El sistema educativo español se encuentra en una situación de tensión constante, con importantes avances a su favor pero también con problemas estructurales que amenazan su eficacia y futuro. Según Francisco Imbernón, catedrático emérito de didáctica de la Universitat de Barcelona, “más que estar en crisis, el sistema vive una situación de tensión constante” debido a carencias como el abandono escolar prematuro y la rigidez para adaptarse a los retos del siglo XXI. Destaca “la falta de continuidad en las políticas educativas” que provoca “inestabilidad y desconcierto tanto en el profesorado como en las familias y socialmente”.
Uno de los desafíos fundamentales reside en el profesorado, que soporta una elevada presión y burocracia, a la vez que carece del reconocimiento y formación adecuados. Imbernón señala que “muchos docentes están muy implicados y comprometidos, pero se sienten sobrecargados de tareas y faltos de apoyos y formación permanente para dar respuesta a la diversidad creciente y a los nuevos problemas sociales”. Esta situación limita la capacidad del sistema para enfrentar cambios y mejorar la calidad educativa de forma sostenida.
En cuanto a la percepción social sobre la calidad educativa, muchas veces influida por una nostalgia generacional, Imbernón aclara que “es una percepción relativa y en muchos casos más nostálgica que real”. Explica que “en el pasado la enseñanza estaba centrada en la memorización y acumulación de datos, lo que daba la sensación de mayor dificultad, pero no implicaba necesariamente comprensión ni aplicación”. Hoy, la educación busca “otro tipo de aprendizajes” centrados en la comprensión y el uso efectivo del conocimiento.
El debate sobre el uso de tecnologías como móviles y tabletas en las aulas también requiere un enfoque equilibrado. Para Imbernón, “el problema no es si se usan o no, sino cómo y para qué se usan”. Defiende que la prohibición absoluta “puede generar desigualdad y desplazar el problema fuera de la escuela”, mientras que “una regulación con criterio pedagógico y acompañamiento docente prepara mejor al alumnado para el mundo actual”. En lugar de prohibir, urge “enseñar a utilizar estos dispositivos con responsabilidad y fines educativos”.
Finalmente, el catedrático enfatiza la necesidad de un compromiso de Estado que trascienda los ciclos políticos para dotar la educación de estabilidad y recursos. Resume que “el sistema requiere una mirada que proporcione estabilidad, recursos suficientes y confianza en los docentes para poder consolidar proyectos a largo plazo y afrontar los retos del presente”. Sin esta base, advierte, la educación seguirá siendo “frágil y poco ágil” ante las demandas cambiantes de la sociedad.