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De servidores a amos: así es como funcionan los algoritmos y nos lee nuestra mente

Redes sociales

Al estar basado en la idea de “aprendizaje” tiene en cuenta datos como el tiempo que hace o qué día de la semana es

De servidores a amos: así es como funcionan los algoritmos y nos lee nuestra mente

Roman Samborskyi /Shutterstock

Algoritmo es un término de origen árabe que equivale a una “receta”: un conjunto de pasos sencillos que pueden llevarnos a resolver un problema, si se siguen rigurosamente. Un ejemplo sería el “algoritmo” para maquillarse: implica una serie de tareas más o menos mecánicas, con un cierto orden entre ellas. 

Y el resultado final es que lucimos estupendos para salir o para que nos entrevisten para un trabajo. Sin embargo, en sus inicios, esta idea de receta matemática o informática era muy rígida.

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La mujer pionera a la que debemos el primer algoritmo que se hubiera podido ejecutar en un ordenador fue Ada Lovelace, y su papel es clave para entender la historia de los algoritmos. Trabajó en la primera mitad del siglo XIX, cuando no existía realmente ninguna computadora. 

Y lo hizo asumiendo que un ordenador o computadora sería una “máquina”, algo capaz de ejecutar solamente tareas mecánicas. Hoy sabemos que los algoritmos van mucho más allá.

El algoritmo te puede mostrar el contenido que más te interese

Otras Fuentes

Además de las tareas mecánicas, se emplean como tomadores de decisiones y herramientas predictivas, como los programas que controlan los robots que montan los automóviles en las factorías o los programas que regulan los semáforos para que el tránsito sea fluido.

En la pequeña experiencia con la que arrancamos el artículo, hay un algoritmo que nos ayuda a encontrar un sitio reservado en un autobús, y también otro que consulta los datos acumulados a partir de las compras realizadas previamente en el súper y ayuda a que no se nos olvide nada.

Algoritmos en tu vida

No solo repite nuestros hábitos: al estar basado en la idea de “aprendizaje” tiene en cuenta datos como el tiempo que hace (si es caluroso es probable que nos apetezca un zumo) o qué día de la semana es. Por eso es capaz de predecir qué artículos quiero llevarme a casa justamente yo y justamente hoy.

Para lograrlo necesitan incorporar algo denominado aprendizaje automático: ningún programador humano les dice cuál es la relación entre los datos y el resultado. Hoy la lista de la compra es una y mañana será otra.

Dentro de este tipo están los algoritmos recomendadores. Empezaron precisamente en las páginas web de compras, sobre todo de música y libros, y sugerían nuevas compras a partir de las ya realizadas.

Una chica caminando por la calle con su teléfono móvil

Àlex Garcia / Propias

Además de eso, como son sitios con muchos usuarios registrados, incorporan información de otros clientes: todos conocemos la frase “otras personas también compraron…”.

Mientras, sin haberlo pensado, otro algoritmo ha analizado mis últimas conversaciones y ha visto que mostraba interés por jugar unas partidas en casa con mis amistades, en torno a una mesa, compartiendo esos refrescos.

En este caso, el algoritmo ha hecho algo que quizá no esperábamos: me ha servido el “contenido” que cree que voy a comprar, aunque no tenga relación directa con mis hábitos.

Como conoce mis conversaciones además de mis gustos, porque puede examinar mis perfiles en redes, está en condiciones de ponerme a tiro este producto.

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Sizov A.S.(Tali Russ) (Sizov A.S.(Tali Russ), ASCII, 23 components, 23 bytes)

Ya sabemos cómo funciona TikTok o cualquier canal de noticias: nos sirven lo que queremos antes de que sepamos que lo queremos. Ya desde 2010 empezaron a difundirse otro tipo de algoritmos: los que llamamos generativos. Estos permiten crear nuevas realidades a partir de la experiencia de muchísimos usuarios de redes y otras fuentes de información.

Es muy conocido que libros, películas y hasta bulos y mentiras se pueden crear de esta manera. En estas cuatro posibilidades hemos visto tipos distintos de algoritmos. Pero ahora es cuando deberíamos contestar a la pregunta: ¿para qué sirven?

Está claro que al final del día he tenido satisfacciones: he llegado más rápido a mi destino y el autobús sabía el sitio que necesitaba. El supermercado me ha atendido al momento y he visto mi serie. Pero ¿cuál es el precio?

Renunciar a decidir

Algunos estudios han realizado experimentos que demuestran que una de las funciones de los algoritmos es decidir por nosotros. Decidir nos estresa, por eso, muchas veces preferimos delegar esa tarea.

Esto tiene su peligro porque las herramientas que parecen gratuitas tienen en realidad la finalidad de hacer ganar dinero a las empresas que están detrás. Así que son una manera de publicidad sin anuncios, y el algoritmo sirve justo para eso, para que compremos más.

El scroll infinito ha sido asociado a cambios en el cerebro

OSAKAWAYNE STUDIOS / GETTY IMAGES
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Además, hay otra zona de oscuridad: si obtenemos satisfacción con poco esfuerzo, seguro que caemos en bucle. Cuando más nos dan, más queremos. Pero esto ya no es tan utópico, porque causa adicción. Un famoso experimento con ratas comprobó la fuerza que puede tener un estímulo placentero.

Por tanto, cuando queramos saber para qué sirven los algoritmos, preguntémonos también: ¿cuáles me sirven a mí y cuáles a otros? Tal vez convenga pensar quién es la rata del experimento antes de deslizar el dedo.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

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