La región del Sahel, que atraviesa el centro de África, se ha convertido en uno de los focos más inestables y complejos del continente, afectada profundamente por la expansión del yihadismo. Según Xavier Aldekoa, corresponsal en África de La Vanguardia, la transformación de esta zona en los últimos 20 años ha sido “alarmante”. En sus primeras visitas a países como Mali, Níger y Burkina Faso, la seguridad era relativa, pero hoy “el 51% de las muertes por terrorismo en el mundo se producen en esta zona”, lo que refleja una crisis humanitaria y de seguridad sin precedentes.
La clave del avance y sostenimiento del yihadismo en el Sahel, explica Aldekoa, reside en “la falta de gobernanza” en territorios muy pobres y olvidados por las instituciones. Estos grupos extremistas, bajo el paraguas de Al-Qaeda y el Estado Islámico, han sabido “aceptar y aportar soluciones a la debilidad de los estados”, usando también la fuerza y el miedo para controlar amplias zonas, como el caso en el norte de Nigeria donde llegaron a dominar territorios del tamaño de Bélgica. Esta expansión ha generado una violencia brutal que incluye secuestros masivos y matanzas multitudinarias.
Desde un enfoque profundamente humano, Aldekoa relata experiencias que impactan en el alma, como cuando presenció a niñas de ocho o nueve años “con cinturones de explosivos” enviadas a mercados para explotar. “Estas situaciones de secuestros masivos, matanzas de 300 o 400 personas... lo ves con preocupación”, añade, haciendo evidente el sufrimiento de las comunidades atrapadas en esta espiral de terror. La extensión del miedo es tal que la amenaza “se ha ido expandiendo como un cáncer”, afectando a la vida política, social y humana.
El corresponsal también advierte que la presencia occidental en la región es inviable debido a los riesgos, especialmente los secuestros ligados a la financiación de estos grupos terroristas. Recuerda cómo las minas ilegales, el robo de animales y los rescates son fuentes clave para mantener estas redes. La inseguridad obliga incluso a desplazamientos bajo fuerte escolta militar, lo que impide incluso el turismo, una actividad que podría contribuir a la estabilización.
Finalmente, Aldekoa reflexiona sobre el papel de la comunidad internacional y las potencias extranjeras, especialmente la pérdida de influencia de Francia y la entrada de nuevos actores como Rusia, con “tácticas de propaganda burdas” para posicionarse como garantes de la estabilidad regional. Subraya que la solución es compleja y a largo plazo debido a raíces profundas como desigualdad y abuso internacional. Reclama que la comunidad internacional “deje esos intereses de lado” y se preocupe verdaderamente por “el futuro de las personas” para lograr una estabilización real en el Sahel.