Recuerdo de la infancia: las visitas periódicas al consultorio del pediatra Dr. Bernat, ubicado en un piso del centro de Reus (Tarragona). Allí nos recibía una recepcionista que a su vez oficiaba como enfermera. Finalizada la revisión, el médico encendía un cigarrillo en su mesa de despacho (aquello olía a bar de pueblo) y daba cuenta a los padres del estado de la situación. Un pequeño obsequio, como sería un camioncillo de plástico, compensaba las molestias y ponía fin al acto médico. Escenas pretéritas cada vez más difíciles de reproducir, no porque los facultativos hayan dejado de humear en el puesto de trabajo sino porque tienden a abandonar el secular modelo de las consultas propias.
En la demarcación de Barcelona, aproximadamente unos 10.000 médicos ejercen en la privada. Hace diez años, el 45% trabajaban en un consulta propia, proporción que ha descendido ahora al 33%, según revela la última encuesta de seguro libre promovida por el Consell de Col·legis de Metges de Catalunya (CCMG), cuyos resultados se darán a conocer en breve.
El adiós de un pediatra
“Apreciadas familias: os escribo este correo para notificaros que a partir del día 1 de junio de este año cierro la consulta y me jubilo. En primer lugar, os querría agradecer la confianza que habéis depositado en mí en el cuidado de la salud de vuestros hijos. Ha sido un placer haber podido hacerlo durante todos estos años. En segundo lugar, está el tema de aconsejaros a alguien en concreto para sustituirme. Los pediatras con los que tengo tratos son todos de mi edad y están en la misma situación que yo. De todas maneras, sigo valorando opciones; ya os diré alguna cosa si encuentro a alguien”. Este es el mensaje de despedida de un pediatra de Barcelona con consulta privada dirigido a las familias de sus pacientes. “Los que trabajamos así nos vamos haciendo mayores y nos vamos jubilando”, explica la doctora Lola Bou. “Los pacientes nos dicen que lo echan de menos”, agrega, “van de un lado a otro hasta que encuentran al médico que les puede hacer más caso, el que les puede dedicar más tiempo. Es un modelo en vías de extinción, y me sabe mal, porque los hospitales no tratan así. Echo en falta que se escuche a la gente y se la explore. He tenido pacientes ancianos viniendo del hospital con picores en la piel y solo era un problema de sequedad; bastaba una crema hidratante, pero no se lo dijeron”.
“Se da una tendencia a trasladar la actividad de consultas a centros médicos o clínicas en detrimento de las consultas propias”, confirma el traumatólogo Pere Torner, presidente de la sección de médicos de seguro libre del Col·legi de Barcelona. Paralelamente, profesionales que han ejercido durante toda su carrera con despacho propio llegan a la jubilación y no hay relevo en la consulta.
Según Torner, tres motivos fundamentales explican el cambio de tendencia en la atención médica privada. Uno, las especialidades se hacen cada día más complejas y aparece la necesidad de trabajar en equipo para cubrir todos los ámbitos de la especialidad. Por otra parte, la proximidad de las técnicas diagnósticas y de las interconsultas: en una clínica es más sencillo realizar una analítica, una radiografía o una resonancia, y consultar a compañeros de otras especialidades. Por último, las razones económicas tienen un peso indiscutible. “Con una precarización general, sobre todo en la actividad de las mutuas, con unos baremos cada vez más justos, mantener una consulta propia hoy en día es difícilmente sostenible” argumenta Torner.
El 40% de los especialistas que hacen privada en Catalunya tienen plaza en un hospital público. En estos casos, dedicarse a a actividad particular unos días por semana no proporciona suficientes ingresos como para mantener los gastos de una consulta propia, que pueden ir desde el alquiler de un local hasta el personal (enfermería, administración, gestión), pasando por el equipamiento médico, cada vez más sofisticado.
Especialidades con más consulta propia: cirugía plástica, dermatología, psiquiatría, medicina de familia y ginecología
De hecho, según el sondeo del CCMC el perfil del profesional que mantiene una consulta individual corresponde a un hombre de más de 51 años. “Los jóvenes y las mujeres, que actualmente son mayoritarias en la profesión, tienen menos tendencia a mantener consulta propia y más a trabajar en clínicas y centros médicos”, indica Torner. Resulta más práctico y rentable alquilar un espacio y unos servicios y pagar por módulo/consulta o un porcentaje de ingresos/visitas.
Las especialidades que más conservan la fórmula de consulta propia son, según datos colegiales, psiquiatría, dermatología, cirugía plástica y estética, medicina de familia y obstetricia y ginecología. ¿Por qué razón? Porque son las que presentan menor actividad de mutuas y más pago directo de los pacientes, notablemente más elevado que las tarifas de las aseguradoras. “Gracias al pago directo puede hacerse frente los gastos, sobre todo de personal, y de equipamiento o alquileres”, afirma el doctor Torner.
Centro médico privado en Barcelona
La dermatóloga Lola Bou abrió su primera consulta en Barcelona en 1981 y ha ejercido siempre por su cuenta, y al margen de las mutuas, hasta su reciente jubilación. “Una consulta de las de antes”, dice, y argumenta la decisión de prescindir de las aseguradoras: “Quería dedicar todo el tiempo que necesitara a mi paciente”.
Efectivamente, hasta que la covid forzó las distancias de seguridad, la doctora nunca tuvo una mesa de despacho y atendia a sus pacientes “rodilla con rodilla”. Un modelo altamente humanizado en vías de extinción. La doctora Bou, por ejemplo, siempre escribió mano las historias clínicas de sus pacientes: “Me di cuenta de que mientras estás en el ordenador, ni los miras y casi ni les escuchas”.
Antiguamente era sencillo montar una consulta privada. Bastaba un piso digno y algunos aparatos, rememora la dermatóloga. Pero las exigencias han ido cambiado en todos los sentidos y ahora, afirma, todo es tecnología. “Tan insuficiente era lo que teníamos al comienzo como inoperante lo que tenemos ahora, que todo es tecnología y no tienes tiempo de ver ni escuchar al paciente”, razona.
Lola Bou, dermatóloga jubilada: “Una consulta privada da muchos dolores de cabeza y estás sola”
En su caso, bajar la persiana fue una decisión meditada, un proceso que se alargó durante un año, mientras derivaba a sus pacientes a otros profesionales y aseguraba el futuro de las dos enfermeras que empleó durante décadas. Regaló todos los aparatos, excepto una sofisticada camilla que había adquirido hacía poco, y ni se planteó traspasar la consulta a otro profesional por las dificultades que esta operación representa en Catalunya a diferencia, dice, de otras comunidades autónomas. Hubo fiestas de despedida, cava para todos, porque con los años se habían entablado consistentes relaciones entre médica y pacientes. “Fue estupendo”, recuerda.
Bajó la persiana y, con ello, ratificó la decadencia de un modelo tradicional. “Montar una consulta privada da muchos dolores de cabeza, cuesta mucho dinero, tienes mucha responsabilidad, pero estás solo. Los pacientes te los llevas a casa cuando te quitas la bata”, resume Bou. A pesar de los obstáculos, ella nunca se planteó una alternativa a la privada pura, ni siquiera las mutuas: “Para que te salgan las cuentas así tienes que hacer muchísimas visitas cada día o buscarte ayudantes jóvenes. Yo nunca he creído en eso, no era el modelo de vida laboral que quería”.


