Las mujeres viven 3,8 años más que los hombres a partir de los 65, pero esos años de vida no van acompañados de buena salud. “La brecha de género se manifiesta en dos direcciones: favorable a las mujeres en longevidad, pero a favor de los hombres en años vividos sin discapacidad, lo que supone una mejor calidad de vida en la vejez masculina”.
Así lo indica el informe sobre esperanza y calidad de vida a partir de los 65, elaborado por Ángel Soler, investigador del Ivie y profesor de la Universitat de València, que pone el énfasis en que el reto demográfico ya no consiste solo en prolongar la vida, sino en lograr que los años adicionales se vivan con salud, autonomía y participación social. En este sentido, aunque los españoles viven más que la media europea, el 52,5% de los años posteriores a cumplir los 65 se vive con limitaciones funcionales en la salud que implican alguna discapacidad.
Este trabajo, que forma parte del programa de investigación en Socioeconomía que comparten la Fundación BBVA y el Ivie, revela que desde 1975, es decir, en 50 años, la esperanza de vida al nacer ha aumentado la friolera de diez años, a razón de 0,2 meses por año, “un avance que refleja la transformación demográfica, sanitaria y social del país”, señala este trabajo.
En 1975 una persona nacida en España podía esperar vivir 73,4 años de media, mientras que en 2024 la cifra alcanzaba los 84. La mejora ha sido generalizada, aunque ligeramente más intensa en los hombres, cuya esperanza de vida ha pasado de 70,5 a 81,4 años, un aumento de 10,9 años. En las mujeres, el incremento ha sido de 10,2 años, de 76,3 a 86,5 años.
“La palanca del desarrollo es la educación”, asegura el investigador Ángel Soler
¿Cómo se explica ese aumento tan destacado de la esperanza de vida? Soler no duda: por la educación. En estos años, el nivel educativo de los españoles no ha cesado de aumentar, lo que lleva aparejado mejores trabajos, más salarios, hábitos más saludables... Todo eso impulsa en mejoras políticas, como la fiscal, que se traduce en una mayor recaudación y la construcción del Estado de Bienestar, con la sanidad pública universal como bandera. “La palanca del desarrollo es la educación”, asegura.
Y vaticina que las futuras generaciones de mayores vivirán a partir de los 65 con mejor salud, porque los jóvenes actuales tienen un nivel mayor de educación (alrededor del 40% tiene ya una formación superior). Estudios realizados por el propio Soler revelan que las personas con un grado formativo superior llegan actualmente a los 65 años en mejores condiciones físicas, con más movilidad y menos limitaciones y discapacidad, indica este investigador.
La esperanza de vida a los 65 años en España ha mejorado en los últimos años tras el retroceso por la covid-19, manteniéndose en niveles elevados hasta 2023, cuando se alcanzan los 21,7 años, 1,5 por encima de los 20,2 de media en la UE.
Si en 2018 se vivía de media 9,8 años con discapacidad, en 2023 la cifra se ha elevado hasta los 11,4 años
Sin embargo, la proporción de años vividos con discapacidad se ha incrementado también, indicando que la longevidad añadida se traduce cada vez más en años vividos con limitaciones funcionales. Si en 2018 se vivía de media 9,8 años con discapacidad, en 2023 la cifra se ha elevado hasta los 11,4 años.
En 2023, la esperanza de vida de las mujeres de 65 años era de 23,5 años, frente a los 19,7 años de los hombres, una diferencia de 3,8 años a favor de ellas. No obstante, en la calidad de vida de esos años la brecha de género se invierte. De los años que las mujeres viven a partir de los 65, el 56,6 % se desarrolla con algún tipo de discapacidad o limitación funcional (13,3 de los 23,5 años totales). En cambio, los hombres, aunque tienen una esperanza de vida menor, viven con discapacidad el 47,6 % de su tiempo restante (9,4 de los 19,7 años). Por tanto, las mujeres padecen problemas de discapacidad durante 3,9 años más que los hombres, y ambos disfrutan de prácticamente los mismos años sin discapacidad: 10,2 años frente a 10,3, respectivamente.
El análisis de la longevidad que contempla la calidad de los años que restan por vivir a partir de los 65 subraya la necesidad de que las políticas públicas no se limiten a tratar de prolongar la vida, sino que pongan el foco en mejorar el bienestar funcional en la vejez. El desafío no es solo vivir más, sino vivir mejor. Para ello se requiere reforzar las estrategias de prevención sanitaria y promoción de estilos de vida saludables, impulsando programas de envejecimiento activo y fortaleciendo los sistemas de atención sociosanitaria y de cuidados de larga duración, explica Soler.
Las políticas públicas no se deben limitar a prolongar la vida, sino en mejorar el bienestar funcional en la vejez
La mejora del bienestar en las edades avanzadas pasa también por fomentar la autonomía personal, la adaptación de los entornos y la reducción de las desigualdades de género en salud en ambos sentidos, tanto en cantidad como en calidad. En definitiva, la prolongación de la longevidad que caracteriza a la sociedad española respecto de los países de nuestro entorno debería ir acompañada de un mayor número de años vividos sin discapacidad y con elevada participación social, dice este trabajo.
