinición de nuestras atenciones y prioridades?
La energía intelectual es, también, una necesidad en tiempo de predominio de la emocionalidad y el individualismo. La emoción teje vínculos fuertes de comunidad y de pertenencia pero separa grupos diferentes con tanta fuerza como consolida internamente a las agrupaciones de iguales. Combinar emoción y razón estimula a escuchar, reflexionar, argumentar, buscar bases comunes de convivencia. La razón lleva a reflexionar sobre el papel de la verdad y de la mentira, sobre los condicionantes que limitan las acciones y los puntos de vista. En este campo, Agustín destacó por grandes temas como las tensiones entre fe y razón, y entre amor y mal.
Los placeres, satisfacciones y libertades que se suponía que tendríamos al prescindir de Dios no han sido las que esperábamos: malestar, desarraigo, falta de sentido, vacío existencial
Agustín fue un gran retórico. Las Confesiones tienen fragmentos de altísima fuerza expresiva. Locuciones como: “ Ama, y haz lo que quieras”, “Superior a lo que hay más alto y superior en mi alma; más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más sumo mío”, “ Cree para entender”, “La medida del amor es amar sin medida” y de otros, han pasado a formar parte de la expresividad común... No tenemos espacio para reproducir párrafos que son verdaderos torrentes de iluminaciones. Hoy, haría falta a la Iglesia, y a los creyentes en general, saber manifestar su fe, desazones y esperanzas, con intensidad creativa; entrar en competencia con las seducciones y recursos del imaginario del cine, la música, la literatura, las redes sociales.
León XIV ha insistido en la idea agustiniana de servicio a la comunidad. “ In illo uno unum ”, ha tomado como lema pontificio, palabras de San Agustín que reclaman la fuerza unitiva que tendría que suponer Cristo. Una unión que, con invocación a Cristo o sin, es tan necesaria en una sociedad polarizada, con una política agresiva, fatigada de peleas estériles, prepotencias autoritarias y dogmatismos ininteligibles. Agustín sirvió a la comunidad como presbítero, como obispo, como intelectual, como maestro –no fue ajeno, sin embargo, a notables riñas... – Servir a la comunidad desde el pensamiento, la acción y la emoción, tejer relaciones entre personas y grupos y modelar aspiraciones compartidas e imaginarios estimulantes y esperanzadores, es una alta aspiración.