Cuando perdonar no es la mejor opción para nadie: “A veces se apela a una falsa superioridad moral”
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Aunque desde el pensamiento positivo se insiste en que perdonar siempre es bueno, cada vez más psicólogos y académicos replican que hacerlo puede ser contraproducente. Entonces, ¿con qué hay que quedarse?
Generalmente, para liberarse de algo, hace falta bastante más que perdonar, advierten la mayoría de los expertos
¿Debería una mujer perdonar al hombre que la maltrató física y psicológicamente? ¿Habría de dispensar un empleado al jefe que abusó de su poder y le hizo la vida imposible cada vez que pudo? ¿Debería disculpar un adolescente, incluso luego de haber transcurrido un tiempo, a las personas con nombres y apellidos que le acosaban diariamente en el instituto? Hay otros ejemplos que son, incluso, más sangrantes.
Ante tales preguntas, la sociedad acostumbra a partirse en dos mitades. En la del vaso medio lleno figura Everett Worthington, catedrático de Psicología en la Universidad de Virginia. Según contó en su día Worthington a Ima Sanchís en La Contra de Guayana Guardian, un ladrón entró en casa de su anciana madre mientras dormía.
El perdón tiene que brotar espontáneamente. Algunas personas que he atendido han tenido una buena vida sin necesidad de perdonar
Everett Worthington, ingeniero nuclear y psicólogo, investiga sobre el perdón
“Ella se despertó y él la golpeó brutalmente hasta matarla. Escapó y la policía, que fue muy chapucera, contaminó todas las pruebas”, declaraba este psicólogo que está considerado uno de los grandes expertos a nivel mundial en el estudio del perdón. Así que el asesino no cumplió condena. “Yo por aquel entonces acababa de publicar el libro sobre mi método del perdón e intenté aplicármelo y ponerme en su lugar: un joven que asalta una casa que cree vacía y, al ser sorprendido, le entra el pánico. Eso me ayudó a empatizar con él”, confiesa. Ahora bien, Worthington reconoce que cuando se enteró del asesinato de su madre tenía a su lado un bate de béisbol y no pudo evitar pensar: “Ojalá estuviera aquí ese tío, le daría con el bate hasta matarlo. En realidad, mi reacción hubiese sido peor que la suya, porque yo era un hombre más maduro y un experto en el perdón y, pese a ello, lo habría matado a golpes”.
Hay personas que se enfrentan a dilemas parecidos. Hasta no hace tanto se consideraba que, aunque fuera inmerecido, el perdón era sinónimo de generosidad, sobre todo en los países de tradición católica donde los pecados son absueltos mediante el arrepentimiento. Sin embargo, cada vez más terapeutas cuestionan la idea convencional sobre el perdón y alivian la presión para hacerlo.
Es el caso, por ejemplo, del psicólogo Víctor Amat, autor de libros como Psicología Punk, Autoestima Punk y Antimeditaciones. Lo que Marco Aurelio no te contó sobre el arte de vivir (los tres publicados en Penguin). En su última obra, Amat desmonta el pensamiento positivo, frunce el ceño ante el boom del estoicismo (“una filosofía de esclavos que anima a aceptar el orden establecido”, declara) y desmonta las recetas de la autoayuda.
Cuando el daño que nos han causado se convierte en el castigo que debemos sufrir por nuestra renuncia a perdonar, puede ser más inteligente hacerlo
Según manifiesta este psicólogo, hay actos imperdonables, aunque el criterio para marcar la raya sea muy subjetivo, ya que lo que a alguien se le puede antojar muy grave, a otra persona puede no parecérselo. “Generalmente, para liberarse de algo, hace falta bastante más que perdonar”, advierte este experto. Y es que, según su práctica clínica, indultar a quien nos perjudicó en su momento no es condición sine qua non para obtener consuelo espiritual. “Algunas personas que he atendido han tenido una buena vida sin necesidad de perdonar”, recalca.
“A veces se apela a una falsa superioridad moral: como eres mejor, tienes que perdonar a quien te agravió, porque solamente así parece que te será posible alcanzar la paz interior”, continúa explicando Amat.
“Pero el perdón tiene que brotar espontáneamente porque, en caso contrario, es mejor buscar otra vía para digerir lo ocurrido”, advierte. En todo caso, “ha de ser el agresor quien pida perdón y no la víctima”, precisa este psicólogo que en su día fue campeón de Europa de kick boxing. “El perdón solo puede darse cuando afecta a las dos partes, en cuyo caso es una reconciliación”, resuelve.
El peligro de perdonar lo imperdonable, sostiene Amat, es que la herida no cicatrice y seguir segregando bilis. “Es tan fácil como preguntarse: ¿solamente puedo superar lo que me hirió mediante el perdón? Si la respuesta es negativa, hay que seguir adelante con esa mancha”, declara para sugerir que no por perdonar el marcador vuelve a ponerse a cero como si nada hubiera ocurrido.
¿Qué es el perdón social?
¿Los valencianos deberían de perdonar a los responsables de las catastróficas consecuencias de la DANA? ¿Habría que dispensar a los mandamases que invaden países y obligan a la población a huir despavorida, dejando un enorme reguero de muertes a su paso? Además del auto-perdón y del perdón de una persona hacia otra, existe un tipo de perdón más colectivo. Gustavo Petro, presidente de Colombia, se ha referido muchas veces al denominado “perdón social” para incitar a sus compatriotas a reconciliarse con el pasado. El perdón social busca erradicar el odio sembrado en la sociedad por un acontecimiento que en su día la afectó en su conjunto, como se haría con cualquier otra mala hierba. Ahora bien, para ello es necesario plantar una semilla que sea completamente nueva.
The New York Times se ha hecho eco recientemente de las dos grandes posturas que existen en la actualidad en relación al perdón. Aunque cada vez más terapeutas tienden a no considerarlo imprescindible, la corriente principal sigue siendo perdonar. “El perdón es la elección de dar bondad a quien no ha sido bueno contigo”, dice Robert Enright, profesor de Psicología Educacional de la Universidad de Wisconsin-Madison.
“Perdonar, incluso aunque el perdón sea inmerecido, puede fomentar cualidades como la compasión, la generosidad, incluso el amor”, ha escrito este pionero en el estudio científico del perdón. Es decir, justo lo contrario de lo que pregonaba Clint Eastwood en la película Sin perdón (“deberías de haberlo pensado antes”, es una de las frases que ha quedado para el recuerdo).
Clint Eastwood en 'Por un puñado de dólares', 'Sin perdón' y 'Harry, el sucio'
Interpelado sobre si es realmente necesario perdonar, el doctor Mario Alonso, muy conocido por haber dedicado gran parte de su vida a investigar el potencial humano y, también, por haber escrito libros de gran éxito como Reinvéntate (35 ediciones), se manifiesta partidario de perdonar.
“Cuando el daño que otras personas nos han causado se convierte en el castigo que debemos sufrir por nuestra renuncia a perdonar, puede ser más inteligente hacerlo”, indica.
La pregunta es: ¿hay que perdonar todo? “Perdonar -responde Alonso- no implica que las acciones que han sido incorrectas o dañinas no tengan consecuencias”. Tampoco presupone entrar en un estado de amnesia... “Perdonar es soltar la toxicidad que va unida a un mal recuerdo que genera rencor, ya que ello va asociado a un incremento del cortisol en sangre que, cuando es sostenido en el tiempo, daña todas las estructuras del cuerpo”, consigna este facultativo.
“Mi modus operandi al perdonar -desvela Alonso- es ver en la ofensa la ignorancia y no tanto la maldad. Es mucho más fácil perdonar algo que uno cree que nace de la ignorancia que hacerlo si nace de la maldad. Para mí, no hay personas buenas y personas malas, sino personas que están bien y personas que están mal. Quienes están mal, hacen cosas malas. Pero para que una persona que está mal pueda estar bien, lo esencial no es castigarla, sino ayudarla a corregirse”, argumenta.
Nunca he perdonado en stricto sensu. Más bien he pasado de pantalla. Ha habido casos en los que he continuado con la relación y casos en los que no
Luego pone este ejemplo: “Algunos sabios de la India sostenían que si alguien te disparaba una flecha envenenada no debías de perder el tiempo pensando en quien te disparó o reflexionando sobre la forma del arco y la flecha o acerca de las características del veneno que la impregnaba. No. Si lo que quieres hacer es vivir, has de reconocer la existencia de ese veneno en tu cuerpo, impedir que se extienda y sacártelo lo antes posible”.
¿Y cómo puede saberse que ha llegado el momento de perdonar? Por lo que se ha investigado, las ganas surgen instintivamente, aunque suelen llegar después de un período de autorreflexión donde cada cual debe lidiar con sus propios principios morales y éticos, pero también con la rabia y la ira. El resultado final es tan incierto que cada caso es un mundo aparte.
“En mi caso, creo que nunca he perdonado en stricto sensu”, responde Amat. “Más bien es como si hubiera pasado de pantalla, integrando lo sucedido en mi historia personal. Particularmente, he optado por pasar página o lo he dejado a pie de página. Por eso, ha habido casos en los que he continuado con la relación y casos en los que no”, revela.
Visto así, una de las conclusiones de este debate sobre el perdón es que se trata de algo tan personal que resulta muy difícil ofrecer recetas generalistas y, todavía menos, consensuar una postura apta para todos los públicos.