Por favor, ayúdenme. No puedo más, me va a matar”. Este fue el grito de socorro que lanzó el pasado mes de septiembre una joven, de 28 años y de nacionalidad marroquí, en la farmacia que regenta María José Pardo Rodríguez en el pueblo gallego de Riotorto (1.300 habitantes), cerca de Ribadeo. La joven, que pidió la ayuda a través del traductor del móvil, porque aún no conoce el castellano, fue llevaba de inmediato al despacho de la botica, y en apenas unos minutos, allí estaban los servicios sanitarios, la trabajadora social y la policía para darle protección. El marido, de 50 años, fue detenido de inmediato.
No era la primera vez que entraba en la farmacia. Llevaba días entrando, siempre con su móvil y su traductor, relata la farmacéutica. Se veía que no estaba bien, que adelgazaba por días (desde que llegó a España en julio hasta septiembre había adelgazado 15 kilos), estaba angustiada. “Guapísima, sus ojos mostraban miedo”, indica.
La joven, de 28 años, entró en la farmacia de Riotorto pidiendo protección ante su marido maltratador
Poco a poco fue abriéndose a las tres mujeres que trabajan en la farmacia. Que en Marruecos tenía una buena vida, que allí no llevaba velo, que se casó, que él la obligaba a llevarlo, que no le dejaba salir de casa, salvo a la farmacia o al médico, que no le daba dinero para comer... “Nosotras le ofrecimos ayuda, pero ella decía que así era su cultura... No podíamos hacer nada sin su consentimiento porque vimos que la farmacia era un sitio al que él le dejaba ir y donde ella se encontraba protegida”, explica Pardo Rodríguez.
“Hasta que un día nos contó que había tenido un problema de salud, pero no se había atrevido a decírselo al médico, y nos ofrecimos a ir con ella. Hablamos con el médico, también con la trabajadora social...pero no podíamos hacer más si ella no nos lo permitía. No podíamos perderla porque éramos su único refugio”, relata. Y, entonces, llegó este grito de auxilio escrito en la pantalla del móvil y toda la maquinaria de protección se puso en marcha. Ahora, la joven está protegida en un lugar desconocido y él, en libertad, a la espera de juicio.
La farmacéutica María José Pardo Rodríguez reconoce que le “da apuro contar esta historia” y parecer que “somos heroínas de algo”. Pero si lo hace es porque cree necesario que las mujeres entiendan que las farmacias son lugares de protección, sitios seguros donde se les va a ayudar.
El nuevo protocolo da las pautas ante un caso de violencia machsiat
Ellas son un ejemplo, como también las más de 14.000 farmacias que han sido reconocidas como puntos violetas, espacios de “confianza, protección y apoyo a las víctimas”, explican desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, que colabora estrechamente con el Ministerio de Igualdad, a través de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género.
Fruto de esta colaboración se lanzó el primer protocolo de actuación de la farmacia comunitaria frente a la violencia machista, en el 2021, un instrumento concebido para facilitar la actuación de los boticarios ante situaciones de violencia machista. Cuatro años después, y “ante las nuevas manifestaciones de la violencia contra las mujeres, nuevos contextos de vulnerabilidad y una mayor sensibilidad social hacen necesario actualizar este protocolo para adaptarlo a las necesidades y realidades actuales”, señala el presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, Jesús Aguilar.
El objetivo general de este protocolo es establecer una pauta de actuación normalizada y homogénea para el personal de las farmacias a efectos de detección precoz y actuación ante posibles casos de violencia contra las mujeres.
Pero, ¿cómo detectarlo? Para ello se recogen una serie de indicadores tanto generales como comportamentales. En los primeros hay síntomas psicológicos frecuentes que presenta una víctima de violencia contra las mujeres, como trastorno de estrés postraumático, de estrés agudo, baja autoestima, sentimiento de culpa, infravaloraciones, llorar con facilidad, dificultad para tomar decisiones, insomnio, problemas de memoria o abuso de fármacos.
¿Cómo detectar el maltrato? Las víctimas comparten síntomas físicos y psíquicos
Y como síntomas físicos, recogen cefalea, dolor crónico general, dificultades respiratorias, molestias gastrointestinales, mareos y problemas en la piel.
Además, enumeran actitudes y comportamientos de la mujer que advierten de una situación de violencia, como actuar de manera evasiva, hablar poco (especialmente delante de él), actitud temerosa, nerviosa o incómoda o salir de manera precipitada.
