Hace apenas unas horas ha entrado en vigor el horario de invierno que anticipa amaneceres y anocheceres más tempranos, reavivando el debate sobre si conviene mantener un horario fijo todo el año o continuar con el cambio estacional. Jorge Mira, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela, aporta una visión científica que cuestiona la idea de Pedro Sánchez de eliminar estos ajustes periódicos. “No creo que los motivos sean válidos desde el punto de vista científico”, afirma. Según Mira, no hay cálculos precisos sobre el ahorro energético real de cambiar la hora, dadas las enormes microvariaciones sociales y geográficas. Y en materia de salud, el impacto es pequeño y limitado.
El catedrático explica que el principal problema no radica en el cambio como tal, sino en la naturaleza del planeta. “España no es un país tropical, aquí el sol sale y se pone con una diferencia de hasta tres horas y cuarto entre verano e invierno,” señala. Eso significa que usar un reloj fijo todo el año “nos desalinearía de la luz solar durante los meses centrales” y no respondería bien a las variaciones estacionales. Así, a las 9 de la mañana en invierno puede estar amaneciendo, mientras que en verano ya sería mediodía. “Esto no funciona bien para marcar los períodos de actividad humana porque el reloj fijo no conoce las estaciones,” explica.
Para evitar esta descoordinación social con el ciclo solar, la respuesta “natural y autogenerada” de la sociedad española ha sido crear cambios estacionales en el horario, ajustando la hora aproximadamente dos veces al año, cercano a los equinoccios. Un sistema que existe desde tiempos históricos: “En las Cortes de Cádiz ya se hacía este ajuste en 1811,” recuerda Mira. De esta manera, incluso sin un cambio oficial, muchos sectores, como el comercio o las instituciones, adoptaron horarios estacionales para acompasar actividad y luz natural.
Finalmente, Jorge Mira concluye que la propuesta de un horario único permanente no toma en cuenta estas realidades astronómicas y sociales, y que mantener el cambio de hora sigue siendo la solución práctica: “La sociedad necesitó décadas para ajustarse a esta dinámica, y eliminarla ahora sin una alternativa no funcionaría bien.” Este análisis invita a reflexionar más allá de la política y sopesar con rigor científico por qué los cambios horarios siguen vigentes en buena parte del mundo.