Diciembre marca el inicio del consumo de diversas sustancias para muchas personas, desde las socialmente aceptadas y legales, como el alcohol, hasta las ilegales, como la cocaína. Según los profesionales de la salud mental y las adicciones, estas fechas están llenas de encuentros y celebraciones alrededor de una mesa, lo que puede representar también un alto riesgo de recaída para quienes luchan contra una adicción.
“El objetivo es que puedan acudir a eventos sin que estos se conviertan en excusas para consumir”, explica Xavier Fàbregas, médico y fundador de Mas Ferriol, centro residencial especializado en adicciones y salud mental. Aunque no es una tarea sencilla, el especialista destaca la importancia de evitar enfoques basados en la “renuncia”: “Dejamos atrás las drogas y el alcohol, pero no la socialización ni los momentos con amigos”, remarca.
Para un adicto a las drogas, no hay días de fiesta; es una cuestión que se afronta todo el año
El consumo durante estas fechas puede agravarse por diversos contextos personales, como la pérdida de un ser querido, las primeras Navidades sin los hijos tras un divorcio o, simplemente, los recuerdos de tiempos mejores. “Es fundamental contar con recursos para enfrentarse a estas situaciones. Aunque, para un adicto a las drogas, no hay días de fiesta; es una cuestión que se afronta durante todo el año”.
Para Xavier Fàbregas son claves dos elementos: por un lado, el “mantenimiento de la abstinencia” y, por el otro, “ser más feliz sin drogas que con drogas”. “Si conseguimos que sean capaces de tomar una distancia crítica porque están viendo que todo lo que ganan es mucho mejor que lo que tenían antes, será más fácil mantenerse alejados de la adicción”.
La gestión de encuentros y celebraciones
Eso es precisamente lo que han logrado los dos protagonistas que ofrecen su testimonio en este reportaje: Carles y Pau (nombre ficticio). Carles, de 68 años, lleva siete años sin consumir cocaína, mientras que Pau, de 45, lleva casi un año sin beber alcohol, probar la cocaína ni fumar marihuana.
“Vivo estos días con mucha tranquilidad. Es importante decir ‘no’ y alejarse de posibles peligros”, explica Carles, quien empezó a consumir cocaína a los 45. Este hombre, ya jubilado, advierte que las Navidades son momentos en los que incluso personas que nunca han probado las drogas pueden estar expuestas a ellas.

Pau (nombre ficticio), de 45 años, en el centro de desintoxicación Mas Ferriol en Sant Miquel de Campmajor, en Girona.
Pau afronta también estos días de celebraciones con “mucha calma y tranquilidad” y, al mismo tiempo, “con muchas ganas”. “Mi madre nunca bebe y mi padre toma algo de vino. Aunque no tengo problema en que haya alcohol sobre la mesa, prefiero medicarme con Antabus porque no me fío ni de mí mismo”. Este medicamento, que puede administrarse por vía oral o venosa, provoca una reacción desagradable si la persona consume alcohol. “Me lo tomo como seguro de vida por si el demonio vuelve a salir”, dice, consciente de que la adicción es una enfermedad crónica.
El gran riesgo de desarrollar una adicción surge cuando alguien busca evadirse de su realidad, usando sustancias como refugio para no enfrentar el malestar o las emociones difíciles. “Lo que comienza como un uso ocasional puede convertirse rápidamente en un consumo solitario”, expresa Fàbregas.
Soy un hombre con muchos pequeños objetivos, más positivo y escucho más y mejor”
Esto es lo que le ocurrió a Pau. Fumaba marihuana a escondidas todos los días y llegó a beber hasta ocho cervezas diarias “para aguantar toda la mierda que tenía dentro”. “Después de dejar los porros, empecé a tener una relación tóxica con el alcohol, que me lleva a otras sustancias como la cocaína”. Tras casi un año sin consumir, tiene claro que la clave está en “tener pequeñas ilusiones” y “una vida ordenada” como la que tiene ahora: “Soy un hombre con muchos pequeños objetivos, más positivo, calmado y escucho más y mejor”.
Llegar hasta aquí ha supuesto un camino marcado por recaídas, momentos muy duros y emociones intensas como la rabia, la euforia y la tristeza. “Te destruyes a ti mismo y a la gente que quieres. Durante el proceso de recuperación, tienes malos momentos y te viene el demonio y piensas: ‘por un día no pasa nada’. Pero sí pasa”, dice Pau, quien ingresó dos veces en Mas Ferriol y hoy sigue en proceso de seguimiento. Y añade: “Lo verás negro, estarás enfadado con el mundo. Pero todo esto pasará”.

Carles Sanz sigue vinculado al hospital del Mar y lleva a cabo terapia psicológica para controlar su adicción.
Consumir cocaína era para Carles una manera de evadirse de su día a día. “Mi error fue no compartir antes con nadie mi adicción, hasta que dije ‘basta’ y pedí ayuda”. Pasó por el hospital del Mar y por una clínica privada, hasta que acabó en la asociación Proyecto Hombre donde le “salvaron la vida”. “He perdido años de mi vida, pero lo peor de todo ha sido perderme la adolescencia de mis hijos, que son lo que más quiero”, lamenta. Carles sigue vinculado al hospital del Mar y asegura que “lo estará siempre”.
Por eso, es muy importante conocer los principales desencadenantes que pueden llevar nuevamente al consumo. El médico Xavier Fàbregas recomienda “dosificar las fuerzas” y no acudir “necesariamente a todos los eventos”. En este sentido, Francina Fonseca, directora del proceso de atención a las adicciones del hospital del Mar, señala que el estrés y la presión social son otros dos factores clave.
Lo peor de todo ha sido perderme la adolescencia de mis hijos
“Para algunas personas son épocas especialmente difíciles, pues tienen que lidiar con relaciones familiares complicadas que pueden generar estrés. Además, está la presión social, al encontrarse en entornos donde se consume y, al mismo tiempo, sentirse presionados para beber”, expone Fonseca, vicepresidenta de la Societat Catalana de Psiquiatria i Salut Mental.
La experta recomienda “intentar reducir el consumo de alcohol” —si la adicción no es a esta sustancia— ya que actúa como “un precipitador de recaídas”. “Si la adicción es al alcohol, pueden decir que están tomando un medicamento, aunque no soy partidaria de esta respuesta. Deberíamos normalizar que una persona no beba, igual que una persona no fuma, no come gluten o no toma leche”.

Pau ingresó dos veces en Mas Ferriol y hoy sigue en proceso de seguimiento.
En esta misma línea, Fàbregas explica: “Aconsejamos que las personas del entorno conozcan tu situación, ya que son quienes pueden ayudarte en contextos de presión social, ya sea sentándose a tu lado en la mesa o acompañándote a abandonarla”.
A pesar de las dificultades y las recaídas que han marcado los caminos de Carles y Pau, ambos coinciden en que una vida libre de sustancias es posible, aunque requerirá de paciencia, voluntad y, sobre todo, de la capacidad de pedir ayuda. Como dice Pau: “Lo que ves ahora negro, tranquilo, porque aunque no me creas, con el tiempo lo acabarás viendo gris, disfrutando de tus rutinas y logrando una vida que te llene”. Y añade Carles: “No tengáis miedo, porque todo se puede arreglar; solo hace falta dar el paso y pedir ayuda, que no es nada malo, al contrario”.