Roma recupera sus viñedos milenarios en el corazón arqueológico de la ciudad

Restitución simbólica

El Ayuntamiento planta 1.200 cepas autóctonas entre el Coliseo y el Palatino

El viñedo del Coliseo, en Roma firma: LV

Las nuevas vides plantadas en Roma, junto a la villa Celimontana y muy cerca del Coliseo

LV

Como gesto fundacional de la ciudad, cuenta la leyenda que Rómulo, el primer rey de Roma, plantó una vid. Durante siglos, los historiadores han intentado localizar el lugar exacto —tal vez en el Palatino o en el Esquilino—. Un acto simbólico que reflejaba la idea de ciudad que él tenía en mente: transformar a los pastores guerreros en ciudadanos sedentarios y agricultores.

Hoy, en esos mismos lugares y en un mundo completamente distinto, la administración romana ha plantado un viñedo de 1.200 cepas. En dos años dará sus primeros racimos, a pocos pasos del Palatino —el monte donde nació el Urbe— y del Coliseo. En el Capitolio, sede del gobierno municipal, lo definen como una “restitución simbólica” para una ciudad que vivió del vino durante casi dos milenios y que ahora vuelve a integrar las hileras de vides en su paisaje, con siete variedades autóctonas: Bellone, Nero Buono, Cesanese, Moscatel de Terracina, Mammolo, Abbuoto y Malvasía Puntinata.

El proyecto de la capital italiana quiere recuperar los vinos que bebían los antiguos romanos

Ya los primeros reyes de Roma habían establecido que se debía producir vino —aunque sin excesos—. El primer código jurídico del Urbe, la Ley de las Doce Tablas, suspendía los procedimientos judiciales durante la vendimia para permitir a los ciudadanos dedicarse a la recolección. Las colinas de la ciudad se llenaron de vides que sobrevivieron, con suerte desigual, durante casi dos mil años. La red viaria se adaptó a esas plantaciones y, cuando el Imperio llevó sus fronteras muy lejos del Tíber, los legionarios exportaron la cultura del vino, convertida en uno de los pilares de la identidad romana.

Un panel que explica la historia de las variedades históricas

Uno de los paneles que explica las variedades históricas

LV

La tradición se mantuvo durante siglos. En el siglo XVI se calcula que en Roma se producían unos veinte millones de litros de vino, una fuente importante de ingresos para las arcas pontificias. “Por aquí estaba lleno de parras —recuerda Fabio Bonanno, responsable de Agricultura y Política Alimentaria del Departamento de Medioambiente de la capital—, estaban por todas partes”. Con la unificación italiana y la expansión de la ciudad tras 1870, Roma construyó sobre sus antiguos viñedos, aunque siguió siendo el municipio agrícola más grande de Europa.

La iniciativa, bautizada con cierta grandilocuencia “Roma mater vinorum” (Roma, madre de los vinos), comienza precisamente en San Sisto, una zona que Napoleón quiso transformar en un semillero y donde todavía hoy se cultivan las plantas que el Ayuntamiento utiliza para sus parques y actos públicos. El plan prevé ampliar los cultivos al monte Celio y al área de San Sebastiano, siempre en el corazón de la Roma arqueológica. Las cepas tradicionales estarán controladas con métodos modernos: la startup turinesa Citiculture ha instalado en las hileras sensores climáticos alimentados por paneles fotovoltaicos, capaces de registrar la temperatura, la humedad, la presión atmosférica, la intensidad solar y la presencia de contaminantes como las partículas finas PM 2,5 y PM 10.

Para el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, se trata de “un paso más en la recuperación de una dimensión fundamental de Roma, ligada a la tierra, la comida y la agricultura. Es una idea que replicamos también en otros ámbitos: por un lado ampliamos la superficie destinada a la agricultura, y por otro impulsamos procesos de rehabilitación urbana”.

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Un paseo por el centro de Roma, desde la Fontana di Trevi hasta el Parlamento, armado con una enorme cizalla y un objetivo preciso: retirar las pequeñas cajas metálicas que contienen las llaves de apartamentos turísticos. Es el truco de muchos propietarios para evitar hacer el check-in en persona, tal como exige la ley italiana. Una práctica contra la que el Ayuntamiento de la capital, gobernado por la izquierda, ha declarado la guerra.

A la expedición, encabezada por el concejal de Turismo, Alessandro Onorato, se unió también Laia Bonet, primera teniente de alcalde de Barcelona. Antes, ambos responsables intercambiaron opiniones y experiencias en una reunión a puerta cerrada.

Otro objetivo es reorientar los flujos turísticos, explica Sabrina Alfonsi, concejala de Medioambiente: “Se ha puesto en marcha un trabajo que llevará a la creación de varios viñedos urbanos en lugares arqueológicos, que formarán una auténtica red de itinerarios culturales alternativos a los recorridos turísticos habituales”.

Dentro de dos años, se calcula, saldrán las primeras cien botellas. Poco más que un símbolo, suficiente para recordar que el vino, al fin, ha vuelto a Roma.

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