La regla no debería doler. “El dolor es una característica que tenemos los humanos que nos avisa de que algo no va bien. No es normal tener dolor o estar anémico durante la regla, es frecuente sí, pero no normal”, explica Blanca Coll-Vinent, médico de Urgencias y coordinadora del Grupo de Trabajo de Género y Salud del hospital Clínic de Barcelona y coautora junto a Isabel Muntané del libro “Eres una exagerada. Sesgo de género y sesgo en salud” (Rayo Verde). “Normalizamos muchas cosas y las mujeres las primeras”, afirma. “Nos han enseñado así, pero una mujer no tiene por qué sufrir”.
El sesgo de género y sexo en salud es una materia poco estudiada hasta ahora y hay pocas investigaciones que pongan el foco en esta diferencia. La Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) dedicó su 31 congreso el pasado julio a analizar las consecuencias de este sesgo en medicina.
“La atención médica a mujeres ha sido
históricamente influenciada por el sesgo de género, lo que ha llevado a desigualdades en el acceso, la calidad y los resultados de los servicios de salud”
Según la SEMG “la atención médica a mujeres ha sido históricamente influenciada por el sesgo de género, lo que ha llevado a desigualdades en el acceso, la calidad y los resultados de los servicios de salud”. Además, “las investigaciones médicas se han centrado en los hombres, lo que ha resultado en una falta de datos específicos sobre cómo las enfermedades afectan a las mujeres. En muchos casos, las mujeres no han sido incluidas en ensayos clínicos o se han utilizado solo las dosis de medicamentos basadas en estudios realizados con hombres”. La investigación tampoco ha abordado enfermedades ginecológicas como la endometriosis, “históricamente ignoradas o mal comprendidas”, advierten los médicos de familia.
A pesar de esta situación, Coll-Vinent destaca que en los últimos años ha visto algunos cambios. “El primer estudio que trataba las diferencias de sexo y género se publicó hace unos 35 años y salieron otros de científicas norteamericanas. Aquí, la pionera fue la doctora Carme Valls”, explica. Sin embargo, aquellos primeros avances acabaron como “una curiosidad”, excepto en el estudio de las enfermedades cardiovasculares, que según la Organización Mundial de la Salud son la principal causa de muerte a escala mundial. Pero en los últimos cinco años ha resurgido el debate.
Un debate que no trata ya solo del sexo sino del género y de muchos otros condicionantes sociales. “El sexo es el aspecto biológico, y ya solo teniéndolo en cuenta hay muchas diferencias”, explica Coll-Vinent. “Los metabolismos son diferentes, las mujeres acumulamos más los fármacos, el calibre de nuestras arterias también es diferente”. Pero, “hay un constructo social asociado al género, las condiciones socioeconómicas, las costumbres, la dieta o nuestra relación con el sistema sanitario que condicionan mucho nuestra salud”.
“Si vamos al médico, no es porque
tengamos dolor sino porque ese dolor nos
impide hacer algo que queremos. Y
acudimos a la consulta más tarde”
También la edad: “Las mujeres vivimos más años y más solas, es más difícil que tengamos un cuidador en épocas tardías”. Además, “tenemos preferencias diferentes, si vamos al médico, no es porque tengamos dolor sino porque ese dolor nos impide hacer algo que queremos. Y acudimos al médico más tarde”.
Los médicos de familia también afirman que “las mujeres a menudo enfrentan un retraso en el diagnóstico o el diagnóstico incorrecto de enfermedades”. Como en el caso de las cardiovasculares “que se diagnostican erróneamente o con menos frecuencia en mujeres que en hombres. Y eso es porque los síntomas de este tipo de enfermedades, como el infarto, pueden ser diferentes según el sexo”, indican.
Otro campo de batalla es la salud mental, donde “hay muchísimas diferencias e influye más el género”, explica la doctora. Coll-Vinent recuerda que las manifestaciones clínicas del espectro autista, por ejemplo, son diferentes entre hombres y mujeres. “Ellas, muchas veces, tienen altas capacidades, son capaces de disimular su déficit y de imitar a quienes las rodean. Llegan agotadas al final del día. Eso hace que sea difícil más diagnosticarlas y tratarlas”. Otro caso es el de la anorexia, que da manifestaciones distintas entre hombres y mujeres. “Ellas buscan la pérdida de peso y se someten a restricciones alimentarias; ellos se obsesionan con estar fuertes y realizan ejercicio físico intenso para estar musculados. Es más difícil diagnosticar la enfermedad en el caso de los hombres”.
Salud mental
Desde la SEMG también ponen el foco en los trastornos mentales como la depresión y la ansiedad. “Las mujeres tienen mayor probabilidad de ser diagnosticadas, pero ese diagnóstico no siempre refleja la complejidad de los factores sociales y culturales que pueden influir en su salud mental”. “Muchas veces las mujeres están sobrediagnosticadas. Una depresión es una enfermedad grave que puede tener consecuencias nefastas. Si estás deprimido, te tienes que tratar”, asegura Coll-Vinent. Y a pesar de que ellas tienen tasas más altas de depresión y ansiedad, en las consultas no se buscan las causas que hay detrás de los síntomas. Según los médicos de familia, “el sesgo de género puede llevar a que los síntomas emocionales o psicológicos en las mujeres se interpreten de manera incorrecta, lo que puede resultar en una atención menos adecuada”.
En el tratamiento del cáncer también existen muchas diferencias entre los hombres y las mujeres. “El efecto terapéutico y tóxico de los fármacos no es igual y, por ejemplo, la inmunoterapia es más efectiva en hombres que en mujeres”, explica Coll-Vinent. “Tenemos una inmunidad diferente y es lógico pensar que respondamos de forma diferente. Ya hay estudios importantes relacionados con este aspecto y se están adecuando terapias”.
“El efecto terapéutico y tóxico de los fármacos no es igual y, por ejemplo, la inmunoterapia es más efectiva en hombres que en mujeres”
Y por este motivo es importante personalizar los tratamientos. También hacer cambios en la investigación. En el caso de los fármacos, por ejemplo, “las mujeres en general los acumulamos más, los eliminamos más lentamente y tenemos más efecto tóxico. Por lo tanto, necesitaremos menos dosis. Si hacemos estudios conjuntos y los resultados indican que la dosis debe ser de cinco miligramos al día, a lo mejor, las mujeres necesitan solo cuatro y los hombres 5,5. No le damos la dosis adecuada a ninguno de los dos”, razona la experta.
También los profesionales de la sanidad deben ser conscientes de este sesgo de género y sexo. Explica Coll- Vinent que más que prejuicios hay “desconocimiento”. “Yo misma estoy interesada en ello y me doy cuenta de que hay cosas en las que no piensas y que son evidentes. Cuando haces una sesión clínica con otros profesionales, todos te dan la razón, pero la realidad es que ese sesgo no se aplica en muchas ocasiones. Sabemos que hay diferencias, las tenemos que estudiar y aplicar este conocimiento por sistema. Y para llegar aquí falta mucho”.
De hecho, los futuros médicos tampoco reciben formación al respecto. En las universidades de Medicina casi no hay asignaturas que hablen del sesgo de género y sexo, y si las hay son optativas. “Cada vez que explicas a los alumnos los síntomas, las patologías o las dosis, deberías poder explicar las diferencias entre mujeres y hombres, pero como no se ha estudiado, no puedes decirlo. Si todo el mundo tiene en cuenta la edad, ¿por qué el sexo y el género no?”, concluye Coll-Vinent.
Más formación y liderazgo
El Grupo de Trabajo de Salud de la Mujer de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) que presentó sus conclusiones en su último congreso considera esencial para evitar los sesgos de género y sexo que los profesionales de la salud “reciban educación médica y capacitación sobre la influencia del género en la salud, sobre cómo reconocer los sesgos y sobre cómo proporcionar atención equitativa”. También abogan por que se incluya a las mujeres en los ensayos clínicos y la investigación médica “para asegurar que los tratamientos sean apropiados para las mujeres”. Otra de las propuestas de la SEMG es poner en práctica políticas que promuevan la igualdad de género en la atención médica.
Los autores del “Libro blanco. Salud y género”, del Observatorio de Salud, recuerdan que, aunque el número de mujeres estudiantes en Medicina crece, “la brecha de género persiste en niveles superiores de la jerarquía profesional”. En nuestro país, lo avala el estudio “Mujeres en Medicina en España” que ha lanzado la web www.womeds.es para visibilizar datos como que el 61% de los médicos que trabajan en centros sanitarios públicos son mujeres, mientras que la cifra de mujeres jefes de servicio oscilaba entre el 20,3% de Andalucía y el 46,7% de Navarra. La misma tendencia muestra el liderazgo femenino en investigación. La incorporación de más profesionales mujeres en puestos de responsabilidad favorecería una visión amplia de la salud que tuviera en cuenta los sesgos de género y sexo.
