A diferencia de las últimas cumbres del clima -en Azerbaiyán, Dubái-, la COP30 en la ciudad amazónica de Belém se ha convertido en un escenario de protesta indígena. La primera polémica se desató el pasado martes cuando centenares de indígenas y otros líderes de movimientos sociales irrumpieron en la llamada Zona Azul del centro de convenciones donde los delegados de los 190 países llevan a cabo sus laboriosas negociaciones sobre el futuro del planeta. El viernes, cientos de indígenas del pueblo munduruku, que vive en la orilla del río Tapajos, un afluente del Amazonas, realizaron una marcha para pedir una reunión con el presidente Luiz Inacio Lula da Silva. Los pueblos originarios reivindican otro modelo de desarrollo más allá de los monocultivos de soja y carne que han arrasado la Amazonia. Exigen también una participación directa en la cumbre. Los líderes de pueblos originarios de la Cuenca Amazónica como los mundurukú o los kayapó, gestores de dos millones de kilómetros cuadrados de la selva amazónica demarcadas como tierras indígenas —donde la deforestación no avanza— encabezan las manifestaciones en Belém. Pero no solo protestan los representantes de las 254 etnias en Brasil, sino representantes de otros pueblos originarios de dentro y fuera de América Latina.
Uno de ellos es Dina Juc, líder maya de etnia Q’eqchi’ del norte de Guatemala, el país latinoamericano con la población indígena más grande en porcentaje. Oficial de Derechos y Cultura de la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques (AMPB), Juc es la tercera alcaldesa indígena en el Consejo Municipal Indígena de Santa Lucía Utatlán, Sololá, uno de los 22 pueblos mayas en Guatemala. Para los mayas el servicio público “es quchol”, en idioma quiché, se califica como servicio con dolor, ya que tienes que dejar a tu familia y estar dedicado al 100% a atender las necesidades de tu pueblo y de la comunidad. Esto incluye asistir a la COP30 en Belém.
En estos momentos hay protestas de líderes indígenas. ¿Por qué?
Brasil es un país de una gran población indígena. Por tanto esta cuestión cobra una mayor relevancia muy diferente de los países anteriores donde se han celebrado las COP. Que se celebre una COP30 en territorio donde la mayoría son pueblos indígenas tiene un mensaje político. Se está celebrando en un espacio donde hay muchísimos ejemplos de conservación por la gestión de la tierra que han hecho los pueblos indígenas y esto podría generar una conciencia en los representantes de Estado. Queremos una participación plena y efectiva, que los indígenas sean socios de esto, no vistos como beneficiarios.
¿En qué sentido?
Somos los que estamos en primera línea afrontando no solo los efectos del cambio climático, sino también resistiendo con nuestro sistema propio de vida frente a los embates climáticos, a través de nuestra economía indígena: nuestro sistema de manejo forestal. Deberíamos ser aliados clave para poder mitigar el impacto del cambio climático y disminuir las diferentes emisiones de gases de efecto invernadero.
Los Estados deben entender que los pueblos indígenas quieren estar sentados en la toma de decisión
¿Y las protestas forman parte de esa reivindicación?
Sí. El fin de semana, por ejemplo, se celebró el Caucus de pueblos indígenas, en el cual se definieron algunas posiciones y reivindicaciones que traemos como pueblos indígenas a los Estados participantes. Los Estados deben entender que los pueblos indígenas quieren estar sentados en la toma de decisión, ocupando un espacio en las mesas de negociaciones. Esto no debería ser solo una discusión entre Estados. Porque, a pesar de que estamos aquí en una región de pueblos indígenas, somos ausentes; no hay un espacio para los pueblos indígenas en las diferentes negociaciones que se están llevando a cabo.
¿Qué efecto tiene esta sensación de estar ausentes?
Se llega a un punto de hartazgo donde los pueblos indígenas dicen: 'bueno, siempre es la misma situación'. Nos dicen que sí, es una cumbre abierta, donde hay mayor integración para mujeres, hombres indígenas o de comunidades locales. Pero, a la hora de tomar las decisiones, no hay un espacio para nosotros. Entonces, se llega a un punto como lo que pasó en la zona azul el martes: que estallan. La gente, al ver que no hay un diálogo real de fondo, toman las instalaciones y quiebran, desbaratan todo. Es un estallido que provoca este sistema tan excluyente que tienen las Naciones Unidas, en la cual solo escuchan a los Estados. Y o que sucedió ayer va a seguir sucediendo...
¿Por qué cree que están excluidos??
Porque los Estados no precisamente estén porque les interese realmente ver cómo disminuir la emisión de gases de efecto invernadero. Están más bien protegiendo los intereses de las grandes empresas petroleras, extractivistas, que destruyen el medio ambiente. Entonces, que ellos aborden de fondo eso no va a pasar. Pero entonces es ahí donde los pueblos, en un momento ya de hartazgo, viendo que siempre es la misma historia, que en las COP sí nos permiten ingresar en las zonas donde celebramos nuestros eventos —en los cuales se invita a representantes del Estado para que nos escuchen, para que conozcan de nuestro trabajo, de nuestro posicionamiento y de nuestras peticiones— pero sin acceso real a la toma de decisión...
¿Sirven las COPs? o ¿Simplemente estamos dando vueltas a una ruleta rusa donde siempre caemos en promesas que luego no se cumplen..?.
¿Cree que la COP se juega su credibilidad?
Habrá que preguntarse: ¿qué tan efectivas son estas benditas convenciones de las Naciones Unidas sobre el clima? ¿Tienen un efecto positivo para las crisis que sufrimos en nuestros países o simplemente lo que estamos haciendo es dar vuelta a una ruleta rusa donde siempre caemos en lo mismo: en promesas, en compromisos que se asumen y luego no se cumplen.. Entonces, para nosotros como pueblos indígenas, a veces es decepcionante venir, invertir tiempo, abandonar nuestras familias, nuestros territorios —en el caso mío como autoridad, dejar a mi pueblo un buen tiempo— con la intención de ver cómo incidimos, cómo generamos algún cambio, cómo sacudimos este sistema tan cerrado. A veces parece que es una pérdida de tiempo.
¿Qué se tiene que hacer?
Hacer caso a nuestras prácticas que ya hemos aplicado milenariamente y que han demostrado ser funcionales. Pero los Estados se quieren inventar cualquier otro tipo de soluciones climáticas que no son funcionales porque se elaboran desde los escritorios y no desde el terreno.
Se reconoce aquí en Brasil que las tierras gestionadas por comunidades indígenas lo constituyen un freno a la deforestación. Aquí en Belém se ha presentado una iniciativa para la protección de los bosques que se pretende llegar a 25.000 millones de dólares. ¿Cree que se reconocerá que territorios gestionados por indígenas son esenciales para proteger el medio ambiente?
El hecho de que un estado reconozca y promueva una iniciativa de ley o un marco político que establezca el respeto y el reconocimiento de la posesión de las tierras milenarias que tienen los pueblos va a permitir un avance para nosotros como pueblo indígena. Para poder por lo menos vivir tranquilos, en paz. Eso es clave para la protección medioambiental. Muchas veces se piensa que estamos en contra del desarrollo. Pero jamás se nos consultó.
¿En Mesoamérica, al igual que en la Amazonía, se ha comprobado que la gestión indígena de las selvas es la mejor forma de protegerla?
Sí. Tenemos diferentes ecosistemas vivos que han sido administrados por los pueblos indígenas y las comunidades locales en la región mesoamericana. A pesar de que Mesoamérica es un territorio pequeño, está contribuyendo a la conservación del 8 % de la biodiversidad biológica a nivel global. Eso es gracias a esa buena administración y gestión territorial que realizamos los pueblos indígenas en nuestros pueblos. Mi trabajo como alcaldesa es ver que haya una buena administración de los bosques que garantizan que los nacimientos de agua o las reservas de agua estén protegidas. Entonces, nos toca ver el tema del agua, el medio ambiente, aparte de impartir justicia social, en donde resolvemos casos y conflictos entre vecinos o comunidades. Estas experiencias son funcionales. No es un cuento, sino que existen. Funcionan. Manejamos la tierra de forma comunal; por eso nuestras tierras son bajo administración colectiva, porque en ningún momento puede venir alguien a apropiarse de eso. La comunidad entera es dueña de todas las tierras. Pero sufrimos también los achaques de seguir manteniendo esta forma de vida; es un riesgo.
Cuando el Estado, otorga una licencia a una empresa extranjera, lo que hacen es presionar de forma violenta a los pueblos para abandonar las tierras
¿Por qué?
Porque hay una persecución, criminalización y asesinato por el hecho de que las tierras las seguimos manejando bajo una administración comunal. Cuando el Estado, por ejemplo, puede permitir u otorgar una licencia a una empresa extranjera, lo que hacen es presionar de forma violenta a los pueblos para abandonar las tierras y poder ellos ejecutar el proyecto que estén llevando. Los pueblos indígenas son los que están en primera línea defendiendo y protegiendo el territorio, y eso nos vuelve un blanco ante cualquier interés económico que quiera ingresar a los territorios . Nos volvemos los opositores ante megaproyectos extractivistas o un proyecto de monocultivo. Son situaciones que nos llaman a organizarnos. .En Latinoamérica, según el informe de Global Witness, en 2024 fueron asesinados 146 defensores ambientales. El 80 % son indígenas. Y un gran porcentaje de mujeres. Y hoy por hoy Guatemala es uno de los países más peligrosos para ser defensor ambiental. Lo jodido de ser indígenas es que te toca vivir protegiendo tu casa, tu territorio, explicándole al mundo por qué tú percibes el entorno desde otro punto de vista, porque tu cosmovisión y tu relación son intrínsecas con la naturaleza, y esto te vuelve un supuesto enemigo del desarrollo
Se está intentando implementar aqui en Belem el Acuerdo de Escazú, para combatir la violencia congtra defensores del medioambiente. ¿Funcionará?
Un acuerdo marco para los pueblos indígenas es elemental porque nos permite tener acceso a la información en cuanto a temas de medio ambiente, lo cual obligará a los estados a que nos den una rendición de cuentas de qué decisiones o qué acciones están tomando ellos como jefes de Estado en cuanto a la agenda climática. También obliga a los estados a garantizar una protección a los defensores ambientales. Nosotros venimos a estos espacios como la COP, y lo digo desde mi experiencia, por las violencias sistemáticas y violaciones de derechos que se sufren en nuestros pueblos.
Llama la atención la similitud —en cuanto a la labor esencial de proteger los bosques y el medio ambiente, y segundo, la constante amenaza y la violencia— entre vosotros y los indígenas de aquí en la Amazonía. ¿Hasta qué punto crees que esa condición compartida que tienes tú, que vives a 1000 kilómetros de los Munduruku o los Kayapó o los diferentes pueblos en Amazonia, y obviamente en otros países latinoamericanos, debería traducirse en una agenda única, una serie de reivindicaciones comunes para forzar de alguna forma a la COP a actuar? ¿Hay alguna iniciativa que pueda estar desarrollándose en Belén, en la cual todos los pueblos indígenas que están allí pueden presentar una serie de reivindicaciones de forma compartida?
Bueno, al venir a estas cumbres nos ha permitido ir articulando poco a poco con otros pueblos. Porque, como tú decías, hay mucha similitud en cuanto a la problemática ambiental, pero también las violaciones sistemáticas de derechos humanos que se viven. No solo en Brasil, sino también lo vivimos en Mesoamérica. Cada bioma tiene una función que permite el equilibrio de la vida en el planeta. Y entonces yo creo que ahí radica la importancia de por qué debemos seguir articulándonos.Y bueno, yo creo que aquí en Belém, porque también recordemos que las luchas indígenas no nacen hasta ahora, sino que ya tienen miles de años,
hay mucha similitud en cuanto a la problemática ambiental, pero también en cuanto a las violaciones sistemáticas de derechos humanos que se viven
