Cristhofer Carlos Torres Reyes ha pasado dos meses -desde que empezó la universidad- sin poder usar el bus del campus Mundet de la Universitat de Barcelona (UB) en la que estudia. Sí lo han podido usar el resto de compañeros. Este estudiante tiene parálisis cerebral y se desplaza en una silla de ruedas eléctrica. Pero la rampa del autobús del recinto universitario, situado en la montaña, no era apta para que pueda subir porque tenía demasiada inclinación para su silla. Lleva meses batallando para conseguir que instalen otra. Y los días de lluvia le dijeron que se quedara en casa y ello le obligó a faltar a un examen. La solución llegó casi de casualidad.
La inclinación de la rampa del autobús es insalvable si no se inclina el vehículo
La vida de Torres nunca ha sido fácil. Nació en Guayaquil (Ecuador) hace 29 años, pero vino con sus padres a España cuando era pequeño. Se trasladaron porque sabían que aquí la vida de Cristhofer sería un poco más sencilla. Tiene parálisis cerebral y una afectación de todo el cuerpo. Su madre falleció hace cuatro años y ahora vive con su padre, que tiene más de 70 años. Por eso requiere ayuda para el día a día. Puede caminar con mucha dificultad, pero los desplazamientos fuera de casa los tiene que hacer en una silla de ruedas eléctrica. Son sus piernas en el asfalto.
En sus casi tres décadas de vida, ha ido salvando las barreras sociales y educativas con las que conviven las personas con discapacidad. Acabó los estudios básicos a pesar de que le vaticinaron que “de la primaria no vas a pasar”, recuerda. Y este año ha llegado a la universidad después de estudiar varios grados y “mucho esfuerzo”, algo que constatan sus profesores en el instituto. Desde este mes de septiembre estudia en la Facultad de Educación del Campus Mundet de la UB Trabajo Social. “Mi familia es inmigrante, no lo he tenido fácil y quiero devolver un poco de lo que me han dado a mí”, cuenta, para explicar qué le ha motivado a estudiar esta carrera. Hasta el campus, situado en la parte más alta de la ciudad de Barcelona, llega en metro. Por suerte hay una parada cercana, aunque a veces, como el día que se encuentra con Guyana Guardian, le toca venir de más lejos porque el ascensor del suburbano lleva una semana estropeado y ello obliga a este joven a tener que bajarse una parada antes y hacer ese trayecto con la silla. “Me ha pasado más veces no tener ascensor… el récord está en dos semanas”, apunta. La situación es una de las muchas que denuncia y con las que convive a diario el colectivo de personas con discapacidad.
Fácil solución
La pendiente de la rampa la hace inaccesible si no se inclina el autobús
Y cuando este joven llega al campus, siguen los problemas. El complejo universitario está ubicado en la falda de la montaña de Collserola por lo que hay un bus lanzadera que recorre todo el espacio para que los alumnos y personal lleguen a su facultad. Muchos jóvenes lo usan, pero Cristhofer no ha podido hasta ahora. La rampa del bus, un único vehículo que cuenta con un conductor de mañana y otro de tarde que suben y bajan pasaje constantemente, tiene una inclinación que le hace muy difícil poder acceder. “Me da miedo dañar la silla, la necesito”, explica.
El campus de su facultad tiene un desnivel que es complicado de salvar con la rampa, cuentan desde la UB
Este joven intentó coger el autobús lanzadera al inicio de curso, pero dadas las dificultades de acceso, ha removido cielo y tierra para lograr que sustituyan la rampa por otra más adecuada. Picó muchas puertas hasta conseguir que la decana lo recibiera y se comprometiera al cambio de rampa que aún no ha llegado, aunque le aseguran que ya está comprada. Sus compañeros le han apoyado en su reivindicación -ha recogido casi 1.000 firmas en change.org- y también docentes. Y ha empapelado, con la ayuda de compañeros, su universidad con carteles que él mismo ha diseñado. Todo este tiempo le ha tocado llegar a la facultad por la ladera de la montaña, a pesar de que forzar el motor de su silla para la subida no es lo más adecuado y de que lo hace al lado de un terraplén sin vallar. Y cuando llovía, se ha tenido que quedar en casa. Es la solución que asegura le dieron desde la universidad para esos días y que le ha obligado a perderse un examen.
Compañeros y docentes le han apoyado en su reivindicación
Cansado de esperar por la rampa y de que “se pasaran la pelota”, decidió denunciar su situación en los medios de comunicación. El joven está indignado y lo está aún más desde que este medio lo acompañó a conocer su situación esta misma semana. Él va a clase en horario de tarde y la visita se produjo en horario de mediodía para poder charlar con tranquilidad. El joven pidió a la conductora del turno de mañana que mostrara al medio la dificultad que entraña subir por la rampa del vehículo y se quedó perplejo al ver que, aunque requería de acompañamiento -porque además la rampa es manual y es el conductor el que la despliega-, pudo subir con relativa comodidad. El misterio se desentrañó pronto: antes de sacar la rampa, es necesario que el conductor apriete un botón para que se incline el vehículo, relató la conductora, que aseguró que hace a diario esta operación varias veces sin problemas. Con esta información, Christopher fui a buscar al chófer de tarde juntamente con una trabajadora de la facultad. Pero asegura que este le dijo que desconocía la existencia de un botón que inclina el autobús.
El estudiante diseñó carteles para denunciar su situación
Tras trasladar este medio la queja por esta posible mala praxis a la facultad, la empresa de transportes que opera con el autobús se ha puesto en contacto con el joven para pedirle disculpas e informar que el conductor ha sido amonestado porque “si ha recibido formación para saber inclinar el autobús”, le han explicado. Desde la UB han lamentado la situación que le ha tocado enfrentar al estudiante, señalan que la dificultad de accesibilidad al Campus está causada por un “problema en la via pública” pero que a pesar de ser un problema ajeno se han responsabilizado de la situación y atendido al alumno “con la máxima celeridad y poniéndose en contacto con la empresa que presta el servicio de lanzadera para pedir explicaciones sobre la situación. También han confirmado que el conductor será expedientado y que se ha podido comprobar que la rampa, si se inclina el autobús, cumple con los requisitos para que las personas con movilidad reducida las puedan emplear.
Satisfecho de poder subir al autobús, Christopher espera ahora la llegada de la nueva rampa que facilite aún más la subida al vehículo y que le permita, como al resto de compañeros, poder llegar a la facultad en el autobús de manera autónoma. También los días de lluvia.

